Guerrero: fracaso político
Sin hacer política ¿cómo podrán mejorar las condiciones de vida de los guerrerenses?
Una vez más, las imágenes de los niños de la montaña y la sierra de Guerrero dieron la vuelta al mundo. Una vez más, se evidenció la discriminación institucional contra las comunidades indígenas, y una vez más, se pudo observar la triste realidad: el fracaso de las y los políticos que ganan los cargos, pero no gobiernan. Ante la ignominia, un despistado funcionario de alto rango de esa entidad, declaró que va a denunciar a los “comunitarios”, pero ¿quién tiene la culpa de lo que se ve en esa foto? Y no me refiero sólo a los niños armados con rifles y palos, sino también a las mujeres y ancianos del fondo. No es fortuito que no se vean hombres, porque la mayoría de ellos están lejos, tuvieron que emigrar a Estados Unidos y son los que mandan las jugosas remesas que aplaude cada mes el presidente López Obrador.
Ya lo decía Norberto Bobbio, para que la democracia funcione bien, se tiene que gobernar bien, es decir, gobernar con las leyes. Pero, cuando los gobernantes no pueden gobernar de esa forma, porque los poderes fácticos se imponen por encima del poder legítimo ¿qué se tiene que hacer? La respuesta la tienen el Presidente de la República y los gobiernos de su partido: Cuando los representantes políticos electos no pueden gobernar con un equipo de civiles políticos, entonces, le delegan la responsabilidad a los generales de las Fuerzas Armadas.
El fracaso de los políticos que no saben gobernar, porque no saben hacer política, se resuelve nombrando a un general que tome las decisiones que ellos no saben tomar. Claro que no renuncian al cargo, sino que buscan a un soldado que les lave la cara y les haga el trabajo sucio, que simule que obedece, pero que, en los hechos, él tome las decisiones ¿qué tipo de decisiones toman los que fueron educados para ir a la guerra? Los ejemplos son muchos.
Sexenio tras sexenio, desde la alternancia presidencial, ha quedado demostrado que las Fuerzas Armadas, en sí mismas, sólo son una parte de la solución del problema de violencia e inseguridad, sin embargo, una y otra vez, los gobernantes con crisis de gobernabilidad, recurren a ellos para nombrarlos como titulares de la secretaría de seguridad pública o de las fiscalías para que los salven, tal es el caso de Guerrero. Pero ¿quién puede culpar a la gobernadora? Ni siquiera tenía idea de que ella iba a ser. Por supuesto que la crisis de violencia de Guerrero es estructural y no es nueva, sin embargo, cuando los políticos compiten por el poder, se supone que lo hacen para intentar arreglar lo que está mal, y para mejorar las condiciones de vida de las personas.
Pero, sin hacer política ¿cómo podrán mejorar las condiciones de vida de los guerrerenses? Peor aún, en este momento que la herida de Ayotzinapa no cierra, y que los padres de los normalistas desaparecidos se inconformaron por la liberación de un grupo de soldados ¿a quién se le ocurrió que era una buena idea sustituir a un civil por un militar como titular de la Secretaría de Seguridad Pública estatal?
Ciertamente, no es la primera vez que nombran a un militar en esa secretaría, y ante la situación de terror que se vive en la mayoría de los municipios parece una opción acertada, pero, no será así si no se implementa una estrategia integral para restablecer el Estado de derecho, tarea que, por cierto, tiene que hacerse desde todas las instituciones, y principalmente desde los partidos políticos, que en esta elección deben cumplir con su función de arriates para evaluar los perfiles de los hombres y mujeres que encabezan las candidaturas, esto con el objetivo de que, quien logre ser electo a cualquier cargo, verdaderamente gobierne con una visión de “político de Estado” y tenga como primer objetivo buscar garantizar la vida de todos los ciudadanos (todos es todos), para que haya menos huérfanos, menos dolor, menos venganzas y alguna posibilidad de que, a mediano plazo, la entidad recupere su viabilidad.
