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Hoy recuerdo un chascarrillo que escuché, por casualidad, entre dos personas que bromeaban, hace dos mil 131 días: “Lo único bueno es que ya falta menos”. El comentario era simpático, porque corría el 2 de diciembre de 2018 y hacían referencia al sexenio ...

Hoy recuerdo un chascarrillo que escuché, por casualidad, entre dos personas que bromeaban, hace dos mil 131 días: “Lo único bueno es que ya falta menos”. El comentario era simpático, porque corría el 2 de diciembre de 2018 y hacían referencia al sexenio lopezobradorista que había iniciado el día anterior. Hoy, un día después de haber concluido su sexenio, lo normal sería hacer un balance objetivo de ese periodo; sin embargo, por justo que fuera, parece improbable que pudiera ser considerado como objetivo por la mayoría. Lo anterior es atribuible al Fenómeno Fan o Síndrome de Culto a las Celebridades (CWS, por sus siglas en inglés). La psicología describe el Fenómeno Fan como la idolatría por un famoso, cuya justificación la podemos encontrar en la evolución de nuestros cerebros. Ancestralmente, quienes conseguían sobrevivir más tiempo eran aquellas personas con más habilidades ventajosas y mayores conocimientos, lo cual los hacía meritorios de ser reconocidos. Como admirarlos resultaba una buena estrategia evolutiva, nuestros cerebros evolucionaron relacionando la fama con sentimientos de lealtad (“es un honor estar con Obrador”) y pasión (“te amamos desaforadamente”, dijo en tribuna la diputada Erika Vanessa del Castillo). Pero, los medios de comunicación masiva fueron cambiando la forma de alcanzar la fama. Hoy basta con ser visible y tener una mínima capacidad de comunicación, independientemente de que se posean, o no, verdaderos conocimientos que comunicar o habilidades destacables. Al margen de las virtudes políticas, que sin duda tiene el expresidente, parece indiscutible que su reputación tiene algo que ver con su tiempo de exposición: de 1998 a 2018 estuvo en campañas y apareció consecutivamente en boletas electorales cada seis años, hasta que ganó la elección presidencial. Posteriormente, su imagen se transmitió en más de mil 400 conferencias mañaneras de dos horas de duración, en promedio, de lunes a viernes. Como ver directamente a celebridades nos emociona por el simple hecho de distinguir en persona su imagen tantas veces transmitida, esta emoción se acabó materializando hasta en muñecos y en una oración a “San Amlito”, que ilustran a la perfección la siguiente definición del reconocido psicoanalista, Erich Fromm: “Los idólatras gastan sus energías y sus talentos artísticos en hacer un ídolo en el que proyectan sus propias capacidades, y después hallan satisfacción en la posterior adoración y sumisión completas, a través de las cuales inconscientemente esperan que les devuelva parte de sus capacidades. El mismo fenómeno se da en el culto sumiso a un jefe político”. Consciente de su utilidad, el expresidente insistió en que la actual Presidenta continúe con las “mañaneras”, incluso declaró que: “Si no, la autoridad se debilita”. En resumen, será difícil que se acepte una evaluación objetiva del sexenio que concluyó, porque la idolatría generalizada lógicamente bloquea la capacidad crítica, lo cual explicaría, en parte, la mayor aceptación del expresidente en comparación con sus predecesores inmediatos, y la percepción de que la mayoría de los rubros mejoraron (excepto el de seguridad pública y corrupción), a pesar de que los números demuestren lo contrario, pero el verdadero problema sería que esto se replicara durante el sexenio que apenas ha iniciado, porque sin atender las críticas objetivas, nunca sabríamos en qué podemos mejorar.

  • ÍDOLOS

La cantante y compositora Jena Irene Asciutto cobró relevancia en 2014, después interpretar la canción Can’t help falling in love with you, por haber sido calificada como un “ornitorrinco musical” por el cantante australiano de música country, Keith Urban.

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