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Planchador sobrevivió a sismo y... ahora a la crisis por covid

El negocio de tintorería y planchado ubicado en la colonia Narvarte, se vino abajo durante el sismo de 2017, todavía no se reponía y ahora don Enrique Alcántara enfrenta la pandemia

Abraham Nava | 17-09-2020
Enrique Alcántara improvisó su negocio en un campamento con lonas y muebles que le regalaron. Foto: Especial
Enrique Alcántara improvisó su negocio en un campamento con lonas y muebles que le regalaron. Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.

En la esquina de Concepción Beistegui y Yacatas en la colonia Narvarte Poniente hay dos huellas permanentes del sismo del 19 de septiembre de 2017. Una es la huella inerte de un terreno baldío donde alguna vez se levantó el edificio con el número 1503. La otra, una huella viva, el ir y venir de Enrique Alcántara, un hombre de 67 años, cuyo negocio de tintorería y planchado, “La docena”, se vino abajo, un local que también era su hogar y que desde entonces improvisó en un campamento con lonas y muebles que le regalaron.

Desde el sismo del 17 me quede aquí, por cuestiones de la pandemia, todos los vecinos como son gente mayor se fueron con familiares y aquí pues estoy resguardando el terreno. ¿Irme a otro lado?,  no tengo la posibilidad económica como para ir a rentar un cuarto o algo porque está muy difícil la situación; ¿con familiares?, viven lejos y la gente pues aquí me busca para lo que ellos gusten y manden, estamos a las órdenes de la gente”.

También puedes ver: Lo perdió todo en el sismo; menos las ganas de trabajar

Después del terremoto, la gente se enteró de la historia de Enrique, que seguía dispuesto a planchar para sobrevivir mientras el local que rentaba era reconstruido, muchos le llevaron prendas y docenas de ropa, pero el trabajo le dejó de llegar y con el cierre de la pandemia, los encargos de planchado se fueron casi a cero.

Me afectó bastante, la gente que me traía ropa no está trabajando, muchos se quedaron sin trabajo, entonces pues no usan ropa de vestir, tengo dos clientes que me traen si acaso una docena a la semana o al mes, entonces ahorita sí me la estoy viendo muy apretada”.

Primero el sismo, luego la pandemia del coronavirus, dos tragedias que lo han llevado cada vez más a la pobreza extrema. 

Tres meses, abril, mayo y junio que sí estuvo muy crítica la situación aquí, gracias a vecinos que nos apoyan y nos siguen apoyando, no como antes, pero sí parcialmente nos ayudan y me extienden la mano, ya sea que me traigan comida o algo para hacer de comer”.

Su rutina comienza antes de las cinco de la mañana, barre la calle y se va a ayudar a una mujer que vende café, le hace mandados y encargos, también hay otra mujer que vende tamales, va por ella le ayuda a poner su puesto. “Eso significa un pequeño ingreso para mí, para poder ir saliendo adelante del día a día”. También se dedica a lavar carros. Sus ingresos semanales, asegura, son de 300 a 400 pesos.

Los 400 pesos los divido, nos vamos a bañar en el baño público si está todavía abierto y si no pues ya le andamos viendo, para la comida o para cenar o para mandar lavarropa así más o menos nos la llevamos”.

Lavar la ropa en una lavandería es el mayor lujo que se permite Enrique y su hijo con quien vive en el campamento, también desempleado por la pandemia.

Para mí es un lujo, es ir a pagar 150 pesos por cinco o 10 kilos pues es una merma para acá, esos 150 a la mejor los podríamos aprovechar para ir a comprarnos unos bisteces para hacer, pero ahora sí que hay que hacerlo”.

La última de las preocupaciones para Enrique es el gel antibacterial y los cubrebocas, no porque no se cuide del coronavirus, sino porque hasta ahora son insumos que la gente le ha obsequiado.

Si está dura la pandemia, bendito Dios nos hemos cuidado lo más que se puede para evitar un contagio o contagiar a gente, pero aquí en la calle bendito sea Dios que no nos ha tocado nada”.

Por lo pronto el plan de Enrique es continuar en el campamento, donde la gente ya lo conoce y aunque sea poco recibe algo de trabajo y aunque no sabe cuándo se empezará la reconstrucción del edificio, confía en la palabra de su arrendador quien le prometió rentarle de nuevo el local, cuando esté reconstruido.

Soy feliz, porque aquí todo mundo me conoce, todo el mundo me saluda, mi hijo está conmigo, entonces para qué amargarnos la vida, sino al contrario hay que darle buena cara a la cosa y salir adelante”.

Y no pierde oportunidad para hacer promoción de “La docena” su negocio que sin local sigue trabajando. “55-39-80-36-08 es mi número telefónico, la dirección Yacatas esquina con Concepción Beistegui  y pues ahí está el anuncio, aquí está todavía, aquí estamos echándole ganas”.

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**mca**

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