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Nacional

Las mujeres de Marcos; actrices, monjas, campesinas, políticas, guerrilleras

El EZLN se alista, 24 años después del alzamiento, a postular en 2018 a una indígena como candidata independiente a la Presidencia

Andres Becerril | 26-05-2017

CIUDAD DE MÉXICO.

Antes de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) emergiera públicamente en Chiapas en 1994, las mujeres ya eran fundamentales para el grupo armado y su líder visible, el subcomandante Marcos.

En diciembre de 1993, en el Despertador mexicano, órgano informativo zapatista, se publicó la Ley Revolucionaria de Mujeres; 24 años después, el EZLN se prepara para postular a una mujer indígena como candidata independiente a la Presidencia de México en 2018.

A partir de hoy y hasta el próximo domingo, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, el EZLN y los integrantes del Congreso Nacional Indígena (CNI) iniciarán los trabajos de la asamblea constitutiva donde se nombrará el Concejo Indígena de Gobierno para México, que a su vez nominará a la vocera de éste y que será, además, candidata presidencial en las elecciones del próximo año.

En torno del EZLN y de Marcos —la figura más emblemática del grupo armado— siempre han gravitado las mujeres. De forma genérica, en la Ley Revolucionaria de Mujeres, redactada en la clandestinidad y con la aportación de las vivencias de las indígenas de las comunidades, fueron fundamentales en este trabajo la comandanta Ramona, la comandanta Susana y la mayor Ana María.

El documento dice: “En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso de cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia…”

Después que el mundo conoció que un grupo de indígenas se levantó en armas en Chiapas, comandados por un mestizo que se identificó como subcomandante Marcos, se supo que una mujer, la mayor Ana María, había participado en la toma de San Cristóbal de Las Casas, la madrugada del 1 de enero de 1994.

La comandanta Ramona —quien murió en 2005, víctima de cáncer— fue conocida mundialmente a partir de los Diálogos de Paz que se desarrollaron en la catedral de San Cristóbal de Las Casas entre el EZLN y la representación del gobierno de México encabezada por Manuel Camacho Solís, donde también participó Ana María, siendo ella y Ramona las dos mujeres en la delegación de 19 Zapatistas. Ana María vestía de pantalón, como insurgente; Ramona, de vestido.

En ese diálogo se dejó ver discretamente una mujer fundamental en todo el proceso de paz, hasta su muerte, el 22 de febrero de 2012. Se trata de María David Espejo, una monja chihuahuense conocida como Chapis. A esta mujer, que llegó a Chiapas en 1972 y fue muy cercana al obispo Samuel Ruiz García, Marcos le lloró. En un comunicado de noviembre de 2013, el líder zapatista recordó cómo le divertían a Chapis las historias de su personaje Don Durito de la Lacandona.

Conforme pasó el tiempo y se fue conociendo más de los orígenes del EZLN, se hizo público que una mujer había sido parte del grupo fundador, que llegó en 1984 a la selva Lacandona para establecer la célula que diez años después se conoció como EZLN. Ella es María Gloria Benavides Guevara, que llegó a tener el grado de subcomandante, pero que fue arrestada en la ofensiva del gobierno de Ernesto Zedillo el 9 de febrero de 1995.

En esa ofensiva contra la dirigencia zapatista, fue la mayor Ana María quien tomó la batuta del grupo, mientras el subcomandante Marcos corría por su vida.

El 13 de febrero de 1995, Ana María convocó a periodistas de las agencias internacionales AFP y Reuters y a los periódicos La Jornada y Excélsior en un lugar de Los Altos de Chiapas, donde habló de la situación que se vivía en la selva Lacandona a raíz de la búsqueda de Marcos.

Otro gran escenario del zapatismo fue la convención de Aguascalientes en el ejido Guadalupe Tepeyac, en Las Margaritas. Ahí una de las mujeres que estuvo en el ánimo de Marcos fue Rosario Ibarra de Piedra, legendaria luchadora por los derechos humanos, y en particular por la búsqueda de su hijo, Jesús Piedra, desaparecido en la guerra sucia de los setenta.

