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El espejismo chino

Cecilia Soto

Cecilia Soto

La apuesta que escucho repetidamente, tanto de fuentes gubernamentales como empresariales, es que el proceso paulatino de desacoplamiento económico, comercial y financiero entre China y Estados Unidos presenta una oportunidad única para el crecimiento de la manufactura de exportación en México. Según expresó el Presidente en su mensaje dominical de ayer, mayo 24, “(México) está entre los principales, si no el principal (país) para recibir inversiones y desarrollar empresas”. Ello explicaría la poca o nula atención del gobierno federal al empleo formal en el sector de exportaciones, pues a partir de la entrada en vigor del T-MEC, el 1ro de julio, el horizonte mejoraría notablemente. Oportunidad teórica lo es. Oportunidad real, concreta, que pueda traducirse en crecientes inversiones para la reubicación de empresas que antes proveían desde China a las cadenas de suministro en Estados Unidos es algo no tan probable.

En ese mismo mensaje, el Presidente afirmó: “China ha decidido no crecer, no van a apostar al crecimiento… no van a publicar datos sobre la economía, hacen a un lado el PIB… Imagínense, la fábrica del mundo que es China va a dejar de producir”. ¿De verdad, voluntariamente, el gigante chino adoptó una estrategia de no crecimiento como la que predica alguna nación nórdica?

Veamos el mensaje del primer ministro, Li Keqiang, el viernes 22, ante el Congreso Nacional del Pueblo: “Este año no definiremos una meta de crecimiento porque nuestro país enfrentará algunos factores cuya evolución es difícil de predecir, debido a la gran incertidumbre con respecto a la pandemia y al ambiente económico y comercial del mundo”. Pero “haremos todo lo posible porque se mantengan los empleos actuales, trabajaremos activamente por lograr nuevos empleos y ayudaremos a los desempleados a encontrar trabajo”. La meta que sí se dio es la de un déficit presupuestal del 3.8% y que, sumado a emisiones extraordinarias de bonos tanto en lo nacional como en lo local, quizá crezca hasta 8% …para intentar crecer.

Mientras que después de la crisis del SARS en 2002, China tuvo una recuperación en forma de V, con rápida recuperación, en esta ocasión, la crisis del covid sorprendió a la economía mundial en la fase inicial de un ciclo de lento crecimiento. Aunado a esto, el gobierno chino se ha propuesto transitar hacia una participación diferente en la economía mundial. En vez de que su motor siga siendo el sector exportador, procurará que lo sea la economía interna, con un mayor y mejor consumo de sus trabajadores. En vez de que estos se vean forzados a ahorrar desmedidamente por los deficientes servicios de salud y otros, el gobierno buscará transitar a una economía de más y mejores servicios, amén de otros cambios radicales.

Ello habla de la gran complejidad del momento económico que vivimos. Las dificultades de la economía china y las de Estados Unidos, que según el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, difícilmente se recuperará antes de finales de 2021, le plantean a México un reto formidable, cuya dimensión parece no captarse en Palacio Nacional. La primera señal de alarma debió haber sido el hecho de que el país que más ganó de la pérdida de China de 2% del mercado norteamericano no fue México, sino Vietnam. Ello porque no basta la geografía para que fábricas que estaban en China se reubiquen en México. El gobierno mexicano no ofrece certeza jurídica a las inversiones, juega a las consultas patito para cambiar las reglas a su antojo, mantiene un discurso antiempresarial y ha desmantelado sus herramientas institucionales de promoción. Si bien los gobiernos estatales pueden compensar en una medida importante mucho de este mal ambiente a la inversión, no pueden contravenir medidas como las representadas por el revés a Constellation Brands, apoyada por el gobierno local, pero suspendida federalmente, o el decreto del 19 de abril del Cenace, que deja en el aire una inversión de 6 mil millones de dólares en plantas eólicas y solares.

Mientras que las plantas estadunidenses y europeas ubicadas en China tienen importantes incentivos para ubicarse en Estados Unidos, aprovechando que el T-MEC favorece a la industria automotriz y del acero en ese país y lo dificulta en México, las plantas chinas tienen otro factor en contra para instalarse en México: es muy probable que política y comercialmente, a pesar del discurso diplomático, nos vean más como un competidor que como un posible aliado. Confiarse en la “oportunidad de sustituir a China en el mercado norteamericano” tiene más de ilusión juvenil que de un trabajo serio y sistemático por posicionar al país como jugador audaz y competitivo con una infraestructura y capacidades logísticas capaces de soportar mayor comercio internacional. Un espejismo nada más.

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