Murió Carlos Ferreyra, periodista que forjó sus raíces en Excélsior
Carlos Ferreyra fue parte de la generación que vivió el periodismo como vocación y testigo de momentos clave en la prensa mexicana

El periodista Carlos Ferreyra Carrasco, figura de larga trayectoria en medios nacionales e internacionales, falleció este 8 de octubre de 2025 a los 87 años. Originario de Morelia, Michoacán, Ferreyra fue parte de una generación que entendía el oficio como una forma de vida. En su camino profesional, Excélsior ocupó un lugar central: ahí forjó no solo su estilo, sino también parte de su reputación como reportero de calle, cronista de conflictos y narrador crítico de la realidad.
Ferreyra ingresó a Excélsior en la década de los setenta, por invitación del también periodista Miguel López Azuara. En esa época se incorporó a la redacción de “Últimas Noticias”, una de las secciones más dinámicas del diario, donde ejerció como reportero y, en algunos momentos, como editor de información general. Su cobertura se centró en temas políticos, sociales y de coyuntura internacional. Fue testigo y cronista de detenciones, procesos judiciales, conflictos políticos y tensiones diplomáticas.
Una de las anécdotas que él mismo relató en entrevistas posteriores —como la emitida por Radio Educación en 2007— fue su cobertura de la detención de cuatro pescadores cubanos en Miami, a quienes retrató encadenados. Aquella fotografía, capturada en plena tensión entre Washington y La Habana, circuló ampliamente y marcó su identidad como periodista con ojo crítico y mirada política.
Trayectoria en Excélsior y el periodismo mexicano
Su paso por Excélsior coincidió con un momento álgido en la historia del diario: los años previos y posteriores al cisma editorial de 1976, cuando el gobierno de Echeverría intervino el rotativo y provocó la salida de Julio Scherer García y buena parte de su equipo.
En “Hojas de papel volando”, suplemento de Organización Editorial Mexicana (OEM), se recuerda que en 1976 Ferreyra ya trabajaba como reportero en Excélsior y que posteriormente diversificó su trayectoria en medios como Unomásuno, Notimex, la agencia Prensa Latina y programas de radio y televisión. También colaboró con instituciones como la SEP, el Senado de la República y CONACULTA.
Ferreyra no ocultaba su orgullo por haber sido parte de Excélsior. En varias entrevistas expresó que fue ahí donde aprendió la disciplina de la información, el rigor en el manejo de fuentes y la importancia de llegar a tiempo —con los hechos verificados y, si era posible, con una foto que hablara por sí sola.
Reflexiones y vida personal
En sus últimos años, ya retirado y afectado por la pérdida total de la vista y el oído, hablaba con serenidad sobre su muerte. En entrevistas concedidas en 2023 —algunas de ellas cuando ya estaba enfermo— expresó su deseo de ser incinerado junto a su esposa Magdalena, con quien tuvo tres hijos y seis nietos. Su voluntad era que sus cenizas fueran mezcladas y sembradas en la raíz de un árbol.
Algo debí hacer bien para que estén aquí”, dijo en mayo de ese año, durante un homenaje en vida ofrecido por colegas del gremio en el University Club. Para entonces, sabía que el final estaba cerca.
Murió en paz, pero sin renunciar a su lucidez. Como él mismo dijo, el periodismo no se aprende: se vive. Y él lo vivió en cada nota, en cada crónica, en cada cierre de edición.
Legado y reconocimientos
Ferreyra fue parte de la llamada “generación del Excélsior”, aquella que vivió el antes y después del cisma de 1976, cuando el gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez intervino el diario, lo que derivó en la salida de Julio Scherer García y otros periodistas que fundaron después Proceso (1976).
En su etapa posterior, Ferreyra colaboró también en Unomásuno, diario fundado en 1977 por Manuel Becerra Acosta, otro de los periodistas escindidos de Excélsior. Además, trabajó en la agencia Notimex, la prensa latinoamericana y medios públicos como Radio Educación, donde impartió talleres y realizó colaboraciones esporádicas.
Según el Registro Nacional de Creadores de Arte, Ferreyra fue reconocido en 1994 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) por su contribución al periodismo cultural y de investigación. También fue asesor editorial del Senado de la República entre 2001 y 2006, en temas de comunicación institucional.
En sus últimos años, Ferreyra residía en Ciudad de México, donde recibió en 2023 un homenaje por parte de colegas y excompañeros de redacción, quienes destacaron su legado como formador de generaciones de reporteros. Su frase recurrente —“el periodismo se vive, no se enseña”— fue retomada durante ese acto como síntesis de su visión del oficio.
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