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¡Compradores de insumos médicos del mundo, uníos!

Cecilia Soto

Cecilia Soto

                A la memoria de Forrest Bird,
                inventor del ventilador Baby Bird
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Con tan rica experiencia en crisis de todo tipo, de deuda, financieras, políticas, de revueltas armadas, de pandemias médicas, el gobierno mexicano debería aportar al mundo un Manual de Crisis, de tal manera que no se perdiera la experiencia —buena o mala— de gobiernos anteriores para encarar disyuntivas críticas. ¿Que hay una caída drástica del precio del petróleo? En el índice del Manual podría consultarse “Pérdida de ingresos por caída de precios internacionales”. En ese capítulo estaría detallada la crisis de 1982, la decisión suicida de mantener el precio de nuestras exportaciones petroleras muy por arriba del precio fijado por la OPEP, la pérdida catastrófica de clientes, las consecuencias que siguieron a esto y, por tanto, la recomendación de no hacer lo que hizo el presidente López Portillo. Sería un volumen bastante grueso por la vocación de precipitarnos a una crisis y luego intentar manejarla. En esto hay muchas lecciones positivas y negativas, ¿por qué olvidarnos de ellas?

Por ejemplo, en su intervención en la reunión del G20 sobre la crisis de la pandemia, el presidente López Obrador llamó “a la ONU” para que “intervenga y se garantice el acceso a medicamentos y equipos, que están siendo acaparados por los que más tienen. La ONU debe intervenir para que no haya especulación”. Muy bien, pero el llamado se formuló de una forma tan general y nebulosa que el mérito de haberse dirigido a uno de los problemas más importantes de la actual crisis se nulifica y queda como una plegaria bien intencionada.

México ya participó, en forma decisiva pero poco conocida, en una de las batallas más célebres y exitosas contra una pandemia y la falta de acceso a medicamentos para controlarla. Me refiero a la epidemia del sida y la lucha por el acceso a los medicamentos antirretrovirales. En el año 2000, el famoso coctel antirretroviral costaba entre 10 mil y 12 mil dólares al año. Países como Brasil e India habían negado patentes desde la década anterior a las compañías farmacéuticas que fabricaban estos medicamentos y fabricaban algunos de los componentes nacionalmente. En febrero de 2001, más de 40 compañías farmacéuticas demandaron ante tribunales internacionales al gobierno de Sudáfrica —país con una epidemia gigantesca de HIV— por intentar modificar su legislación para incluir la fabricación de genéricos. Según las demandantes, esta posible legislación violaba el acuerdo TRIPS (Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio) de la Organización Mundial de Comercio, OMC.

En noviembre de ese año se llevó a cabo la IV Conferencia Ministerial de la OMC, mejor conocida como Conferencia de Doha, donde se dio la batalla para que la interpretación del acuerdo TRIPS incluyera la provisión de qué consideraciones en torno a la salud “pueden y deben condicionar la aplicación de las patentes”. En particular, se consideró que, en condiciones de emergencia sanitaria, los países podrían fabricar medicamentos genéricos (aun cuando estuviera válida la patente). Brasil, con un potente movimiento gay, estuvo al frente de demandas muy innovadoras. Aunque en su legislación interna Estados Unidos contempla provisiones para, en caso de emergencia, evadir los obstáculos de las patentes, en Doha presionaron para defender los intereses de las compañías farmacéuticas. El grupo de ministros responsable de la cuestión sobre Propiedad Intelectual, Acceso a Medicamentos y Salud Pública estuvo presidido por Luis Ernesto Derbez, entonces secretario de Economía del presidente Fox, quien se plantó frente a EU y apoyó la resolución que revolucionó el tratamiento del sida, al lograr una disminución de cerca del 90% en el precio de los antirretrovirales para compras gubernamentales.

No es la ONU en general la que puede intervenir más eficientemente para garantizar acceso a ventiladores mecánicos a los precios originales antes de la crisis o a facilitar el camino para que los países puedan fabricarlos. La OMC, a la que Trump se ha empeñado en debilitar, es la organización con la experiencia en cuestiones de propiedad intelectual y comercio para hacerlo y para aprovechar las lecciones de décadas en estas materias. La Organización Mundial de la Salud ya declaró que el mundo se encuentra ante una pandemia sanitaria. Esta declaración es la base para proceder a negociaciones, ya sea para compras o —debido a la magra producción de ventiladores— a proponer transferencias de tecnología, asesoría, asociación con empresarios o gobiernos locales para producir este insumo fundamental para salvar vidas, así como equipo protector del personal médico y de enfermería y otros insumos. Ya recorrimos el camino: usemos las herramientas que creamos para defender el derecho a la salud.

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