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Lo que no es Morena

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

A pesar de que cuenta con un registro y ha ganado 22 gubernaturas en su corta vida, Morena todavía no es un partido político. Es un movimiento que gira en torno a su líder, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, pero se encuentra en etapa de transición para convertirse en una organización.

En ese contexto, el pasado fin de semana, Morena realizó la elección de 3,200 congresistas mediante la instalación de 553 centros de votación en los 300 distritos electorales de la República. A decir de los organizadores, se presentaron a votar más de 2.5 millones de personas que no necesitaban estar registrados en un padrón de militantes. Para lograr la hazaña de tan amplia participación, se valió hacer uso del clientelismo (hasta con sofisticados mecanismos como el del QR), el corporativismo, la exclusión, la coerción y hasta la violencia. Así lo denunciaron algunos distinguidos morenistas como el senador Ricardo Monreal y el académico John Ackerman.

No es la primera vez que Morena resalta por sus prácticas antidemocráticas, en octubre de 2019, el Tribunal Electoral declaró nulas sus elecciones internas por falta de un padrón confiable. Pero esta vez fue diferente, hubo mayor confrontación y, aun cuando el presidente del partido, Mario Delgado, y la secretaria general, Citlalli Hernández y, hasta el propio titular del Poder Ejecutivo federal, minimizaron los hechos, la violencia y confrontación derivó en la cancelación de centros de votación y en la anulación de representaciones distritales.

Pero la mayor anarquía que se impuso en la elección de los congresistas no es fortuita, se deriva de la lucha anticipada de las corcholatas que ya fueron destapadas y las que, aun sin ser distinguidas con tan despectivo término, se encuentran suspirando en lo oscurito de algún estado de la República o de alguna institución del gobierno federal. No quedó claro si fue Claudia SheinbaumMarcelo Ebrard o Adán Augusto quien logró tener un mayor número de congresistas, pero sí fue evidente la advertencia de lo que va a venir en la elección de 2024, y, antes, en 2023, en las del Estado de México y Coahuila: así operan los morenistas cuando de ganar el poder político se trata.

También quedó claro que, en la disputa por el poder político, la ética y las ideas no importan tanto como la “lealtad” a quien, al final, mediante el poder metaconstitucional (como en el viejo modelo presidencialista), será el que decida todas las candidaturas mediante encuestas amañadas. Por lo menos así han denunciado algunos precandidatos inconformes en las pasadas elecciones de gobernadores. De esa forma, Morena no ha sido, ni será, un partido democrático. Porque la estructura que nació el pasado fin de semana para transformar el movimiento en una organización partidaria no tuvo su base en un proceso interno democrático (con un padrón interno y reglas claras), y mucho menos del debate de ideas o el abanderamiento de causas para mejorar la vida de los ciudadanos. Con base en testimonios de algunos participantes, detrás de la mayoría de quienes ganaron la representación como congresistas, está la mano de quienes tuvieron los suficientes recursos económicos para manipular la voluntad política de los votantes.

Tienen razón los que dicen que las elecciones internas de Morena se parecen mucho a las que se realizaban en el PRD, pero no se olvide que la forma clientelar y corporativa inició y tuvo su mejor momento cuando fue presidente de ese partido el hoy Presidente de la República.

No obstante las semejanzas por algunas malas prácticas, Morena no es ni el PRD ni el PRI. El partido de izquierda surgió de un movimiento político en 1988, que tuvo como objetivo la democratización del país, y el segundo, nació en 1929 como Partido Nacional Revolucionario (PNR), su finalidad fue lograr la unidad de la clase política y acabar con las confrontaciones fratricidas que continuaron aun después de finalizada la Revolución mexicana.

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