La imagen bipolar de la CDMX

Es de sobra conocido que vivir en la Ciudad de México se ha convertido en un acto de supervivencia. La convivencia en la capital se ha dificultado a tal grado, que la ley de la selva se ha adueñado de las calles, agravando el alto nivel de estrés.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS…

La CDMX (identificación que leo que pronto el nuevo gobierno desaparecerá) tiene desde mi punto de vista una imagen bipolar, pues, por un lado, los que aquí nacimos, crecimos, trabajamos y algún día moriremos, la amamos con el profundo afecto que cualquier otro habitante de provincia tendría por su terruño, pero por el otro, la padecemos con el sentimiento encontrado del odio que se produce por tantas emociones secundarias que a diario nos genera: enojo, miedo, desesperación, tristeza, hartazgo, ansiedad y angustia. Esta imagen bipolar tremendamente emocional nos lleva a la esquizofrenia cotidiana que se expresa con la frase “ya no me gusta vivir aquí, pero no podría vivir en otro lado”, para después, como paliativo compensador, pasar a enumerar todas esas bellas atracciones que la megalópolis tiene, que son muchísimas y sí, muy lindas, pero que cada vez usamos menos los oriundos y la gran mayoría inmigrante que por conveniencia laboral se quedó a vivir aquí.

CAUSA CLARA…

Para analizar un problema tan grande y con la intención de aportar alguna solución, habría que preguntarnos: ¿dónde radica la causa de esta cada vez más arraigada imagen bipolar en torno a nuestro hábitat? No se necesita ser un genio sociólogo, antropólogo o un reputado urbanista para saber que la causa de toda la desgracia capitalina reside en los estímulos negativos que emanamos todos los que aquí vivimos, estímulos que han engendrado la imagen mental ambivalente que planteo más arriba. Ahora bien, la segunda pregunta obligada que se desprendería de mi hipótesis tendría que ser: ¿y por qué ha pasado todo esto? Para encontrar la respuesta planteemos unos cuantos hábitos erróneos que muchísimos capitalinos practicamos a diario como tirar la basura en las calles, hacer uso de comedores y mercados instalados en la vía pública, acelerar el auto cuando se acaba de poner la luz roja del semáforo, pagar por comodidad el costo de un franelero, subir al segundo piso de paga a sabiendas de que no se trae el tag (para ahorrarse un tramo tapado de autos), poner un diablito para robarse la luz o la señal de televisión por cable, tapar con el auto una intersección cuando ya no se puede ir más adelante, transitar en bici en sentido contrario, cruzar la calle a mitad de la vía, hacer la parada en cualquier lugar al transporte público y este detenerse, estacionarse un momentito en segunda fila, hacer cola en triple fila para dar vuelta a la izquierda, estacionarse en lugar prohibido, darle su “propina” al poli… ¡¡Uf!! Suficiente. Así entonces, la respuesta a la pregunta ¿por qué ha pasado todo esto? es bastante simple: pues porque se puede.

LA MANO DURA…

El problema, entonces, por naturaleza involucra a los ciudadanos, pero también a las autoridades que permiten su mal comportamiento. Está demostrado que cuando el ser humano se sabe vigilado y que su mal comportamiento será severamente castigado, se restringe de actuar erróneamente. Así lo demuestra el hecho de que en una parte del segundo piso capitalino todos los automovilistas disminuyan drásticamente su velocidad al saber que las cámaras funcionan y recibirán una multa; o que el mismo mexicano mal portado cambie su conducta cuando viaja a Estados Unidos, donde existe mucha vigilancia policial, gran dureza y veloz capacidad de respuesta. El ser humano es egoísta por naturaleza y siempre antepondrá su beneficio personal por encima del de la colectividad, por eso actuará de manera anómala cuando le convenga y las condiciones así se lo permitan. Singapur resolvió su grave problema social con base a la aplicación de una mano muy dura, hoy es modelo de país civilizado. Nueva York es lo que hoy sabemos gracias a la aplicación de una severa política de cero tolerancia que corrigió su destino. En la CDMX hace falta vigilancia incorruptible y castigo severo, eso es todo. El problema que enfrentará el nuevo gobierno será encontrar muchos policías buenos, con moralidad a toda prueba, luego prepararlos y pagarles muy bien. Solo así cambiará la imagen bipolar de nuestra capital y desaparecerá nuestra esquizofrenia. Muchos millones así lo deseamos.

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