A 45 años del récord de Guillermo Echevarría

El nadador mexicano logró el 7 de julio de 1968 una de las hazañas más importantes del deporte nacional al establecer la marca mundial en la prueba de 1,500 metros estilo libre en 16:28.1 minutos

CIUDAD DE MÉXICO, 7 de julio.- Por la superficie de plata del estanque olímpico, en el fascinante mundo de la natación, volaban chiquillos que se encaramaban en el podio de oro; sorprendía su energía, el coraje, la técnica, la fuerza con la que hacían estallar los récords mundiales como en una fiesta de fuegos artificiales. El australiano Murray Rose, de 16 años, deslumbraba al universo al conquistar tres medallas de oro, en 400m, 1,500 y en el relevo libre 4x200m en los Juegos Olímpicos de Melbourne.

Murray Rose era el emblema de un continente y del mundo acuático. Lo vio triunfar Melbourne y Roma. Sus hazañas estremecían a las multitudes de los cinco continentes. Rose era la imagen del crawl y del semifondo. ¡Singular hazaña de dos oros olímpicos en los 400 m! Era la época de los hermanos John e Ilsa Konrads, de la ondina Dawn Fraser, de Allan Sommers, de Jon Henricks, de Roy Saari, de George Breen; fulgía el divino tesoro de la juventud.

Cuando Murray Rose, de 27 años, con toda su experiencia y madurez agonal, tocó el punto cenital en los 1,500 metros libres con aquella fantástica demostración que rozó los 17 minutos (17.01.8), el 2 de agosto de 1964 en Palo Alto, California, ese mismo día, junto a él,  surgió otro prodigio acuático que hizo acelerar el corazón de los mexicanos: Guillermo Echevarría, un chiquillo de 16 años, que finalizó en el cuarto lugar en los Campeonatos Nacionales de Estados Unidos con un registro de 17.10.8 que le auguraba un futuro luminoso.

En ese tiempo fue la joya de la corona nacional, el pincelazo a una corriente de clase internacional en la que se contaba con un cuarto lugar de Clemente Mejía en los 100 m dorso, de un séptimo sitio con Ramón Bravo, Ángel Maldonado, Apolonio Castillo y Alberto Isaac en los JO de Londres 48. Época de Damián Pizá y su travesía al Canal de la Mancha; de Tonatiúh Gutiérrez en la pileta y la Capri-Nápoles; de Jorge Escalante semifinalista en Roma en los 100 m libres.

Guillermo Echevarría exhibió su talla mundial en los estanques internacionales. En Kingston (31-01-1964) cruzó los 18 minutos en 17:52.5. En Guadalajara batió 12 récords nacionales. Con mala dirección se le llevó a Tokio con menos de 48 horas. Noveno lugar con los husos horarios bailándole en los párpados. En San Juan de Puerto Rico la figura más notable con ocho oros centroamericanos. Brilló junto a la ondina borinqueña Ann Lallande. Resonantes éxitos en las tres Semanas Internacionales.

Domingo 7 de julio de 1968. Enfrenta a Mike Burton, La Máquina de Nadar. Vuela por la pileta de Santa Clara, California. Rompe el récord mundial en seis segundos exactos: 16:28.1. Aparece en la portada de The Swimming World. Entra al Salón de la Fama en Fort Lauderdale, Florida. Para gloria del deporte de México fue hoy hace 45 años que un mexicano ensanchó los círculos concéntricos de la capacidad humana.

En Santa Clara fue superado por escaso margen en los 400m libres por Mark Spitz quien señaló récord mundial (4:08.8).

El 24 de octubre de 1968 finalizó en sexto lugar en los 1,500m libres. Una multitud, en su mayoría de analfabetas del deporte, de lo más vulgar, -los mismos que hoy atiborran los estadios- lo abucheó en la Alberca Olímpica Francisco Márquez. Cuando Michael Phelps ocupó el quinto lugar en Sydney 2000 el pueblo de Baltimore le rindió homenaje y el alcalde le entregó las llaves de la ciudad.

Imitamos todo. La alegría, el entusiasmo y la emoción de las grandes multitudes. El alarido de la tribuna, el aplauso y los vítores al campeón, más reciente la violencia de las barras. Lo único que no imitamos de los países líderes es la adquisición de conocimiento y sentido de la competencia deportiva con el fin de saber apreciar el deporte; el valor del esfuerzo, el significado de la lucha, la fuerza y contenido de la educación.

Tras su sexto lugar olímpico Guillermo Echevarría se nos presenta como un Zeus lejos del Olimpo.

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