Dos vidas, una misma pasión: el lago de Xochimilco

Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas

thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería
thumb
Él conduce una trajinera; ella vende ‘cervezas, refrescos y demás’; viven en el Barrio de Belem, y el canal ha sido el testigo de sus proezas y tristezas
Ver galería

CIUDAD DE MÉXICO.

¿Qué pasó, joven? ¿Va a querer servicio?— El Negro recarga su humanidad sobre un pilar de cemento. Sus manos están dentro de la bolsa de una sudadera oscura y su piel morena es correosa —como la corteza de un árbol—, amén de exponerse a los rayos del sol todos los días.

Desciendes de la estación Xochimilco del Tren Ligero, y fácil es llegar al embarcadero de Belem de las Flores, pues a cada paso hallarás letreros que pregonan: «Embarcadero», acompañado de una flecha improvisada que, no por carecer de diseño, erra en su objetivo de conducirte hasta las trajineras.

@EduDomDel94 / edominguez@gimm.com.mx

Un arco de bienvenida del embarcadero Belem de las Flores está sobre las calles de Violenta y Circunvalación, colonia Barrio Belem, delegación Xochimilco, código postal 16070, Ciudad de México: mundo atiborrado de gente que pugna en el limbo de la urbanidad y de las tradiciones arquitectónicas propias de los pueblos capitalinos

Me llamo Raúl… Raúl Romero y tengo 57 años. Pues esto es lo que hago: dar servicios turísticos en el lago de Xochimilco. Llevo 35 años dedicándome al gremio. Lógico me gusta mi trabajo, si no ya me hubiera ido a buscar otro. Lo que más disfruto de mi labor es que conozco gente de todas partes de mundo”.

«Se podría decir que he visto todo tipo de relaciones, posición económica; o sea, convivo con todo tipo de personas. Pues yo me siento bien, no tengo ningún tipo de problema. Todos los que trabajamos aquí vivimos en la delegación Xochimilco, ya sea en el centro, sobre las islas o en algún pueblo aledaño».

***

Mientras salimos del embarcadero, una anciana le pide un aventón al Negro.

Soy Cristina Calderas Padilla y tengo 86 años. Vendo cervezas, refrescos y demás. Ya voy a mi negocio. Termino a las seis de la tarde, o a las cinco. Me regreso a casa en mi canoa. Toda la vida he vivido en Xochimilco. Lo que más me gusta de aquí es el comercio, toda mi vida ha sido el comercio”.

Doña Cristina tiene una dentadura postiza de jovencita de 18 y los presume a cada momento, pues no para de reír, y sus ojos son «cafeses, o sepa Dios de qué color sean. De mi negocio saco para pasear, para comer, para todo. Estuve casada. ¿Lo extraño? No. Se murió hace ocho» primaveras.

— Pasan los años y uno olvida a las personas. Lo que pasó, pasó y hasta ahí. Así es la vida, hay que seguirla, trabajando, para poder vivir. Todos mis hijos ya se casaron. Tengo como 20 nietos y bisnietos.

***

El 90 por ciento de los «xochimilcas» son nativos de aquí. En cada embarcadero hay de 15 a 20 patrones, y cada uno tiene de cinco a 25 trajineras —puras cifras oficiales—. Hay otros que tienen sus trajineras propias, pero son las de uso personal, como todas esas que ves”, apunta con el dedo sus ejemplos.

«Esas trajineritas son de los que viven sobre islas y que dependen de una para salir a la calle más cercana, porque no hay otra forma de evacuar». Sabemos que los capitanes de las trajineras poseen una vara de madera, de largas dimensiones, con las que conducen a la embarcación y a todos sus tripulantes.

Normalmente les llamamos remos, pero bien sabemos que no lo son. Esto podría ser una garrocha, sería el nombre indicado. Están hechas de pino, casi siempre. Al principio es difícil hacer andar la trajinera; cuesta, como en todo trabajo, pero ya después se agarra la práctica, la maña, porque es más maña”.

«Es más difícil cuando tenemos viento en contra, porque de ser así, sí se necesita más fuerza que maña. La longitud mínima de la garrocha es de cinco a seis metros, porque los niveles de profundidad no son estables».

A lo lejos pero lo suficientemente cerca para que se distinga, una marimba interpreta el Jarabe Tapatío; hay tráfico sobre el lago, y los güeros, los que venden micheladas, elotes y esquites conviven en una suerte de intercambio cultural digno sólo en las grandes ciudades. Los vaivenes de idiomas son tan drásticos a tan sólo unos metros de distancia.

— Me gusta todo de Xochimilco, por eso estoy aquí, porque es más tranquilo el modo de vivir, a diferencia del centro de la ciudad.

— ¡Eh! Mira. Dando una entrevista. Lo que es ser un artista, papito— le gritan unos panzones que más bien parecen hombres embarazados de nueve meses, acompañados de una nevera repleta de caguamas a sus pies, colocada sobre el pasto de una pequeña isla, donde al fondo se divisa una bonita casa del color de las nubes.

— ¿Eh? A huevo, güeyes —regresa—: Aquí siguen las tradiciones que ya vienen desde hace no sé cuántas generaciones. Como aquí vivimos, unos se enseñan a la trajinera con ayuda de amigos y otros de hermanos, y después viene lo demás: dirigir una trajinera ya es tu decisión, buscas aquí o por otro lado.

Digamos que, normalmente, los que se dedican a trajinerear inician a los 11 o 12 años. Aquí todos los comerciantes se conocen. A mí me dicen El Negro”, se escuchan risas y pregones de vendedores. Los mariachis afinan en su propia embarcación y te preguntan si deseas una rola: ¿cuál le tocamos, jefecito?

Y se arrancaron con la de cómo han pasado los años, cómo cambiaron las cosas, y aquí estamos lado a lado, como dos enamorados, como la primera vez —llega el turno de las mujeres—: Cómo han pasado los años, que mundo tan diferente, y aquí estamos frente a frente, como dos adolescentes, que se miran sin hablar

Aquí todos nos conocemos por apodos. Tú llegas y preguntas por mi nombre y nadie sabrá. Pero si preguntas dónde está El Negro, te ubican. Embarcadero de Belem, horario de 10 a 4 o 5 de la tarde. La hora más o menos en que ya no llega gente… Yo no podría dar un consejo a nadie. Pues vamos a ser francos”.

«Cada quien elige su vida y su forma de vivir, porque todos pensamos diferente. Yo siempre he sido un vicioso. ¿Qué podría recomendar? Pues que no se metan al vicio, que hagan esto que no hagan aquello; pero vuelvo a lo mismo, cada quien es dueño de su destino y de su vida». Tú eliges lo que tú quieres…»

… yo elijo lo mío, y sin problemas, ¿no? En este ambiente, prácticamente todos tenemos algún vicio… Al día ofrezco un servicio o máximo dos. Como en todo centro turístico, no siempre se llega a la misma cantidad de visitantes. Pero como hay otros compañeros, pues tienen que salir a dar su vuelta, también”.

«Ahorita llego yo y me formo, como las combis. Hay que seguir un rol. Los motes de las trajineras se deben a que algunas personas las bautizan con el nombre de la hija, de la» prenda amada… «o simplemente por ponerlos».

... si parece que fue anoche, que bailamos abrazados, y juramos un te quiero; que nos dimos por entero, y en secreto murmuramos: nada nos va a separar. Cómo han pasado los años, las vueltas que dio la vida. Nuestro amor siguió creciendo, y con él nos fue envolviendo. Habrán pasado los años, pero el tiempo no ha podido hacer que pasé lo nuestro”: Ciudad de México.

edd