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Beatifican a monseñor Óscar Arnulfo Romero en El Salvador

El papa Francisco reconoció en febrero pasado el martirio de Óscar Arnulfo Romero en un decreto que estableció que fue asesinado por “odio a la fe”

Israel López | 23-05-2015

CIUDAD DE MÉXICO, 23 de mayo.- El Salvador hoy será testigo de la beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, después de un largo proceso promovido desde 1990, diez años después de su asesinato.

Aunque los salvadoreños ya arropan a Romero como un santo al que rezan por un país más justo y lo recuerdan en murales, estatuas y hasta llaveros.

En una entrevista con la agencia AFP, monseñor Jesús Delgado, quien fue secretario personal de Romero, reseñó que “monseñor fue un hombre extraordinario, preocupado por su rebaño y es un ejemplo claro al mundo de un pastor que vivió y que sufrió junto a los más pobres”.

“Era sencillo, le gustaba el contacto directo con la gente. Me dolió su muerte pues es de los pocos que he conocido que vivió íntegramente el Evangelio”, recordó a EFE el artesano de la madera Fernando Llort, quien conoció personalmente a monseñor Romero.

Destraban la ruta

El papa Francisco reconoció en febrero pasado el “martirio” de Romero en un decreto que estableció que el arzobispo de San Salvador fue asesinado por “odio a la fe”, por lo que será beatificado en un acto al que se espera la asistencia de cerca de 300 mil personas.

“San Romero de América”, como le llaman los salvadoreños, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando de ultraderecha mientras oficiaba misa en la capilla del hospital de cáncer Divina Providencia de San Salvador.

La Comisión de la Verdad que investigó los crímenes ocurridos durante la guerra, dictaminó en su informe de 1993, que Romero fue asesinado por orden de Roberto d’Aubuisson, fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha) y gobernó el país entre 1989 y 2009.

En 2004, un tribunal de Estados Unidos declaró al capitán Saravia responsable del crimen y en 2010 se supo que Marino Samayoa Acosta, subsargento de la extinta Guardia Nacional y miembro del equipo de seguridad del Presidente, había sido el autor de los disparos realizados por orden de D’Aubuisson.

El asesinato de Romero, fue el detonante de una guerra civil que duró 12 años (1980-1992) y dejó 75 mil muertos.

Ante su tumba han desfilado personalidades como el fallecido papa Juan Pablo II en 1983. Años después, en 2011, lo visitó Barack Obama.

El 22 de septiembre de 1992 la Congregación para la Causa de los Santos dio la autorización para la apertura del proceso diocesano de Romero que el 3 de octubre siguiente declaró oficialmente abierto el papa Juan Pablo II.

En 1996 finalizó la fase diocesana del proceso y en 1997 el Vaticano acepta la validez de la causa. Después de permanecer estancado 16 años el proceso, en abril de 2013 el papa Francisco lo desbloqueó y dos años después, el 3 de febrero de 2015, aprobó el decreto que reconocía el “martirio” de Romero “in odium fidei”, es decir, que fue asesinado por “odio a la fe”, por lo que para su beatificación no es necesario reconocer un milagro.

El arzobispo nació en el seno de una familia humilde en Ciudad Barrios el 15 de agosto de 1917, y se caracterizó por su defensa de los pobres y por su denuncia de los abusos de los Derechos Humanos en los años previos a la guerra civil de El Salvador (1980-1992).

El asesinato el 12 de marzo de 1977 de su amigo Rutilio Grande, un sacerdote promotor de comunidades cristianas de base, fue un punto de inflexión en la vida de Romero, que a partir de ese momento se convierte en un implacable defensor de los Derechos Humanos.

La muerte de Grande ocurrió seis días después de haber sido elegido vicepresidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador, en el marco de una carrera dentro de la Iglesia que inició en 1968.

“Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, “que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de la esperanza”, “les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”, son algunas de las frases más recordadas del mártir salvadoreño.

Su formación

Fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942, después de completar su formación teológica en la Universidad Gregoriana de Roma y de haber pasado por el seminario jesuita de San José de la Montaña.

De regreso en El Salvador en 1943, fue destinado a la parroquia de Anamorós, en el departamento de La Unión, y poco después, a la ciudad de San Miguel como párroco de la catedral y secretario del obispo.

En 1968 fue elegido secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y ocupó el mismo cargo en el Secretariado Episcopal de América Central.

El 21 de abril de 1970, fue nombrado por Paulo VI obispo auxiliar de San Salvador y recibió la consagración episcopal el 21 de junio.

Nombrado el 15 de septiembre de 1974 obispo de la diócesis de Santiago de María, monseñor Romero fue destinado a la Arquidiócesis de San Salvador el 3 de febrero de 1977.

En 1979 fue nominado al Premio Nobel de la Paz, galardón que, aunque no le fue concedido, para sus compatriotas, es “el Nobel de El Salvador”.

Premiado y reconocido

Doctor “honoris causa” por varias universidades, se celebra desde 2010 y cada 24 marzo el Día Nacional de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, declarado por el Parlamento de El Salvador, y el Día Internacional para el Derecho a la Verdad en relación con las Violaciones Graves de los Derechos Humanos y para la Dignidad de las Víctimas, declarado por la ONU.

En posesión de numerosos premios, le fue concedida en 2010, a título póstumo, la orden del “Parlamento Centroamericano, Francisco Morazán, en grado de Gran Cruz”.

Canciones, monumentos y una película, recuerdan al religioso salvadoreño, así como la Fundación Monseñor Romero que, desde 1999, se encarga de preservar y difundir su figura.

Monseñor Romero fue declarado,el 10 de abril de 2015, por la Asamblea de El Salvador “Hijo Meritísimo de El Salvador”.

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