Al ritmo del Tilingo-lingo; un mal que agobia a México
Un extraño padecimiento está menguando la salud ciudadana; identifica sus síntomas y apunta la erradicación de este mal como propósito de año nuevo
CIUDAD DE MÉXICO.
En México existe un extraño padecimiento que no respeta género, edad, ni posición económica; la enfermedad puede ser adquirida por cualquier persona, aunque ésta no posea ni los más elementales conocimientos en materia de música, canto, interpretación o ramas afines como para ejecutar una obra artística: me refiero al mal del «Tilingo-lingo».
Twitter: @EduDomDel94; edominguez@gimm.com.mx
Pero pon mucha atención, que después de leer este artículo científico sabrás que tú, o algún familiar o amigo cercano al círculo de convivencia en el que te desenvuelves está contagiado con este penoso achaque; los expertos aseguran que ocho de cada diez mexicanos llegan a ser víctimas de este agente patógeno al menos una vez en su vida.
Se desconoce con exactitud el origen del Tilingo-lingo, así como el momento histórico en que mutó para poder afectar al organismo de los seres humanos; lo único que se sabe, según registros históricos, es que el despunte de su presencia se dio hace, exactamente, una década, a lo largo y ancho de toda la República Mexicana, tras un decreto oficial.
Según científicos-investigadores de la Clínica de Alta Especialidad contra Enfermedades Psicotrópicas de México, las personas se contagian si comparten muchas horas de su tiempo con… bebés. Así es, con bebés, en especial si los niños cifran menos de un año de edad: los adultos que ya sucumbieron realizan el siguiente protocolo. Identifícalo.
¡Ay, a ver, venga el (o la) nene (a)! (Agarran suavemente al menor por sus axilas, y lo menean con delicadeza de izquierda a derecha y viceversa, mientras recitan el siguiente diálogo): ¡Tilingo-lingo! ¡Tilingo-lingo! ¡Tilingo-lingo! (Los únicos que se muestran eufóricos son los adultos, mientras aturden cada vez más al ente transmisor de la enfermedad)”.
Se procede a hablar al niño con voz de idiota, verlo con ojitos chiquiticos, y mostrarle una sonrisa tarada que en vez de proporcionar satisfacción asusta a la criatura. Ahora las personas besan las gordas mejillas del churre, y preguntan una sarta de disparates en diminutivo. Checa:
¿De quién es esta manita? (Y la muerden) ¿De quién es esta naricita? (Y la tocan con la yema del dedo índice) ¿De quién es esta pancita? (Y le dan un beso de trompetilla) ¿De quién es esta piernita? (La persona adulta, que se supone está más cuerda que el menor, abre los ojos, sorprendido) ¡Oh! Mira qué piernita. ¡Me la quiero comer!”, y aparentemente atacan como viles perros hambrientos.
El cuerpo contagioso, claro está, es un niño; la razón es que en este mundo, todo, absolutamente todo, se ve más bonito cuando está chiquito: las personas, los perros, los elefantes, los leones y animales en general; el calzado, la ropa; en fin, todo se ve más, digamos, curiosito.
Cuadro clínico.
Aquella persona que purgue con la condena del Tilingo-lingo presenta enrojecimiento de las mejillas, como si se hubiera mal echado una capa de rubor barato; sonrisa inconsciente y sincera que nace desde el estómago, más o menos a la altura de donde uno siente maripositas cuando se enamora perdidamente.
También se experimenta una sobre-empatía por lo niños (aunque sea momentáneamente), y la persona dañada acaricia levemente la idea de llegar a ser padre, pero algúúúúúún día (y avienta la mano al horizonte, representando lejanía temporal): ahorita no, porque… ¡ay, no!, ahorita niños no”.
Y vemos cómo la enfermedad cumple su ciclo de vida: nacimiento, maduración, clímax y muerte. A la mente del adulto regresa el recuerdo del trabajo, el dinero, la escuela, la pachanga, el novio, la novia, la peda del próximo viernes en Cuernavaca, mi día de descanso: se trata del proceso de curación.
No, pues los niños son bonitos, pero por ahora nada más verlos y jugar con ellos. A parte, con mis sobrinitos tengo. Son un despapaye y eso que sólo los veo una vez a la semana y en fiestas familiares”, las típicas palabras del que sí anhela ser padre o madre en un futuro, pero por ahora se aguanta a lo macho.
Prevención.
La concientización y prevención, por más que se reciten una y otra vez, queda muy lejos de ser un elemento exitoso al cien por ciento, por la simple naturaleza calenturienta del humano; lo que hay que destacar es que los niños, a lo único que deberían venir a este planeta es a jugar, comer, dormir, aprender, correr, jugar, experimentar, diseñar, imaginar, jugar…
Asimismo, es reconfortante ver que todos, en algún momento de nuestras vidas, fuimos inocentes y bellamente tontos. El siguiente video no es nuevo, pero cuando un servidor lo vio, se quedó asombrado por el hecho.
Cuando un niño se preocupa, y lo peor de todo, se «ocupa» por crear una mochila antibalas, es porque, como sociedad, ya perdimos la batalla desde hace muchas leguas atrás. Aunque también puede ser la clave para recapacitar, observar el punto en el que México está parado, y decidir qué deseamos para nuestros niños, independientemente si son tus hijos o no”.
edd
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