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Ante el tsunami, sigamos jugando en la playa

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Equivocados forma y fondo en el discurso del Presidente de ayer domingo. Mala la forma, porque la dimensión del reto que enfrenta el país sobrepasa con creces la necesidad de un pretendido Informe Trimestral. Al decidir no hacer del combate a la crisis el sujeto principal de su discurso, el Presidente no aprovechó la oportunidad de informar al pueblo de México de la naturaleza inédita de la crisis. Inédita, porque ésta es una crisis diferente a cualquiera que haya vivido nuestro país desde la Segunda Guerra Mundial. No es una crisis de deuda, como en el pasado; no es una cuyo detonante esté en el sistema financiero internacional, como la de 2008-2009, aunque puede evolucionar hacia allá. Es una crisis en la que se paraliza simultáneamente el sistema circulatorio y de producción de bienes de la economía mundial, sistemas en los que está profundamente integrada la economía mexicana y en la que hay destrucción de valor en numerosos nodos de la red económica mundial. El Presidente trató a los mexicanos como niños a los que hay que ocultar la verdad, como si no nombrar la crisis, no describir su naturaleza diferente, no reconocer su carácter profundamente global bastara para alejarla, acortar su duración y encender la esperanza de volver a ser muy felices.

Malo el fondo, porque las medidas anunciadas son desproporcionadamente inadecuadas al tsunami que se avecina. Al no reconocer el carácter inédito de las dificultades que se avecinan, el Presidente insiste en aumentar e intensificar la dosis de lo que ya venía haciendo. Más becas, más siembra de arbolitos, adelantar pensiones a adultos mayores, más caminos rurales, más sucursales bancarias, más empleos temporales sin la menor atención o preocupación por mantener la planta productiva formal o incluso informal siempre y cuando no sea micro. El mensaje a los empresarios pequeños, medianos y grandes es arréglenselas como puedan.

Para saber cómo usar mejor los recursos limitados con los que cuenta el país, es importante saber qué sectores serán más afectados y dirigirlos hacia allá, de tal manera que, cuando la pandemia vaya cediendo y se puedan retomar escalonadamente las actividades productivas, esto se pueda hacer de manera eficiente. Por eso cuando el Presidente anuncia que adelanta dos meses la pensión a adultos mayores yerra en el blanco, porque, como bien lo explica Santiago Levy en su celebrado artículo en Nexos (“Superemos juntos la emergencia”), los adultos mayores no serán las víctimas mayoritarias de la parálisis de la planta productiva, pues hace tiempo que no trabajan. De lo mismo peca el aumento de becas a estudiantes con discapacidad o a los estudiantes y docentes de las nuevas universidades.

Se requiere auxiliar a las empresas a mantener su plantilla laboral: dándoles facilidades para realizar los pagos de impuestos y obligaciones de seguridad social para cuando la crisis vaya cediendo, quizá hacia octubre como anunció, por ejemplo, el gobernador de Chihuahua. Facilidades de créditos respaldados por la Banca de Desarrollo que premien el mantenimiento de la plantilla laboral y eviten la destrucción de valor: que los empresarios, sean del tamaño que sean, no pongan a remate sus activos para poder salir de deudas y salvarse de la inflexibilidad del SAT.

El Presidente anuncia que utilizará lo que resta del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios, así como los recursos de varios fideicomisos, cuando no se sabe cuánto durará la crisis. Equivocadamente pone como prioridad que no aumente la proporción deuda/PIB. La prioridad es otra: la de preservar la salud y las vidas de los mexicanos y facilitar un regreso exitoso a las actividades productivas. Para ello, como han insistido muchas voces y como haría cualquier familia ante una catástrofe no prevista, se requiere posponer proyectos que desvíen recursos de las prioridades mencionadas: salud y empleo y endeudarse en forma responsable.

Y, por último, pero no menos importante. Para el Presidente no existen las entidades federativas, no las mencionó una sola vez ni el papel que éstas podrían jugar para potenciar las acciones del Ejecutivo. Eso sí, en los Pre-Criterios de Política Económica enviados al Congreso, el Fondo para la Estabilización de los Ingresos de las Entidades Federativas (FEIEF) pierde poco más de 30 mil millones de pesos para el resto de 2020.

El Ejecutivo se comporta como si fuera el titular de una República unitaria y no una República federal. Él decide y espera que los demás, incluyendo empresarios y, sobre todo, los gobiernos de los estados, acaten sin chistar. Al actuar así desperdicia la energía de la República y de las múltiples fuerzas que han ofrecido diálogo, colaboración y dejar de lado diferencias ideológicas, a fin de salir adelante de este reto. Mala tarde para todos.

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