Tiempo de mujeres para... ‘Evitar vicios masculinos’: Ana Lilia Rivera, presidenta del Senado

Advierte que todavía no terminan de desarrollar un pensamiento de sororidad y todas están en ese aprendizaje

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Ana Lilia Rivera, presidenta del Senado

Franca en aceptar que las sutilezas de la cultura machista le dejan en claro que los hombres quieren “floreros”; quieren cubrir apariencias, ceder espacios, pero jamás ceder el poder a un mujer, Ana Lilia Rivera, presidenta del Senado, considera que “no basta con las leyes, no basta con llegar a los espacios”; es necesario que las mujeres ejerzan en verdad el poder, sin repetir los vicios masculinos.

No solamente tomando la representación del poder, creando nuevas leyes y políticas públicas que se enfocan a generar igualdad, significa que ya vivimos en el clímax del tiempo de mujeres. No. Estamos empezando.

El tiempo de mujeres es una transformación cultural profunda, porque no por ser mujeres piensas con equidad de género. Hay muchas mujeres que ejercen el poder bajo la cultura patriarcal machista. Entonces, la profundización del cambio; la igualdad sustantiva; la igualdad de todos nuestros actos es un proceso cultural que estamos empoderando. Sí estamos empujando ese proceso, pero hay una resistencia cultural muy grande, que incluso las mujeres fomentamos”, dice.

Rivera jamás había sido senadora de la República o diputada. Sus orígenes políticos se centran en la lucha social en su natal Tlaxcala, pero los 27 años de acompañar la lucha política de Andrés Manuel López Obrador la llevaron, en 2018, a ser senadora.

Así, como novel legisladora, Rivera se convirtió en la primera mujer en presidir la Comisión de Estudios Legislativos Segunda del Senado, que supervisa que las reformas o nuevas leyes que se procesan se ajusten al orden jurídico nacional.

Y luego, al segundo intento, se convirtió en la presidenta del Senado, cargo que concluye con el fin de la LXV Legislatura, el 31 de agosto próximo.

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– Tanto como presidenta de Estudios Legislativos Segunda y como presidenta del Senado, ¿qué presiones machistas ha enfrentado?

– Es que ahora son casi imperceptibles. Los sentimos cuando ya estamos en un espacio de poder y, a la hora de tomar decisiones, te das cuenta de que te lo prestaron, pero no lo tienes.

Eso me tocó vivirlo en la presidencia de la Comisión de Estudios Legislativos Segunda. Cuando llegué, leí la ley, el reglamento y vi cuáles eran mis facultades, esto tengo que hacer, pero siempre era que ‘sí; eso dice el reglamento, pero tenemos que buscar otra opinión o tenemos que buscar que aprueben lo que propones’. Entonces, yo decía: ‘son mis facultades’, pero como que con la mirada me decían: ‘ay, te las creíste’.

Entonces, tuve que aprender a sortear una Comisión que, además, estaba representada por coordinadores de grupos parlamentarios hombres que me veían y decían: ‘ésta no tiene experiencia, no sabe’ (…) Los primeros días era muy agresiva la actitud de los caballeros en la Comisión que yo presidí, pero, sobre todo, de los mandos que estaban por encima de mí: ‘eres parte de, pero tú no resuelves, tú no decides. Entonces, no te atrevas a cambiar, a modificar, porque eso tú no lo puedes hacer’.

Cuando llego a la presidencia del Senado, que también fue un momento importante. Llego, leo mis facultades, sé qué es lo que tiene que hacer la presidenta. El primer espacio que yo decidí modificar fue el del director de los Medios, por diversas cosas. Yo incluso platiqué con él. Le pedí tres cosas y las tres cosas no las hizo. Después me di cuenta que él consideraba que yo no era la autoridad, que tenía otra autoridad.

Eso lo vi, sobre todo, el día que hubo un temblor y todos nos salimos; recién acababa de entrar. Salimos todos. Iba yo, presidenta del Senado, y el coordinador del grupo parlamentario, cuando pasa el momento en que estamos fuera, que deben entregar el reporte de la hora del sismo, la magnitud y en qué condiciones están las instalaciones.

Pero yo no sabía y el de Medios, en lugar de entregarme a mí la información, y el de Protección Civil de entregarme lo que corresponde, todos los medios fueron a entrevistar al presidente de la Junta de Coordinación Política. A él le entregaron el reporte y yo me quedé parada a un lado. Llega la senadora Mónica (Fernández Balboa) y me dice: ‘por ningún motivo dejes que te ninguneen, presidenta. Tú eres la presidenta del Senado y es a ti a quien le deben entregar el reporte, casi te avientan. ¿Cómo es posible que te traten de esta manera?’.

