México: un siglo trabajando igual, produciendo menos

El modelo productivo que apostó a las horas antes que a la eficiencia

thumb
Ilustración de un reloj antiguo, metálico y desgastado, en primer plano, representando el estancamiento del sistema laboral en México durante casi un siglo. La imagen simboliza cómo el país ha trabajado bajo las mismas condiciones horarias desde 1931, sin modernizar su productividad
Ver galería
thumb
Ver galería
thumb
Ver galería
thumb
Ver galería
thumb
Ver galería
thumb
Ver galería

Durante casi un siglo, México ha mantenido prácticamente intacta la estructura legal de su tiempo de trabajo. En 1931, con la promulgación de la primera Ley Federal del Trabajo, se fijó la jornada de ocho horas diarias y 48 horas semanales como un derecho laboral. Ese marco fue un avance civilizatorio para su época: por primera vez, el tiempo dejó de ser una imposición sin reglas y se convirtió en un límite jurídico para proteger al trabajador.

thumb
Infografía que muestra los momentos clave en la historia laboral de México: 1931 con la fijación de la jornada de 48 horas, 1970 con la modernización de la ley, 1987 con la crisis que transformó el trabajo en supervivencia y 2025 con el regreso del tiempo laboral al debate nacional

En 1970, la ley fue modernizada. Se reforzaron derechos, se reguló con mayor claridad la relación entre empresas y sindicatos, se fortalecieron las prestaciones, las vacaciones y el reparto de utilidades. Sin embargo, el elemento central —la duración de la jornada— permaneció intacto. El reloj laboral no se movió.

thumb
Infografía que compara el número de horas trabajadas en 2022 por país: México con 2,226 horas anuales supera a Chile, Brasil, Argentina, Francia y Alemania, así como al promedio de la OCDE. La imagen destaca que, pese a esta carga laboral, México no alcanza niveles altos de productividad
thumb

El siguiente punto de inflexión no llegó por la vía legislativa, sino por la crisis. En 1987, con inflación elevada, devaluaciones sucesivas y caída del salario real, el trabajo dejó de discutirse en términos de bienestar y pasó a vivirse como supervivencia. Desde entonces, la lógica dominante fue resistir con más horas. Para millones de trabajadores, el tiempo se volvió el principal recurso para compensar la pérdida de ingreso real.}

thumb
Infografía que muestra cuánto valor económico se genera por hora trabajada en distintos países: México (24 USD), Brasil (30), Argentina (35), Chile (42), Promedio OCDE (60) y Francia (88). La imagen destaca el desfase entre el tiempo invertido por el trabajador mexicano y el bajo rendimiento productivo

En 2025, por primera vez desde aquel diseño original de 1931, México vuelve a colocar formalmente el tiempo de trabajo en el centro del debate público. La discusión sobre la reducción de la jornada a 40 horas ocurre después de casi un siglo con el mismo marco horario.

thumb
ZIlustración de una fábrica con robots industriales en primer plano que contrasta el modelo productivo mexicano basado en mano de obra barata con el de Alemania, que ha apostado por la automatización y la inversión en innovación. Se destaca el dato: México invierte 0.3% del PIB en I+D, Alemania 3.1%

Durante décadas, el crecimiento económico del país se sostuvo sobre un modelo intensivo en mano de obra: maquila, ensamble manual y salarios bajos como principal ventaja competitiva. Mientras economías como Alemania, Japón y Corea del Sur apostaron por automatización, robótica, ciencia aplicada e innovación tecnológica, México compitió con volumen de trabajadores. El resultado fue una expansión basada en más turnos, más tiempo y más desgaste, pero con bajo valor por hora.

thumb
Imagen de un trabajador caminando en una fábrica con un gran reloj detenido en la espalda, simbolizando cómo México ha trabajado más pero sin avanzar en productividad en las últimas dos décadas. El fondo muestra a otros obreros en fila, reforzando la idea de desgaste acumulado sin valor añadido

Esa diferencia se refleja también en la inversión en innovación. México destina alrededor de 0.3% de su Producto Interno Bruto a investigación y desarrollo, mientras Alemania invierte aproximadamente 3.1%. La brecha tecnológica se traduce directamente en capacidad productiva.

thumb
Ilustración hiperrealista de un reloj industrial cubierto de cera derretida, simbolizando el colapso del antiguo modelo laboral. En el fondo se observa una fábrica oscura y deteriorada. La imagen representa el momento decisivo que enfrenta México al debatir una reforma que podría romper con un siglo de desgaste productivo

Los datos comparativos de horas trabajadas muestran la magnitud del fenómeno. En 2022, el trabajador mexicano promedió 2,226 horas al año, por encima de países como Chile (1,962), Brasil (1,709), Argentina (1,692), Francia (1,511) y Alemania (1,340). México se ubica muy por encima del promedio de la OCDE, que ronda las 1,751 horas anuales.

Sin embargo, ese mayor volumen de tiempo no se traduce en mayor generación de valor. Mientras México produce alrededor de 24 dólares por hora trabajada, Brasil alcanza 30, Argentina 35, Chile 42, el promedio de la OCDE se sitúa en torno a los 60 dólares y Francia supera los 88 dólares por hora. El desfase evidencia que el problema no es cuánto se trabaja, sino cómo se produce.

El estancamiento también es visible en el indicador de Productividad Total de los Factores (PTF), que mide qué tanto crece una economía por eficiencia, tecnología e innovación, más allá del simple aumento de insumos. Desde el año 2000 y hasta la última década, la PTF de México se ha mantenido prácticamente sin avance, mientras que el promedio de los países de la OCDE mostró una trayectoria de crecimiento sostenido. Durante veinte años, el motor de la eficiencia estructural del país permaneció detenido.

En este contexto, la discusión actual sobre la reducción de la jornada laboral no se limita a un ajuste de horarios. Implica una revisión integral del modelo productivo. El país enfrenta el desafío de modificar su forma de generar valor sin frenar su actividad económica. Las 40 horas no representan el punto final del debate, sino el primer indicador de un cambio estructural que, por primera vez en décadas, coloca a la productividad, la innovación y la eficiencia en el centro de la conversación económica nacional.

«pev»