Óscar Fernández, el creador del Autódromo Hermanos Rodríguez

El ingeniero fue quien diseñó la pista, gracias a la investigación que realizó para titularse

CIUDAD DE MÉXICO.

Su nombre ha pasado sin registro en la historia. Desde que diseñó el Autódromo Hermanos Rodríguez sólo una vez se le ha hecho una mención pública por esta obra. Se llama Óscar Enrique Fernández Gómez Daza, tiene 90 años y en 1955 ideó, en su trabajo de tesis para titularse como ingeniero civil de la UNAM, la primera pista tipo “Gran Premio” en América Latina.

En aquella época en la cual no existía bibliografía en el país sobre pistas de autos ni mucho menos internet para obtener información sobre construcciones, don Óscar preparó sus maletas y viajó a Indianápolis. Ahí en Estados Unidos frente al circuito tomó notas, agregó a su investigación los datos proporcionados por los alemanes a petición de él sobre el AVUS, autódromo ubicado al sudeste de Berlín. También para su grata sorpresa, recibió suficientes detalles de los ingenieros estadunidenses sobre la pista de carreras Roosevelt.

Entre sus viajes, la información técnica de otros autódromos, libros extranjeros y magazines de competencias de autos surgió el diseño del Autódromo de la Magdalena
Mixhuca, en un año y medio.

Mi idea para la tesis era presentar una pista de carreras con todas las peripecias que en carretera se pudieran presentar como curvas derechas, izquierdas; peraltes; curvas planas”, cuenta don Óscar Fernández a Excélsior, desde su taller mecánico y bodega de coches antiguos.

Con la inaudita agilidad que tiene para su edad, mientras ofrece la entrevista y muestra el último ejemplar de la tesis que atesora, se mueve veloz entre sus coches, sube y baja escaleras con la finalidad de que recorramos cada rincón.

Don Óscar tiene una memoria extraordinaria, por más que le guste convencerse de que ya tiene cabeza de viejo. Es capaz de recordar a todos los personajes que atestiguaron la presentación de su tesis, los comentarios que hicieron y hasta relatar detalles tan lúcidos que es difícil de creer que hayan pasado 60 años desde ese día que estuvo frente a los sinodales.

En la facultad de ingeniería, me dijeron, cómo te vamos a examinar en la tesis si no sabemos nada de pistas de carreras, quién te va a preguntar, así que para solucionar este problema, invitaron a Gilberto Valenzuela, quien era el director de la Secretaría de Obras Públicas del DF para que me evaluara”, recuerda con exactitud.

El funcionario al analizar el proyecto del joven ingeniero, que incluía desde la historia de las carreras de autos en América hasta el diseño del Autódromo, después de felicitarlo le dijo: “oye y qué tal si hacemos el autódromo”; a lo que el universitario respondió “sí” y entonces le obsequió una copia de su tesis para que pudieran copiar el modelo.

Un par de años después de haber sido sinodal, Gilberto Valenzuela le propuso la construcción del autódromo del DF, al presidente de México, Adolfo López Mateos, de quien era conocida su pasión hacia los coches de carreras.

López Mateos autorizó la construcción de la pista, pero como sería una obra financiada por el gobierno no estaban acostumbrados a darle crédito a alguien más, así que para mí significó sólo una satisfacción personal, porque no me dieron mérito ni nada”, dice don Óscar.

El desdén hacia el joven universitario por parte del gobierno priista fue tal, que en la inauguración del autódromo él mismo tuvo que pagar su propio boleto para poder atestiguar cómo había concluido la obra.

Cuando fui a conocer el autódromo, era exactamente igual al que había diseñado”, afirma orgulloso.

También para poder evaluar cuáles eran las impresiones sobre el recién inaugurado Autódromo, seguía las noticias deportivas al respecto y preguntaba a los pilotos que corrían la pista cómo se habían sentido durante el trayecto de casi 5 kilómetros.

Además de que él mismo se convirtió en uno de los pilotos que en los años sesenta corrió en el Hermanos Rodríguez a su capacidad máxima hasta 254 kilómetros por hora.

Al principio se corría muy bien y muy sabroso. Hubo muy buenas expresiones de pilotos americanos que vinieron a correr en esa pista”, cuenta.

Pero uno de los elogios que más recuerda sobre su novedosa tesis, por el gran peso de quien provino fue del ingeniero civil Guillermo Salazar Polanco, quien estuvo a su cargo de los proyectos estructurales del Auditorio Nacional, de la cúpula del Toreo, del paraguas del Museo de Antropología, entre otros.

Él me dijo: ‘es la primera tesis que leo completa, parece un libro de cuentos’”.

A escasos días de que la Fórmula 1 vuelva al Autódromo Hermanos Rodríguez, tras 23 años de ausencia y con una inversión de 360 millones de dólares en cinco años para su remodelación, a don Óscar le gustaría ver funcionando en México una pista con el doble de recorrido como las que existen en Francia, que tienen circuitos de  hasta 13 kilómetros para poder disfrutar del espectáculo de los autos a su máxima potencia, que alcanzan más de 350 k/h.

Por el momento, ya está preparando todo para asistir al evento del Gran Premio. Esta vez no irá sólo como un espectador más, llevará a desfilar al autódromo las reliquias automotrices que tiene en su garaje, como algunas máquinas que fueron fabricadas hace casi 100 años.

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