'Dios sabe a quién le da las cosas': Pelé en entrevista con Excélsior en 1970
Ni el más perverso de los entrevistadores podría encontrar vanidad en las palabras de este fornido Rockefeller de la patada, cuya efigie, sonrisa de niño en rostro de chocolate, circula por el mundo
“Dios me dio el futbol y sólo Él me lo puede quitar”, dice Edson Arantes do Nascimento cuando se atreve a vaticinar el fin de su reinado futbolístico. Desde 1962 dijeron que ese reinado había terminado: luego lo repitieron en 1966... “El hecho es que aquí estoy, dispuesto a jugar otra Copa del Mundo. Lo que Dios da, sólo Dios lo quita”.
Ni el más perverso de los entrevistadores podría encontrar vanidad en las palabras de este fornido Rockefeller de la patada, cuya efigie, sonrisa de niño en rostro de chocolate, circula por el mundo reproducida millones de veces en los sellos postales que Brasil emitió en ocasión del milésimo gol.
Pelé es Pelé.
Pelé se sabe Pelé.
Pelé está consciente de que lo que a él le ha ocurrido, quizá jamás vuelva a sucederle a otro ser humano.
“¿Y qué quiere que haga?”, pregunta cuando alguien se refiere a su entrevista privada con el Papa, al hecho de que los cronistas deportivos europeos intentaran darle un “premio Nobel total”, a la circunstancia de que la Confederación Brasileña de Deportes lo designara “Doctor en Futbol” y, sobre todo, a la certeza de que sus piernas y lo que con ellas pueda hacer es cuestión de vida o muerte, asunto de Estado para millones de brasileños que ven en él a un ídolo del tamaño del país que fue capaz de construir en Brasilia.
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Esta mañana, cuando Pelé concedió a Excélsior la primera entrevista exclusiva otorgada en México, le preguntamos:
- ¿No se siente en ocasiones prisionero de su propia fama?
Él contestó:
- Bueno, algunas veces, pero Dios sabe a quién da las cosas y si Él me dio la fama, el cariño de millones de personas, la curiosidad de centenares de periodistas, el dinero, el don de saber jugar futbol, también me dio la paciencia para soportar lo desagradable que esas circunstancias pudieran traer. Soy Pelé. Lo sé. Pelé es un conjunto de cosas y nada valdría aceptar las gratas y rechazar aquellas que no son.
SERÁ PADRE POR SEGUNDA VEZ
- Según sabemos, en tres meses, llegará su segundo hijo.
Asintió con la cabeza.
- ¿Le gustaría ahora un varón?
- Antes de tener el primero deseaba un varón. Ahora quiero tanto a mi hijita que no le doy importancia al sexo del que viene. Que nazca bien y que mi esposa esté bien, es lo que me importa.
- Hablamos de un varón porque tal vez usted quiera prolongadas sus glorias deportivas por alguno de sus descendientes.
- Lo que ellos hagan será asunto de ellos, yo no puedo planear su destino, ni obligarlos a tener las mismas aficiones que yo tengo.
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Pelé, que asistía a la entrevista trepado sobre un pretil de ladrillos rojos, cerca de la alberca, nos miró con picardía e indicó, mientras apuntaba el índice rumbo a nuestra nariz:
- Pero diga usted que el que viene no será mi último hijo, según espero. Creo que Dios me dará otro y, por mi parte, no me pienso detener con menos de cuatro.
Edson Arantes do Nascimiento hablaba con la tranquilidad de un clérigo medieval.
Si alguien nos urgiera a describir su actitud frente al entrevistador y a las personas que se aproximaban “para verlo de cerca”, tendrías que usar la gentileza.
Fue precisamente este rasgo, quizá más que sus entonces un tanto decantadas virtudes deportivas, lo que hizo que los cronistas del mundo entero lo declarasen el atleta más destacado del año pasado y que los miembros de la Academia de la Lengua de Brasil lo invitaran a una de sus sesiones solemnes, sin más fin aparente de que el paso de Pelé quedara registrado en los archivos de tan venerable institución.
