Abuelas presentes, nueva ronda de maternidad

Ser mamá no siempre es biológico. A algunas, el ser madres les llega de forma súbita, luego de situaciones inesperadas y, muchas de ellas, dolorosas

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Fotografía: Especial

La muerte de los padres biológicos, desaparición, abandono, maltrato o simple irresponsabilidad son factores que provocan que menores de edad queden desamparados.

En muchos de estos casos, son las tías, hermanas mayores o abuelas las que terminan asumiendo el rol de mamás, aunque en muchos casos no estuvieran preparadas para ello o tuvieran otro plan de vida.

Excélsior recopila algunos testimonios sobre mujeres que han experimentado este tipo de maternidad repentina.

“NO ME ARREPIENTO DE TENERLA CONMIGO”

La vida de Magaly Fernández, de 37 años, dio un giro cuando secuestraron a su hermana y, cinco días después, la encontraron sin vida. Ante esa situación, ella decidió quedarse con su sobrina y ahijada Fátima, que en ese entonces tenía tres años, como si fuera su hija.

Fui por la niña a la escuela y me la traje a la casa en lo que mi hermana aparecía. Cuando vimos que no aparecía, hablé con su papá y le dije que necesitaba que me firmara papeles, porque la tenía que llevar a la escuela. Le mandé los papeles, porque vive en Estados Unidos, me firmó y me quedé con ella. Tenía 27 años”, narra Magaly a este diario.

Aunque ella cuidaba a su sobrina, porque su hermana trabajaba, tener una hija de tiempo completo fue inesperado.

Yo era soltera, no estaba ni casada ni nada de eso, entonces, ya no podía salir. Era algo diferente, no difícil, diferente”, cuenta.

Aunque asegura que el ser mamá no le costó tanto trabajo, sí era más complejo enfrentar las preguntas que hacía la gente que, de repente, la veía con una niña pequeña, o las pláticas de otras mamás cuando hablaban de sus embarazos.

La situación fue un poco más llevadera gracias a quien ahora es su esposo, quien también asumió la paternidad repentina.

Cuando mi hermana murió, yo llevaba como seis años con el que ahora es mi esposo, y él también era padrino de la niña, entonces, cuando se quedó conmigo, él me dijo: ‘no te preocupes, vamos a ver por ella, estemos o no estemos juntos’”.

A 10 años de haberse convertido en mamá, Magaly no se arrepiente. Alguna vez pensó que su vida sería viajar y no tener hijos; ahora se sabe feliz con su familia, a la que ya se Teresa Hernández disfruta a su hija-nieta María. Fotos: Especial Fotos: Especial Regina y Alonso pusieron a prueba el temple de sus madres, quienes están orgullosas de sus hijos. Por las noches sudaba mucho, se despertaba gritando; yo pensaba que era algo normal en los niños.”

“ELLOS SON MI NUEVO MOTOR”

A mí me habló por teléfono el DIF de Tijuana para que fuera a recoger a mis hijos, porque, si no, los iban a dar en adopción”, relata Patricia Miranda, de 62 años, quien hace seis años tuvo que adoptar el papel de mamá de sus nietos, cuando ya había dejado atrás esa etapa de su vida.

Mi hijo los traía en la calle, tomaba y, con la pena, se drogaba. Él no tenía trabajo porque no tenía dónde dejar a los niños, a veces lo contrataban para ayudar un rato en cosas de albañilería, de electricidad, entonces había veces que los dejaba solos”, cuenta.

La maternidad súbita, en un momento de la vida en que ya se encontraba sola, tras haber cuidado a sus propios hijos, transformó la vida de Patricia.

Yo ya había dejado atrás la maternidad… primero me dejaron una niña de cinco años y ahorita tiene 15. Realmente fui la que la crié, fue la primera que me dejaron y, ya después, fueron los otros tres, que ahorita tienen 12, 11 y 9 años y necesitan mucha atención”, narra en entrevista.

Me hace sentir feliz, porque volví a empezar. Es una etapa nueva para mí, porque hay muchas cosas nuevas que yo ya no entiendo, y me da felicidad, pero después sí pienso que es mucha responsabilidad”, asevera.

Tenerlos me cambió la vida, porque a mí me encantaba el baile, pero en cuanto llegaron ellos mi vida se transformó completamente, se quitaron bailes, se quitaron salidas. Pero no me arrepiento, porque yo creo que me divertí cuando lo quise. Ahora mis nietos son mi motor para echarle más ganas y salir adelante con ellos”, concluye.

“SERÁN MIS HIJOS”

Un tumor cerebral acabó con la vida de Rocío, la nuera de Teresa Hernández, en 2010. Al mes, su hijo Jorge sufrió un derrame cerebral que lo dejó sin habla y sin poder caminar. Así ella, a sus 53 años, tuvo que hacerse cargo no sólo de su hijo enfermo, sino, también, de sus nietos, María, de cinco años, y Miguel, de casi siete.

Fue algo terrible, pero, bendito Dios, medio los saqué adelante, ahorita el niño tiene 20 años, la niña tiene 17. Ellos me ven como su mamá, me quieren mucho a mí”, cuenta a Excélsior.

Adoptar esta maternidad tardía no fue fácil, Miguel, su hijo-nieto, vive con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), “con una partecita de Asperger”, relata Teresa, por lo que los últimos 12 años han sido un ir y venir a terapia, y sufrir para encontrar escuelas que lo acepten.

En ese entonces me apoyaba mi marido. Imagínate, yo, de ya no criar, mi hijo el más chico tenía 19 años. Le ayudaba a mi nuera con los niños, pero no al 100%. Fue una situación difícil para mí, pero mi marido me apoyó”, rememora y asegura que, a la vez, fue bonito tener una hija, porque biológicamente ella sólo tuvo niños.

Volver a la crianza no fue sencillo. Llevó a los niños de Altamira, Tamaulipas, a Tampico. El esfuerzo la adelgazó y dejó de viajar para dedicarse por completo a ellos.

Yo ya estaba acostumbrada a que para donde me apuntaba el huarache, me iba. Se me estaba cerrando el mundo. Pero ya después dije: ‘debo de poder’. Fue muy difícil. Me decía mi marido: ¡qué bárbara, mis respetos para ti!”.

Con la pandemia de covid-19 se fue su sostén más fuerte, su esposo. “Él era mi apoyo para mover a mi hijo. Pero, gracias a Dios, ahora es Miguel el que mueve a su papá”, explica.

Pese a todo, son sus hijos los que la motivan. “Cuando recuerdo, me da tristeza, pero a la vez siento que di lo más que pude con ellos, porque también ya me agarraron cansada, pero dije: ‘doy lo que pueda, lo que pueda aportar en ellos’, y, hasta la fecha, saco la cara por ellos. Mientras yo viva, los he de ver como mis hijos”.

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