En ese momento yo me sentí muy mal y entonces entré, reflexioné y dije: no puedo seguir manteniendo a quien coordina los medios, porque no me respeta y, entonces, fue mi primera decisión y no se la consulté a nadie. Lo llamé y le dije: le di una oportunidad y tres cosas le pedí y no hizo ni una de las tres y me dejó usted sola y me dejó usted exhibida y usted me humilló públicamente. Ya no necesito de su servicio, porque yo requiero quién me ayude, no quién me ignore.

Esa decisión, la primera que tomé, no fue recibida con agrado. Y la llamada fue: ‘vas a colapsar el Senado, por todos los acuerdos que hay construidos; estás desequilibrando’. Y me asustaron, pero yo contesté: ‘dime si he hecho algo que no esté dentro de mis facultades’, pero se quedó callado y le di los motivos y se quedó callado.

Entonces entendí que te quieren como un florero, pero no te quieren dar el poder. Quieren cumplir apariencias, pero no te quieren dar el poder. Te quieren dar los espacios, pero no te quieren dar el dinero para que lo administres.

Esas sutilezas, en medio de este momento que decimos que es tiempo de las mujeres... no basta con las leyes, no basta con llegar a los espacios. Esas sutilizas no las podemos permitir. Y tampoco podemos pelear con nuestros compañeros. Tenemos que enseñarles a ellos también que no vamos a jugar a tomar el poder, que venimos a tomar en verdad el poder”, relata con detalle.

–¿Por qué entre las mujeres políticas no existe el valor de romper con sus líderes, con sus partidos y enfrentarlos, como lo han hecho los hombres?

–Recurro nuevamente al modelo con el que se gobierna. Casi todas las mujeres que en estos momentos tenemos un cargo venimos de procesos o de movimientos dirigidos públicamente por hombres, pero los mandos medios o los líderes de abajo, las líderes son las mujeres.

“¿Por qué las mujeres no tomamos el poder?, porque no hemos encontrado las oportunidades y cuando nos las han dado, sentimos miedo de no hacer lo correcto y siempre estamos tratando que haya alguien por encima de uno, que te cubra o te proteja si cometes errores.

Los hombres no temen, porque los hombres no tienen por qué explicar sus decisiones y, si se equivoca, es asertivo, porque creció siendo asertivo. Saben decir no, cuando no, y saben decir sí, cuando sí. Y las mujeres sólo aprendimos a decir sí. No hemos entendido todavía que la sumisión no genera respeto, genera abuso.

Este momento que tenemos hoy, de posibles mujeres que van por la Presidencia, ellas están en esa condición de liderazgo, de poder jalar a hombres y mujeres, a jóvenes, viejos, a católicos y agnósticos; a mexicanas y mexicanos con un liderazgo y con un perfil que rompa con esos estigmas de lo que es ser mujer.

Yo creo que son nuestros temores. Los hombres dicen: ‘hasta aquí llegué’. Las mujeres decimos: ‘si ya no me apoyan, ya no avanzo’. Tenemos que ser asertivas y reconstruir nuestra autoestima en este medio, porque es un medio muy difícil para las mujeres. No solamente por la propia cultura y el ejercicio del poder de hombres dominantes, sino, también, porque las mujeres todavía no terminamos de desarrollar un pensamiento de sororidad y todas estamos en ese aprendizaje”.

Considera que “a los hombres hay que aprenderles lo bueno: ellos no se pelean entre ellos, ellos se ayudan, ellos se solidarizan. Las mujeres vemos oposición, adversidad, competencia y eso es lo que debemos cambiarlo por solidaridad, reciprocidad y siempre en la otra debemos ver un reflejo nuestro”.

Orgullosa de sus orígenes humildes y de la ruta de esfuerzo personal que la convirtieron en presidenta de uno de los tres Poderes de la Unión, Ana Lilia Rivera está convencida de que las mujeres deben dejar su sello de una nueva forma de ejercer el poder.

Tenemos en la mente que el poder se ejerce para servirse; que el poder se ejerce para disfrutarlo; que el poder se ejerce, porque ‘yo soy el poder’ y, entonces, lo que hoy concebimos las mujeres, que nos hemos formado ya en esta nueva manera de ver el poder es: una mujer no puede ejercer el poder para servirse, tiene que servir a los demás; una mujer tiene que ejercer el poder con el corazón y la conciencia de que en otras debe verse a sí misma y que otras no padezcan y sufran lo que ella ya sufrió; una mujer ejerce el poder castigando a quien infringe el poder. Una mujer ejerce el poder con humildad. Una mujer ejerce el poder alejada de los privilegios. Una mujer ejerce el poder para enseñar a otras cómo se ejerce de manera distinta y se puede triunfar”, resalta.

Así, ella quiere ser recordada, en su ejercicio del poder, como la mujer que puso por delante su decisión de vivir sin excesos, porque “cuando yo regrese con mi gente, no quiero que me desprecien por haber cambiado”, y su convicción de no hacerle daño a nadie, respetar a todos y no discriminar.

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