PELÉ NO COLECCIONA SINO AMIGOS
Con una sonrisa blanca que lo hacía aparecer capaz de tragarse de un solo bocado un balón de futbol, agregó: “Soy un hombre tranquilo, calmado. Tengo mucha paciencia y por eso puedo aguantar los golpes que me pegan dentro de la cancha o los machucones que me dan los partidarios cuando me felicitan. Me gusta hacer amigos, no colecciono enemigos. En eso heredé el carácter de mi padre. Tengo en cambio un hermano, Zoca, que ahora tiene 24 años, que se aburre de andar conmigo y me pregunta cómo puedo resistir tantas cosas”.
Edson Arantes do Nascimiento habla frecuentemente de su padre y de Dios. Son dos cosas que le han acompañado desde la niñez en Tres Corazones, Minas Gerais, en cuyos campos arenosos comenzó a patear la pelota con una gracia que ponía orgulloso al viejo Dodinho, futbolista él mismo, aunque nunca muy destacado, y le hacía decir a sus amigos: “Éste es un tesoro y yo tengo que cuidarlo”.
Y vaya si lo cuidó.
Esta mañana, por ejemplo, al rechazar el cigarrillo que le ofrecía uno de los jóvenes admiradores que a diario acuden a las afueras de la Posada San Javier, simplemente para echar porras al seleccionado brasileño que vela ahí sus armas, Pelé recordó los consejos que le diera su padre y sobre todo aquella fiesta para cinco mil comensales que se realizó a las 21 horas del 23 de octubre de 1961, cuando llegó a su mayoría de edad.
- Padre, ¿ya puedo volver ahora tarde a casa? - preguntó al viejo Dodinho.
- Puedes, aunque todavía no tienes la llave de la casa – repuso el padre del que desde cuatro años antes, en el Mundial de Suecia, había sido considerado el máximo genio del balompié de todas las épocas.
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Y esta mañana hicimos otra pregunta.
- ¿No teme Pelé al momento de volver a ser simplemente Edson Arantes do Nascimento, es decir, el momento aquél en que no haya más portadas en los diarios ni asedio de periodistas, cuando las porras dejen de escucharse y las gargantas dejen de alentar a Pelé? ¿No teme Pelé ese momento?
PREPARADO PARA
DAR SITIO A OTROS
- No temo a eso – contestó Pelé –. Estoy preparado. Sé que algún día tengo que perder la fama y eso, en realidad, no me preocupa mucho. Antes de mí hubo muchos futbolistas famosos que en el momento adecuado me cedieron el paso. Así lo tengo que hacer yo.
En ese instante, Pelé fijo la vista en la figura regordeta de un pequeño rubio que correteaba por los jardines del hotel tras una pelota, cerca de donde los demás seleccionados jugaban una especie de voleibol, usando sólo los pies y las cabezas y añadió:
- Si Pelé quisiera ser eterno, si los cantantes, si los artistas, si los hombres quisieran ser eternos, ¿qué iban a hacer los pequeñitos como ése? ¿Qué iban a hacer los niños que anhelan llegar a jugar como Pelé o mejor que Pelé?
Dijo enseguida, con alegría, jovialmente.
- No hay remedio. No somos eternos y tenemos que admitirlo. Yo espero llegar a los 70 años y poder hablar entonces del futbol con la misma alegría con que lo hago ahora, sin que me importe mucho haber sido una estrella de ese deporte.
- ¿Tiene planeado, pues, su retiro del futbol?
- Sí. Pienso dejarlo en 1973. Jugaré hasta entonces, si no me ocurre algún mal suceso con el Santos. No cambiaré mi equipo. Pude hacerlo recién terminado el Mundial de Suecia, cuando me ofrecían contratos de Italia y del Real Madrid; entonces los dirigentes se opusieron. Ahora no pienso salir de Brasil, tengo ya una esposa y una hijita.

- ¿Qué causas le hacen programar su retiro?