El 8 de agosto de 1994, en el Aguascalientes zapatista, Marcos le entregó a Ibarra la Bandera Nacional a manera de ser la representante internacional del EZLN, mientras que ella lo adoptó como su hijo. “Es un orgullo ser la madre postiza de Marcos, es una ilusión muy bella sentir que un ser humano tiene una semejanza con mi hijo desaparecido; es hermoso, sus ideales son gemelos a los de Jesús Piedra, el hijo que me quitó el gobierno mexicano”, dijo Ibarra en Madrid.

En ese mismo acto, la actriz Ofelia Medina, que en cuanto se levantó en armas el EZLN estuvo ayudando a las comunidades indígenas, se convirtió en una mujer imprescindible en el entorno de Marcos y el grupo armado.

En octubre de 1994, Martha Durán de Huerta publicó el libro Yo, Marcos, donde el zapatista expresa que “antes de la guerra había mucho recelo de los varones cuando una mujer tenía el mando. Era un desmadre. Me la pasaba arreglando broncas. Eso de que  ‘no la obedezco porque es vieja’. Así los educaron. ‘¡Cómo es posible que te esté dando órdenes una mujer!’ En tu pueblo la mujer no hace eso”.

Habló de la fiereza de las mujeres en la batalla de Ocosingo, por mucho, la más sangrienta de los 12 días de combates. “Las que pelearon mejor fueron las mujeres oficiales, ellas sacaron a la gente herida del cerco”.

Marcos le dijo a Durán de Huerta que en marzo de 1993, a la comandante Susana le tocó juntar las propuestas zapatistas: “Queremos que no nos obliguen a casarnos con quien no queremos. Queremos tener los hijos que queramos y podamos cuidar. Queremos tener derecho a un cargo en la comunidad. Queremos derecho a decir nuestra palabra y se respete. Queremos derecho a estudiar y hasta ser choferes”.

Otra mujer dentro del zapatismo fue María Luisa Tomasini. El 8 de junio de 1995, la señora Tomasini recibió una carta firmada por Marcos donde la convirtió en parte de la familia zapatista. “Por supuesto que ha sido aceptada como “abuelita” de todos nosotros. Agradecemos su apoyo. La edad no es impedimento para luchar por la democracia, la libertad y la justicia en el mundo. El único impedimento es la falta de vergüenza y de dignidad. Para estar con nosotros no se necesita ser joven, sino ser humano, así que no hay que apenarse por la edad (yo, por ejemplo, tengo 86 años y ya ve usted, soy más joven que Fidel Velázquez). Después de todo, la edad no es más que un montón de calendarios guardados en la piel... pero no en el corazón”.

En el diálogo de San Andrés Larráinzar entre el ELN y el gobierno, en 1995, apareció otra comandanta. A diferencia de Ramona, que un año atrás apareció en San Cristóbal, la comandanta Trini, una mujer con todas las características de trabajar la tierra, habló en tojolabal.

En abril de 1996, Danielle Mitterrand, viuda del expresidente francés François Mitterrand, y Hebe de Bonafini, líder de la Asociación de Madres de la Plaza de Mayo de Argentina, llegaron a la Lacandona a ver al subcomandante Marcos.

Los zapatistas les dieron a la francesa y a la argentina recepción de honor, para agradecerles el apoyo de las mujeres, que les llevaron ayuda médica y financiera.

En el marco del llamado zapatour, entre febrero y abril de 2001, cuando los zapatistas encabezados por Marcos recorrieron el país hasta la Ciudad de México, para cabildear la Ley de Derechos y Cultura Indígenas, tres mujeres brillaron. Las comandantas Yolanda, Susana y Esther.

Fue Esther, una indígena tzeltal, quien tuvo la responsabilidad de tomar la palabra en el salón de plenos de la Cámara de Diputados el 28 de marzo de 2001.

“Algunos pensaron que esta tribuna sería ocupada por el sup Marcos y que él daría el mensaje central de los zapatistas. El subcomandante insurgente Marcos es eso: un subcomandante. Nosotros somos los comandantes, los que mandamos.

“Mi nombres es Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer, es lo único que importa ahora”.

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