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Nacional

Los olvidados de la tragedia; secuelas del ataque a equipo de futbol

Para Los Avispones, los sueños de ganar un campeonato fueron sustituidos por cirugías, consultas sicológicas y rehabilitación

Ernesto Méndez | 25-09-2015

CHILPANCINGO, 25 de septiembre.— Los Avispones son los olvidados de la noche trágica de Iguala, al cumplirse un año de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.

Ninguna persona ligada al equipo de futbol de la tercera división fue convocada a la reunión de ayer del presidente Enrique Peña Nieto con los padres de los normalistas, a pesar de que durante los ataques del 26 de septiembre de 2014, el miedo, el dolor y la muerte también alcanzaron al club deportivo.

Los fallecidos fueron el jugador de 15 años, David Josué García Evangelista apodado El Zurdito; el chofer del autobús donde viajaban, de nombre Víctor Manuel Lugo Ortiz conocido como Barcel y una mujer que pasaba por el lugar a bordo de un taxi, Blanca Montiel Sánchez, ama de casa originaria del municipio de Texcoco, Estado de México.

Los Avispones regresaban a la capital del estado de Guerrero después de vencer al equipo de Iguala 3-1, en su partido de debut en la liga de tercera división, cuando fueron atacados en al menos dos ocasiones por hombres encapuchados que sacaron del camino el autobús de la empresa Castro Tours, al confundirlos con alumnos de Ayotzinapa.

Los servicios periciales contabilizaron más de 200 casquillos percutidos alrededor de la unidad Volvo que quedó inservible, a lado de la carretera Iguala-Chilpancingo.

Eran aproximadamente las 11:30 de la noche, con lluvia en el horizonte, cuando la historia de los 27 jugadores y el cuerpo técnico cambió para siempre.

“La noche se veía más oscura de lo normal”, recuerda Irvin Paul Meza, mediocampista que porta el número 8 en la espalda, al describir el peor día de su vida.

“Lo que vivimos no nos tenía que pasar a nosotros, es más, creo que a nadie le debería de suceder algo así, la muerte no se le desea a nadie y lo cerca que estuvimos de ella, fue algo muy fuerte para nosotros, porque no teníamos nada que ver”, comentó el jugador, que en el momento de la agresión tenía 14 años de edad.

A partir de entonces, los días se volvieron cuesta arriba para todos, los sueños de ganar un campeonato o convertirse en futbolistas profesionales fueron sustituidos por cirugías, consultas sicológicas y trabajo de rehabilitación, en el mejor de los casos.

Roberta Evangelista Hernández, madre del fallecido Zurdito aseguró que la vida de su familia dio un giro total, pues sus otros dos hijos, de 18 y 9 años, extrañan mucho a su hermano.

“El más pequeño que también jugaba futbol y basquetbol, ahora no quiere practicar deporte, todo el día anda triste y no quiere agarrar el balón”, indicó.

La señora relató que al principio recibieron apoyo sicológico, atenciones y muchas promesas de los gobiernos federal y estatal, pero al paso de los meses ya nadie se acordó de ellos.

“De primer momento hubo acercamiento por parte de algunas autoridades, estuvieron al pendiente de nosotros, pero de repente nos dejaron de buscar, a veces tenemos que ser nosotros quienes estemos hablándoles por teléfono para decirles aquí estamos”, lamentó.

Roberta Evangelista Hernández dijo que hubiera querido estar en el encuentro con el Presidente de la República, para exigir justicia y la reparación del daño como ofreció la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).

“No tan sólo yo, sino también la familia del chofer, y de las demás víctimas, porque hubo más personas asesinadas, ojalá hubieran estado todos los afectados, no nada más los normalistas”, manifestó.

Las balas que cayeron como truenos aquella noche impactaron en piernas y brazos del defensa central, Miguel Ángel Ríos Ney; perforaron el tórax y el hígado del director técnico, Pedro Rentería Lujano; lesionaron el ojo del auxiliar técnico, Jorge León Sáenz y ocasionaron heridas en hombro y espalda a Facundo Serrano Uriostegui, director de Cultura Física y Deporte en Chilpancingo.

A un año de distancia, Los Avispones enfrentan una nueva temporada con 12 de los 27 jugadores que vivieron la pesadilla de Iguala, el resto abandonaron el club al cumplir la edad límite, dejaron de practicar deporte porque bajaron de calificaciones en la escuela o salieron en busca de nuevas oportunidades en el futbol mexicano. Lo cierto es que la mayoría de los jóvenes bajaron de juego por las heridas físicas o emocionales que sufrieron y que marcaron un antes y un después en su vida.