- Uno quiere estar cerca de la familia, dejar de vivir con una maleta en la mano, poder estar en el hogar más tiempo. He tenido la fortuna de que mi esposa haya estado consciente, al hacerlo, de que se casaba con un futbolista. Ella jamás ha protestado. Pero todo tiene un tiempo y un momento.
EL QUE MÁS GANA
Y EL QUE MÁS TRABAJA
- El que más trabaja
- ¿No trabaja lo mismo que los demás?
- No. Proporcionalmente yo gano mucho menos que una gran cantidad de futbolistas. Para reunir lo que ahora tengo, he tenido que trabajar mucho más, que jugar más partidos, que recibir más faules y que anotar más goles. Pero estoy contento porque tengo algo que me satisface mucho más que el dinero: la tranquilidad.
- ¿Representan eso un tesoro mayor que el dinero mismo o el de la popularidad?
- Sí, desde luego. Yo tengo dinero, pero ese dinero no me servirá de nada si no tuviera la conciencia tranquila y la certeza de que si lo tengo es porque lo he ganado con un gran esfuerzo y en forma totalmente honesta.
- Pues su actitud, sus palabras, señor Pelé, nos muestran a un hombre que parece tenerlo todo. ¿Hay en este momento algo que le preocupe, cuando faltan sólo unos días para la Copa Mundial?

Pelé desparramó la mirada de los jardines del hotel como si buscara una respuesta en ese mundillo laborioso de camarógrafos de televisión que iban y venían tras las estrellas, de balones que rebotaban secamente en la Posada San Javier, de torsos que se asoleaban en espera de la gran batalla y de jóvenes que, libreta en mano, iban a caza del trofeo más preciado, el autógrafo de Pelé.
Y éste nos contestó: “Me preocupa la felicidad de mi hija”.
SI SU FAMILIA ESTÁ BIEN,
JUEGA MEJOR
Quizá notó en nosotros una expresión de sorpresa, porque preguntó.
- ¿No le parece normal?
- En cualquier caso, sí. Sin embargo, está tan cerca la Copa del Mundo, hay tanta fe depositada en usted...
- Es que si no me preocupara por mi esposa y por mi hija, no podría estar tranquilo en relación con el próximo campeonato.
- ¿Me explica?
- Si estoy seguro que mis familiares están bien, podré jugar mucho mejor. Por eso es que en este momento son ellos mi preocupación fundamental.

- Y ya que hablamos del campeonato, ¿podría señalar sus favoritos?
- Hmmm.... Es difícil. En cuanto a equipos no tengo duda de que el mejor del mundo es Brasil. Pero usted sabe cómo se juega una copa. Quizá el mejor equipo tenga un mal día y lo derrote otro inferior, lo que equivaldría a una eliminación. Es diferente a lo que ocurre en campeonatos nacionales, donde el mejor equipo tiene varias oportunidades para demostrar su calidad. Después de que Corea derrotó a Italia, ya nada puede asegurarse al hablar de futbol.
Américo, el masajista de la selección brasileña, salió a los jardines del hotel y comenzó a tocar una campanita. Era esa señal de que las visitas habían terminado. Los genios brasileños del futbol volvería al reposo. Irían al comedor. Alejarían a las saudades escribiendo cartas o leyendo aquella que les han enviado - por una posta especial establecida por el gobierno brasileño- los parientes o los amigos. Charlarían de mil cosas, cantarían bossa nova, verían un rato la televisión, pero no podrían olvidar, ni un instante, la finalidad máxima que los unió y que los trajo a México: volver con la propiedad definitiva de la Copa Jules Rimet.
Fue entonces cuando preguntamos a Pelé:
- En varias ocasiones se ha hablado de que su reinado llega a su fin y que usted ya no es el mismo de antes. ¿Le molesta que se hable de ello?
- Dios me dio el futbol y sólo Él me lo puede quitar – repuso Pelé -. Desde 1962 dijeron que ese reinado había terminado; luego lo repitieron en 1966... el hecho es que aquí estoy dispuesto a jugar otra Copa del Mundo. Lo que Dios da, sólo Dios lo quita.

