Alianza en Brasil da giro a presidenciales
Eduardo Campos y Marina Silva se unieron para hacer frente al Partido del Trabajo de la presidenta Dilma Rousseff rumbo a las elecciones de 2014
RÍO DE JANEIRO, 30 de noviembre.— Él es el candidato y ella la estrella. Ella es carisma y él, el aparato político. La unión de Eduardo Campos y Marina Silva ha hecho posible que el panorama político de las próximas elecciones presidenciales en octubre de 2014 dé un giro de 180 grados.
Quién sabe si ocurra ciertamente. Falta casi un año para las elecciones y en política eso es mucho tiempo. Pero el vínculo entre Silva y Campos puede alterar las expectativas.
Ambos fueron ministros en la primera legislatura de Lula da Silva, aunque años más tarde seguirían caminos completamente diferentes. Ahora, esta alianza electoral tan espectacular y que hasta hace no mucho parecía improbable, no sólo ha sorprendido a la población brasileña, sino que ha hecho que Dilma Rousseff y el resto del Partido Trabajador (PT) tengan los ojos puestos en esta unión.
Después de que Marina fracasara el pasado octubre al intentar crear su propio partido, Red Sostenible, por no llegar al número mínimo de firmas, decidió afiliarse al Partido Socialista Brasileño (PSB), liderado por el gobernador pernambuquense Eduardo Campos para idear un proyecto político diferente de lo que se ha hecho hasta ahora.
Lo que les ha llevado a unirse ha sido el resentimiento compartido de estos dos lideres hacia el PT. Ambos sueñan con derrotar al gobierno y acabar, por primera vez en cinco elecciones presidenciales, con la disputa entre el Partido del Trabajo y el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB).
Sin dar a conocer su programa y todavía con discursos ambiguos, dejan claro que “estamos viviendo un punto de inflexión y cuando eso sucede, tenemos la posibilidad de grandes transformaciones”, dijo la ambientalista Silva el pasado junio.
Las masivas movilizaciones ciudadanas de Brasil como nuevas expresiones de la oleada de indignación y cuyas principales demandas son las mejoras en el sector de la educación, sanidad y transporte, han hecho replantear el programa electoral de algunos partidos, entre ellos el PSB. Pero la realidad es que pocos políticos han sido capaces de entender el mensaje de las recientes protestas.
“Marina ha sido de las pocas políticas que en su discurso ha querido entender el mensaje de la calle. Es posible que esta forma alternativa de presentarse haya atraído a los medios de comunicación”, dice Valter Duarte Ferreira Filho, profesor de ciencia política de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Marina Silva, nacida en Pará, uno de los estados más pobres del país y analfabeta hasta los 16 años, se convirtió en 2010 en la primera candidata mujer, de minoría étnica, a la Presidencia de
Brasil. Siempre ha sido una persona mediática, volcada hacia las políticas verdes y querida por sus seguidores.
Ahora, la prensa brasileña la tilda de pragmática junto a su aliado Eduardo Campos.
De hecho, según un estudio realizado por el Instituto MDA, la paranense ocuparía el tercer lugar de intención de voto para las elecciones de 2014 con 5.8%. La primera posición la ocuparía la actual presidenta Dilma Rousseff, con 16% y el segundo, el anterior mandatario Luiz Inácio Lula da Silva con 9.7% de intención de voto.
La semana pasada el ex presidente expresó su apoyo a la actual gobernadora en un encuentro a São Paulo con los alcaldes del país. “Si faltan argumentos para decir por qué Dilma ha de tener un segundo mandato, ustedes dicen: ‘porque Lula fue mejor en su segundo mandato y ella también lo va a ser’”, pronunció.
En las últimas semanas ha dejado claro que no será candidato en las elecciones presidenciales de 2014, aunque los sondeos lo presentan como el único candidato que vencería en el primer turno. Algunos creen que los votos de Lula sumarán los de Dilma, otros, dicen que como parte del empresariado brasileño, no se siente totalmente cómodo con las políticas intervencionistas de ella.
Rousseff sigue siendo la candidata preferida de los brasileños, aunque su popularidad actual, de 38%, se ha visto afectada por las protestas con una caída de 16 puntos porcentuales desde junio.
Y no sólo las protestas han sido el motivo de esta caída y serán determinantes en los resultados de 2014. Este 2013, la administración de Rousseff colocó la inflación por encima de la meta de 4.5%. Además, el gobierno padece de una corrupción endémica difícil de controlar.
Y a todo ello hay que sumar la enorme inversión efectuada para el Campeonato Mundial de Futbol, y los Juegos Olímpicos de Río 2016 calculada en 15 mil millones de dólares, que supone un tremendo gasto público en infraestructuras que no benefician a las clases populares, mientras aún quedan altos índices de pobreza en las favelas.
La primavera tropical, que ha cogido muy desprevenidos tanto al gobierno como a la oposición, refleja un cambio en la concepción política de las nuevas generaciones, que ven caducado el actual sistema de democracia representativa y piden más participación ciudadana en las decisiones que toman los gobernantes.
La poca astucia de los políticos para interpretar el mensaje soberano de los indignados y aprovecharlo como una oportunidad de renovación en la línea de sus partidos, se plasmará en el resultado de las elecciones de octubre del año que viene.
Por otro lado, es cierto que las protestas han logrado triunfos parciales, pero sin alcanzar cambios políticos de fondo. El movimiento va a la baja y se empieza a poner en duda los efectos directos que puedan tener las frecuentes marchas en la ciudad. Pero si una cosa se ha conseguido ha sido crear un nuevo clima en el que la política no se circunscriba a los muros del Congreso de los Diputados, sino que sea tema de conversación en los conocidos lanchonetes, cafeterías típicas de Brasil.
Dilma se sitúa, por ahora, por delante de los demás candidatos, según sondeos recientes. Pero Silva y su condición de ecologista y de haber sido capaz de romper con el gobierno de Lula, la podría situar en una posición mejor.
Los 11 meses siguientes serán determinantes para el resultado electoral, para saber si lo que realmente quiere el pueblo es llegar a los 16 años de gobierno del PT o un viraje de rumbo en la política brasileña.
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