Sanciones ejemplares

El domingo, en el Estadio Mestalla, se volvió a vivir un penoso incidente cuando unos aficionados del Valencia le gritaron “mono” al delantero del Real Madrid, Vinícius; esto, desafortunadamente, ya se ha vuelto algo común en Europa, y se suma a otras ocasiones en ...

El domingo, en el Estadio Mestalla, se volvió a vivir un penoso incidente cuando unos aficionados del Valencia le gritaron “mono” al delantero del Real Madrid, Vinícius; esto, desafortunadamente, ya se ha vuelto algo común en Europa, y se suma a otras ocasiones en las que el brasileño ha sido objeto del maltrato verbal por quienes piensan que pagar un boleto les da derecho a gritar lo que les plazca.

Una vez más, Vinícius se encuentra en medio de la desagradable situación, algo que no es nuevo en La Liga, que ha pasado por varias instancias en las que otros futbolistas, principalmente de raza negra o latinoamericanos, se han enfrentado a la ignorancia y la estupidez que abundan en el mundo. Es una realidad que el deporte no se puede abstraer del entorno en el que vive, el planeta esta lleno de intransigencia y de gente racista; ejemplos sobran, con el ascenso al poder de distintos personajes que basan su ideología política en la división y en ideas de ultranacionalismo.

Sin poder asegurar que todos aquellos que le gritan son racistas, en muchos casos imagino que algunos simplemente son idiotas que creen que, con tal de sacar de quicio a un jugador rival, todo se vale, su actitud le da valor y fuerza a los que sí lo son. El racismo está presente en los estadios, en especial en el Viejo Continente, y España es uno de los que mayor casos presenta, desde hace décadas que sucede y ahora, con tanta gente enojada por la migración, una forma de sacar la frustración es ir a la cancha a injuriar a un jugador del equipo visitante o, incluso, a veces de su propio equipo, sólo por el color de su piel.

Es cierto que el brasileño, a diferencia de otros jugadores que han pasado por lo mismo que él, no ha logrado mantener la cabeza fría ante los insultos (y se ha convertido en el blanco predilecto de las aficiones rivales al cuadro merengue), algo que, entiendo, es difícil, habría que estar en sus zapatos para entenderlo, pero ha tenido actitudes que en nada ayudan.

Pero, sin importar si los futbolistas muerden el anzuelo y se enfrentan verbalmente con los agresores, cualquier señal de racismo debe ser erradicada de los estadios, pero, para ello, las autoridades deben actuar y la FIFA a veces parece tener las prioridades confundidas, más preocupada, por ejemplo, de lo que se grita en los partidos del Tricolor (obvio, sin decir que el llamado grito homofóbico está bien) que de realmente poner mano dura contra el racismo. Se necesitan medidas severas.

El futbol no puede cambiar al mundo, pero sí tiene la responsabilidad de que los estadios sean un lugar de fiesta y no de confrontación. Es momento de dar un golpe firme en la mesa y no permitir que aquellos que utilizan el deporte como plataforma para esparcir su odio queden impunes, y también de que los clubes asuman las consecuencias de lo que pasa en sus inmuebles. Lo hecho hasta ahora no funciona, ha llegado la hora de sanciones ejemplares.

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