Por eso le preguntamos:
- ¿Considera su actuación en las canchas deportivas producto de una preparación más rígida que la de otros futbolistas, de una preocupación constante, de una vida más ordenada? ¿Es un producto de su esfuerzo personal, de su carácter y cualidades físicas.
- No. Yo le llamo un don del cielo, algo que me dio Dios.
LAS BRUJAS NO HACEN
GANAR PARTIDOS
- Menciona usted con frecuencia la palabra de Dios. Sin embargo, ha dicho que usted consulta a las brujas para que le traigan suerte.
Pelé soltó la carcajada franca, total. Una carcajada tan grande como las que escatima en su papel de actor de telenovelas que filma en Sao Paulo y tan alegre como las que prodiga sus sesiones de grabación de discos – es ahora el cantante más popular de Brasil – al lado de la artista Elis Regina.
- ¡Yo no creo en esas cosas! – repuso sin cesar de reír. Cuando un equipo es bueno, es bueno. Cuando un equipo es malo, ya podría llevar quinientas brujas al estadio y ponerlas a hacer conjuros en las tribunas, que de ningún modo ganaría un partido.
- ¿O eso de las brujas es también producto de la agencia publicitaria que, según se dice, tiene Pelé para mantener vivo el mito de Pelé?
- ¿Agencia publicitaria? Yo juego futbol, y, en el futbol, a veces nace la envidia. En Europa fue donde alguna vez se dijo que yo tenía una agencia publicitaria y eso a mí me dio mucha risa. ¿Cuál agencia? Mis agentes de publicidad son los goles que anoto. No necesito más.
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El presidente de Brasil, general Garrastazú Médici, es uno de los primeros admiradores de Pelé. El pasado 26 de noviembre le otorgó la Orden de Río Branco en grado de comendador, y hace unos días, cuando la selección de Brasil partía rumbo a México y estaba prevista una escala en Brasilia para que los futbolistas se despidieran de él, prefirió volar a Río de Janeiro para evitar trastornos a Pelé y compañía.
APRENDIENDO
SIEMPRE COSAS NUEVAS
Garrastazú Médici no es, sin embargo, el principal de sus admiradores. La reina Isabel también se cuenta entre ellos y John F. Kennedy le envió cierta vez un telegrama de felicitación.
En Brasil hay desde relojes marca Pelé hasta lavadoras, refrigeradores y suéteres que llevan su nombre. Al nuevo estadio de Brasilia le han llamado Pelezón y la selección de Brasil recibe 49 mil dólares en cada partido en el que participa el astro, en vez de los 18 mil que cobra cuando el Rockefeller de la patada no se enfunda en la casaca amarilla. Pelé sigue siendo, pues, un tesoro nacional.
Y hoy le preguntamos:
- ¿No pesa demasiado la responsabilidad de saber que millones de personas están atentas a sus piernas, que confían en ellas para ganar algo que les parece tan importante como es un campeonato de futbol?
Pelé aceptó con un gesto que le hizo levantar las cejas y fruncir los labios.
Dijo después:
- A eso es precisamente a lo que me refería cuando hablaba de lo que significa ser Pelé y de aceptarlo con todas sus cosas buenas y con aquello malo, siempre es muy poco comparativamente. Tengo responsabilidad. La gente confía en mí lo mismo que lo hace con mis compañeros. Eso es un hecho. Es así. Yo juego desde los 15 años y siempre he sentido esa responsabilidad que es mucho mayor en un campeonato del mundo. ¿Qué puedo hacer? Entrenarme, cuidarme, aprender siempre algo nuevo. Para el campeonato que viene, por ejemplo, he tenido que aprender nuevas cosas.
- ¿Por ejemplo?
