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¡Ay, Rosario!

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

No, no hablamos de aquella a quien ayer se le abrió el camino rumbo al juicio político. No, me refiero a una exsecretaria de Estado. Señalo a quien desde hace unos días es la cabeza de la dependencia que tiene que velar por el respeto a los Derechos Humanos.
Una función que exige un rigor ajeno a cualquier filia política, un ejercicio que obliga a la sacudida de causas personales. Rosario Piedra Ibarra, lejos de operar de manera autónoma, se asume como parte de un gobierno del que debería ser crítica.

Lo dijo así hace un par de días, en la Sala Ollin Yoliztli de la UNAM, en un conversatorio con el expresidente de Bolivia, asilado en nuestro país:
“Y que para mí y el pueblo de México lo sigue siendo. Eres el presidente legítimo...”. La presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, desconociendo la coyuntura de un país extranjero, tomando partido de un asunto completamente lejano a sus funciones

Si el asilo otorgado por nuestro país al político sudamericano ha sido materia de debate, dentro y fuera de México, resulta impensable la manera en que Piedra Ibarra sentenció lo que, en teoría, es materia exclusiva del Congreso boliviano.
Si Evo es o no presidente, si han o no aceptado su renuncia, si hay o no un gobierno interino ilegítimo, no es en lo absoluto algo que deba resolver la cabeza de la Comisión de Derechos Humanos mexicana.

Ya habíamos dudado de las credenciales de la nueva titular de esta dependencia.
Ya nos habíamos preguntado sobre de los méritos, más allá de la currícula familiar, para que uno de los pilares, que más fuertes deben estar para la construcción de un Estado sólido en la protección de sus ciudadanos.
Piedra Ibarra, en cuestión de días, nos ha confirmado que las preguntas tienen fundamento.

En asuntos tan delicados como lo es la violencia contra la mujer, su postura, más allá de las cifras, la urgencia por resultados y el grito colectivo, es clara, más aún tras la marcha del pasado lunes:
“No podemos comportarnos igual que un torturador, que un violador, que un asesino, nosotros, los que respetamos los derechos humanos y los que queremos que se nos respeten, tenemos que marcar esa diferencia...”.

Y aunque aseguró que el derecho a la libre manifestación está escrito en la Constitución, subrayó que lo que no está permitido con los actos vandálicos...”.
Si la empatía no está a su alcance, el rigor sí debería ser cualidad obligatoria.

Yo no sé si Rosario Piedra Ibarra, titular recién llegada a la CNDH, opina si las personas que hicieron pintas a lo largo de Paseo de la Reforma en la movilización por el Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer se comportan igual que un violador, un asesino o un torturador, porque la comparación está fuera de toda proporción. ¡No hay manera de pensar que las consecuencias son las mismas!

Aunque en un video publicado en redes sociales, la titular de los Derechos Humanos informó que se reunirá con representantes y activistas del movimiento feminista para trabajar una agenda conjunta. En entrevista en Imagen Radio, me reafirmó la necesidad de la manifestación pacífica, pues no niega el derecho de protestar de nadie. Olvidará que una protesta, por naturaleza, debe ser incómoda y estridente: se pide para que una causa quede fuera de la invisibilidad. ¡Ay, Rosario! ¡Qué manera de verte manchar un apellido tan digno!

Addendum. Amnistía Internacional consideró incongruente la política de Derechos Humanos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Rosario Piedra Ibarra, al momento de la conversación que tuve con ella en radio, dijo desconocer los detalles del informe. 

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