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Del catastrofismo al realismo

Viridiana Ríos

Viridiana Ríos

La élite debe sentirse francamente agradecida de tener en el poder a alguien como AMLO. Un político de altísima credibilidad que mantiene satisfecha a la mayor parte del electorado a pesar de no estar implementando una política redistributiva ni cercanamente radical. Si México tuviera un Presidente de centro-derecha implementando las medidas de austeridad que AMLO ha implementado en el último año, no tengo la menor duda de que el país estaría en llamas como Chile.

AMLO, dentro de todos sus problemas, es un político que ha logrado hacer lo que muchos en Latinoamérica no están pudiendo, dar calma en una situación de tormenta.

Ello, sin embargo, está lejos de ser suficiente. Es imperante exigirle a AMLO que dé resultados contundentes en lograr lo que prometió en campaña: poner primero a los pobres y separar el poder político del económico.

Y para lograrlo, me parece que la forma más efectiva (aunque parece contraintruitiva) es dejar de hablar de AMLO.

¡Graduémonos! Ya basta de enmarcar la coyuntura nacional en AMLO y como una catástrofe inevitable. Graduémonos de sólo discutir lo que dice AMLO o lo que dice él de sus opositores, desde el miedo. Pero graduémonos de verdad. Es decir, entreguémonos al realismo y no al mundo de blancos y negros en el que AMLO siempre nos gana. Él es excelso en construir imágenes bicolor.

El primer paso para graduarnos hacia el realismo político y dejar atrás el catastrofismo es dejar de atribuir virtudes mágicas a fórmulas que han fracasado a todas luces, o a las luces de todos.

Un ejemplo claro es la asignación de recursos públicos a los programas sociales. Hay un grupo de personas muy enojado de que los nuevos programas no tengan reglas de operación. En efecto, hay mucha razón de preocupación. Los programas con reglas de operación tienden a ser más claros en su funcionamiento, son más transparentes y se prestan menos al clientelismo.

Sin embargo, el clamor desde la opinión pública, más que centrarse en santificar las virtudes de las reglas de operación, me parece que debe centrarse, como lo hace AMLO, en el fracaso de éstas. Es decir, en nombrarlas como evidentemente insuficientes para mejorar la política social, y en proponer nuevas formas de medición o asignación que sean más efectivas.

Y es que a todas luces y a las luces de todos, salvo contadas excepciones de ciertos programas sociales, no hay éxito alguno en la política de desarrollo social del gobierno mexicano. Defender las reglas de operación a ultranza, por tanto, aterriza no como una “defensa de la política pública basada en evidencia”, sino como una defensa de la política social tal cual ha sido: inefectiva.

Es decir, la defensa más efectiva de las reglas de operación en los programas sociales es aceptar que éstas no han funcionado, y definir el cómo sí. Es decir, dejar de llamar a la cancelación de reglas de operación una catástrofe, y centrarnos en la catástrofe actual. Una que no se ha evitado ni siquiera con montones de reglas de operación.

Este primer paso no es fácil de dar, pues requiere cuestionarnos lo que hemos siempre asumido como positivo y animarnos a soñar con algo aún más grande.

Otro ejemplo es la política de seguridad. Hay un grupo de personas muy enojado con la militarización de la seguridad pública. En efecto, hay mucha razón de preocupación. La militarización tiende a la decapitación de cárteles que aumenta la violencia.

Sin embargo, el clamor desde la opinión pública más que centrarse en santificar las virtudes de una policía que tomaría al menos una década en construir, me parece que debería centrarse, como lo hace AMLO, en identificar el fracaso actual y formas más inmediatas de resolverlo. Es decir, nuevamente nombrar lo que existe como distópico, tener una propuesta de largo plazo para crear una política, pero centrar el discurso en una narrativa de cómo resolver las cosas en el corto plazo. A las personas no se les puede pedir una década.

En general, me parece imperante para crear un discurso de crítica interesante y profundo. No uno que se centre en criticar las cosas fáciles (Tren Maya, Dos Bocas), sino crear una visión de lo que se debería hacer en vez de eso. Una visión clara. Tan clara y simple como las que plantea AMLO. Sólo ese nivel de análisis nos permitirá hacer nuestro trabajo: entender la realidad y hacer a otros entender cómo la vemos.

 

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