Reflexivamente se miró las piernas, morenas, gruesas, como troncos y, mientras tensaba los músculos haciéndolos saltar bajo la piel, respondió:
- Usted sabe lo que es un campeonato del mundo. Ya no se acude a ellos para hacer futbol, sino para no dejar de hacer futbol. Cada vez es menos frecuente el futbol arte. La fuerza lo está desplazando. Ahora los entrenadores preparan a los jugadores mucho más en el aspecto físico que en la técnica o en el dominio de la pelota, ahora, pues, he tenido que tomar mayor cuidado en la preparación física.
EL FUTBOL DEJA DE SER ESPECTÁCULO
- ¿Piensa usted que el futbol arte está en camino de desaparecer?
- Por desgracia lo veo así –repuso poniéndose serio por ver primera en la entrevista-. Hoy no puedo tomar la pelota, irme por la cancha, burlar a tres o cuatro rivales y anotar un gol. Hoy tengo que tomar la pelota y soltarla pronto, de lo contrario viene un faul. Por eso el futbol está dejando de ser bello espectáculo. Hay países como Italia, principalmente, donde los partidos terminan un gol contra cero o donde, es más, las rondas dominicales completas terminan con empates a cero goles.
- Y la gente deja de ir al estadio.
- Así es.
- ¿Añora usted aquellos buenos días en los que no le pegaban tanto?
- Claro –sonrió- Para mí el futbol nunca dejará de ser arte, algo bello, un espectáculo antes que nada. Yo nunca podré estar de acuerdo con aquellos que se empeñan en jugar al futbol a base de no jugarlo ni dejar que los demás lo jueguen.
- ¿Qué cree que pueda ocurrir al futbol de persistir en la situación actual?
- No sé, algo malo, muy malo.
Y volvió a mirarse aquellas piernas morenas, opacas, que al lesionarse en Inglaterra cubrieron de pena a todo Brasil y a millones de aficionados que veían en ellas la gran esperanza americana para ganar la copa Jules Rimet. “¡Pelé! ¡Pelé!”, le gritaron de la cancha de volibol, algunos compañeros. “¿A qué horas vienes a jugar Pelé?” Enseguida el astro levantó la mano. “Ya voy, ya voy”, les gritó.
Y le dijimos:
- ¿No siente a veces el deseo de mandarlo todo al diablo?
- ¿Mandarlo al diablo?
- Sí. Mandar al diablo al futbol, retirarse a vivir normalmente, fumar cigarrillos, beber una copa, parrandear de vez en cuando, disfrutar del dinero.
PELÉ: ME GUSTARÍA
DESCANSAR UN POCO
- Bueno, no ha sido el futbol el que me ha hecho vivir como vivo. Ni siquiera cuando niño sentí la curiosidad ni el deseo de fumar.... De seguro si dejara el futbol, seguiría una vida idéntica a la que vivo ahora. En realidad lo que me gustaría sería descansar un poco. En Brasil se juega dos veces por semana y sólo hay veinte días de vacaciones por año.
Pelé sonrió, gentil como un niño.
- Es que la vida de un hombre como yo, no puede ser considerada normal, no puede ser idéntica a la vida de un hombre que sí lo es. Esa es la cuestión. ¿Ve usted?
- ¿Pensó, cuando pequeño, que llegaría a ser tan famoso que ni siquiera podría darse el lujo de dejar de trabajar? ¿Cuáles eran lo anhelos de Pelé antes de ser Pelé?
- Ser futbolista.
- ¿Tan célebre como lo es?
Frunció los labios, movió de un lado a otro la cabeza, alzó los hombros:
- Bueno, deseaba ser un gran futbolista, un buen futbolista, pero la fama, todas esas cosas... pues no, jamás las imaginé. No lo esperaba. No esperaba ni siquiera ser rico.
Y sin embargo ahora tiene muchos negocios, gana prácticamente lo que quiere, no sólo es cantante y actor, además socio de una de las empresas constructoras de Sao Paulo; en fin, el futbolista que más dinero gana.
Esta entrevista se realizó el 15 de mayo de 1970 y fue firmada por Guillermo Ochoa

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