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¿Qué esperar del gobierno de AMLO? 

Viridiana Ríos

Viridiana Ríos

El gobierno de AMLO transformará la política tal cual la conocemos en dos formas fundamentales.

La primera es que será un gobierno de las calles y en la calle. AMLO tiene planeado recorrer el país completo dos veces por año. Su primer recorrido comenzará el 15 de septiembre, incluso antes de que tome posesión. A partir de entonces será un presidente de tierra, de pueblo pequeño, de mitin.

Este gobierno de las calles será un gobierno que amplíe los programas sociales, en especial las becas a los jóvenes y a los adultos mayores. Ambos programas serán implementados y lograrán lo que dichos programas previamente lograron en la Ciudad de México: atender (de forma modesta porque no hay pa’ más) a sectores de la población vulnerables y con ello ganar una clientela política (ferozmente leal).

Esto será un cambio en el paradigma de cómo se gobierna México. Una forma de gobernar que no hemos visto en décadas y en donde la legitimidad no se obtiene a partir de la aceptación de las políticas públicas por técnicos y grupos de expertos, sino a partir de la capacidad de acción que el presidente se gana por su cercanía con la gente.

La segunda transformación de la política, tal cual la conocemos, será la creación de la estructura de los delegados. Me parece que realmente no hemos dimensionado cómo será; por mucho, la política más transformativa del sistema político en 18 años.

Con AMLO, los gobernadores dejarán de ser virreyes intocables. Y los delegados dejarán de ser figuras burocráticas que implementan programas federales fragmentados en los estados. La balanza de poder cambiará. Los delegados se convertirán en figuras públicas bien conocidas, entregando programas sociales federales y creando estructuras locales que les permitan encontrar a los beneficiarios. Los gobernadores harán lo que el delegado no haga, es decir, muy poco.

El delegado tendrá más recursos y más interlocución con el Ejecutivo que con el gobernador, y será más querido, pues los ciudadanos probablemente comiencen a identificar al delegado con los programas sociales. El gobernador seguirá siendo de jure un virrey, pero sin séquito ni trono.

Es decir, los delegados harán evidente el federalismo enormemente disfuncional en el que vivimos. Uno en donde el gobernador gastaba sin contrapeso un dinero que él no había recaudado, y donde la federación, en un pacto de caballeros (con beneficios electorales), había decidido no tomar crédito por los programas que ellos diseñaban e implementaban.

Estos dos cambios en la forma de gobernar le gustarán a muchos y le ganarán a AMLO muchos adeptos. Principalmente, le gustarán a aquellos (varios millones de mexicanos) que sienten que el gobierno y su tecnocracia se ha despegado de la realidad del mexicano promedio. Le gustará a las personas que quieren ver resultados inmediatos, a costa de todo. O a costa, al menos, del federalismo.

Sin embargo, este camino es resbaloso. Mucho. Lo será porque, si AMLO alcanza niveles de popularidad que le permitan ignorar las recomendaciones técnicas de asesores expertos, y que le permitan operar como si los gobernadores no hubieran sido elegidos democráticamente, su administración podrá comenzar a cometer muchos errores. Los errores se reducen con el consenso. Es la naturaleza de las buenas ideas. Se pulen en conjunto. Si AMLO comienza a gobernar por sí solo y con quien no lo critique será uno más de los gobernantes de izquierda de buenas intenciones y pobres resultados.

El gobierno de AMLO sólo será exitoso si logra poner al frente de toda decisión la búsqueda de un crecimiento económico redistributivo sin inflación. No Morena. No los programas asistencialistas. No su popularidad. México al frente. México todo, incluido el empresariado, el trabajador, el alumno y la democracia sindical.

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