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El año de los tres papas

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Fernando Islas*

 

La historia tiene estas cosas. Si tres papas han protagonizado decididamente los tres primeros lustros de los años 2000, el memorioso lector recordará 1978, “el año de los tres papas”. En agosto, tras la muerte de Pablo VI (Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini) (1897-1978), Luciani fue elegido máximo pontífice, pero un infarto le quitó la vida 33 días después, el 28 de septiembre. Así, repentinamente, el 16 de octubre, su sucesor, Juan Pablo II (1920) (el polaco Karol Wojtyla), tomó las riendas de la Santa Sede, donde permaneció hasta su muerte, el 2 de abril de 2005, aunque los últimos años de su vida padeció el mal de Parkinson.

La muerte de Luciani ha dado un amplio margen a las teorías conspiratorias. Que si no se le hizo la autopsia. Que si un doctor se desdijo de haberle recetado alguna medicina. Que si cuatro décadas después “la humanidad tiene instintivamente ansias de justicia”, según se relata en un video sobre su caso que circula en la red.

También se han escrito algunas novelas sobre el “misterioso” deceso. Una de ellas es del colombiano Evelio Rosero (Plegaria por un papa envenenado, Tusquets, 2014), que en su día no le fue nada bien a ojos del crítico Geney Beltrán Félix para la revista Letras Libres: “No se requiere mucha perspicacia, pues, para concluir prontamente que Plegaria no se centra en explorar el misterio de la muerte de Juan Pablo I. El libro da por sentada una versión, sin preocuparse por analizarla o demostrarla: que el religioso fue asesinado como producto de un complot de integrantes de la curia, a partir de que hubiese decidido desmontar una red delincuencial inserta en las altas estructuras de la iglesia. Las voces coinciden en entregar la imagen de un sacerdote honrado, comprometido y humilde —aunque no se toman el trabajo de explicar cómo alguien de esa pureza llegó a ser escogido para encabezar a una mafia corrupta—. Es Luciani, pues, un personaje ejemplar desde el primero hasta el último día de su vida en desigual lucha contra poderes demoniacos...”.

En todo caso, Luciani es autor de Ilustrísimos señores (disponible parcialmente en línea), unas 40 cándidas cartas a diversos personajes como Mark Twain, Pinocho, Hipócrates y, desde luego, Jesús. Así, por ejemplo, Luciani le agradece a Charles Dickens que sus historias se centren en los oprimidos: “para ellos reservas toda tu simpatía. Enfrente están los opresores, que tú estigmatizas con pluma manejada por el genio de la cólera y de la ironía, capaz de esculpir casi en bronce figuras de máscara”.

Ciertamente, Juan Pablo II tomó la inesperada responsabilidad de aquel buen hombre, misma que concluyó aun cansado, viejo y enfermo hasta la transición de los milenios, época en que lo sucedió el alemán Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), seguido del argentino Jorge Mario Bergoglio (Francisco), tres personajes que se han desempeñado con su “estilo personal de gobernar” (la siempre útil referencia al título de Daniel Cosío Villegas).

La Iglesia católica, tan compleja, después de casi dos mil años ha sido testigo y protagonista de cualquier cantidad de cambios. Atender los más recientes supone una obligación, cuando no una curiosidad. En ese sentido, el especialista Roberto Blancarte reunió en Los papas del tercer milenio. Continuidades y rupturas (Siglo XXI editores, 2017) una serie de artículos de estos últimos “tres herederos del trono de san Pedro, provenientes de culturas políticas distintas, con formación, trayectorias y experiencias diversas, pero unidos por una fe, que ha devenido estructura de gobierno y guía espiritual para más de mil 200 millones de feligreses”, impacto que, escribe el especialista “no puede menospreciarse”.

Sin más, a cuatro décadas de distancia, recordar “el año de los tres papas” es tan anecdótico como el hecho de que igual cantidad de sumos pontífices han conducido la Iglesia católica durante el tercer milenio. Pero el Vaticano y el mundo han cambiado mucho desde 1978. Como se sabe, Francisco ha manifestado que su papado no durará mucho y que se ve renunciando al igual que su antecesor. Acaso no hay mejor manera de retirarse de una responsabilidad tan grande.

 

Periodista

fernando.islas@gimm.com.mx

 

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