En estos momentos, algunos prueban suerte en la Universidad del Futbol de Pachuca, como es el caso de Daniel Antonio Marcos Fabián, Leonel Fonz Noyola y Miguel Ángel Ríos Ney, quien se repone de las heridas que le provocaron cinco balas, con ayuda de terapias de rehabilitación que tiene que pagar su propia familia.

Facundo Serrano Uriostegui enfrenta tiempos de incertidumbre ante el cambio de poderes en el Ayuntamiento, mientras aprende a vivir con una esquirla que se le quedó alojada en la primera costilla de la caja torácica y que no puede ser retirada, porque corre el riesgo de un colapso de pulmón.

A pesar de que los doctores recomendaron un monitoreo permanente para verificar que el fragmento de bala no se moviera de lugar, lleva 10 meses sin atención médica.

“Dijeron vamos a dejar el fragmento, vamos a monitorearlo, porque pensaban que se iba a encapsular y hasta ahorita pues no sabemos, ya que dos meses después del incidente fue la última cita que tuve, programamos más, pero ya no se dieron”, destacó.

El auxiliar técnico, Jorge León Sáenz pudo salvar su ojo luego de tres cirugías y se encuentra alejado de las canchas; hasta la fecha continúa esperando que el gobierno estatal le pague los lentes especiales que le recetaron para evitar que su visión se siga deteriorando.

El director técnico, Pedro Rentería Lujano es un caso que llama la atención, porque a pesar de que una bala perforó su riñón, 20 días después de ser intervenido quirúrgicamente ya se encontraba entrenando a los muchachos en el Polideportivo de Chilpancingo.

El Profe, como lo llaman sus jugadores, atesora en su casa la tabla con la que dio indicaciones a sus pupilos en aquel partido contra Iguala y que de una u otra manera se interpuso entre él y uno de los proyectiles, porque de un lado tiene un orificio y del otro la sangre que salía de su cuerpo y que amenazaba con arrancarle la vida.

En los días posteriores al ataque, Los Avispones de Chilpancingo fueron informados que cada una de las familias afectadas recibiría una casa de interés social de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), el pago por la reparación del daño por parte de la CEAV y un autobús Volvo donado por el gobierno de Guerrero para que pudieran trasladar a los jugadores a sus partidos como visitantes.

La única promesa cumplida a medias es la entrega de un camión y no un autobús al equipo de futbol, que con la salida de Ángel Aguirre Rivero y la llegada del gobernador interino, Rogelio Ortega Martínez, ya no fue el mismo que les habían ofrecido.

“Viene el gobernador interino y nos entregan este vehículo que es un camión, que obviamente para viajes largos no nos funciona, a veces se para a media subida, tenemos que esperar a que se enfríe, viajamos en ocasiones hasta Ixmiquilpan, Hidalgo, que son casi 10 horas de viaje desde aquí, pero con este camión hacemos 12 horas, ¿Pero que hacíamos?, no podíamos decir, no lo queremos”, concluyó el director de Cultura Física y Deporte en Chilpancingo.

Su último viaje fue al cielo...

El hijo de Víctor Manuel Lugo, chofer de Los Avispones, comparte un texto que dedicó a su padre. Aquí, algunos fragmentos:

“Víctor Manuel Lugo Ortiz (Barcel) fue un padre de familia que amaba su trabajo, manejar el autobús con el cual se ganaba el pan de cada día de manera honrada.

“Un conductor de autobús que salía a cumplir con su trabajo la misión de realizar los viajes que le asignaba la empresa donde trabajaba cumpliendo con brindar su servicio, el interactuar con la gente fue algo natural en él, ya que en los diversos viajes que realizo conoció mucha gente con la que compartió gran parte de su vida, de las cuales surgieron grandes amistades que se fortalecieron con el paso del tiempo.

“Barcel, un conductor que le faltaban muchos kilómetros de carretera y vida por recorrer. Sigue manejando papá, recorriendo caminos entre nubes, viajando de una nube a otra, recorriendo el paraíso, conduciendo el autobús, desempeñando la profesión que tanto amaste y que tantas satisfacciones te dieron. Esa profesión con la cual te ganaste el sustento de manera honrada, con lo cual mantuviste a la familia...

“Hoy me permito plasmar esta oración al Chofer caído.

“Señor, ahora que en este día el manto de la hora suprema me ha cobijado, viene a mi mente aquel momento en el que Salí de mi hogar con la ilusión y la esperanza de poder darle a mi familia mayor comodidad y tranquilidad económica y moral, gracias a ti Señor, y a la carretera, les pude dar un pan limpio y honrado y una morada humilde y sencilla....”

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