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Menstruación y desigualdad económica: un impuesto agregado por ser mujer

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Sofía Sánchez Velasco*

 

El 52% de la población femenina, o si prefieren, el 26% de quienes habitamos este planeta, está en edad reproductiva (wateraid.org, 2018)1. Durante su vida fértil, ese 26% de la población mundial se enfrentará a un estimado de dos mil 535 días de periodo menstrual, mismos que se traducen a gastos significativos en un mínimo de productos de higiene —encarecidos por “tasas rosas”— y pastillas para disminuir el dolor y la incomodidad.

Si la menstruación forma parte de la vida diaria de gran parte de la población, uno se preguntará, ¿por qué no discutimos este tema con más naturalidad? La menstruación, como otras áreas de la feminidad, carga con estigma y estereotipos de “intimidad”. La clasificación lingüística de menstruación como sinónimo de intimidad previene la entrada de un tema puramente socioeconómico y de mera gestión a la agenda de política pública. Es así como una función natural que afecta a la mitad de la población se estigmatiza y encasilla en lo privado, en los rincones de lo ajeno, lo innombrable, e incluso lo desagradable.

Como en muchas otras áreas de la vida pública, las complicaciones y gastos que rodean a la menstruación se agravan cuando se trata de mujeres y niñas en situaciones de vulnerabilidad, marginación y pobreza. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de acceso a productos para gestionar la menstruación aumenta las probabilidades de exclusión social, deserción escolar, infecciones e inestabilidad económica. En ese sentido, el estigma previene que dicho proceso natural forme parte de la agenda pública desde la perspectiva del derecho humano al agua y saneamiento, mismo que exige que toda mujer tenga acceso a espacios seguros, limpios y privados para manejar su periodo con dignidad. En localidades de Oaxaca, Chiapas y la Huasteca Potosina es usual que las escuelas no cuenten con sanitarios, complicando así la higiene menstrual, el desempeño escolar y el desarrollo pleno de las adolescentes.

Por ello, y como efecto dominó de la creciente representación de las mujeres en espacios de poder a nivel global, distintas voces se han sumado a la exigencia de políticas publicas que reviertan la desigualdad que genera la gestión de la menstruación. En Estados Unidos, (Periods gone public) se habla de “equidad menstrual”, la cual se refiere a la igualdad de accesos a los productos de higiene, pero también, a la educación sobre la salud reproductiva. Lxs activistas se preguntan si el gobierno exentó de impuestos a productos como el Viagra y el champú anticaspa, ¿por qué no hacer lo mismo con los productos para gestionar la menstruación?2 En el Reino Unido se habla de “pobreza menstrual” (freeperiods.org), la cual, como primera instancia, requiere la normalización de la conversación que rodea al periodo menstrual para así pasar a temas medulares como la eliminación de impuestos rosas que exacerban desigualdades económicas.

Tan sólo el año pasado, India eliminó un impuesto del 12% a productos para gestionar la menstruación, política que Canadá había adoptado desde 2015. Por su parte, países como Australia, Reino Unido y algunos estados en EU discuten iniciativas de ley para eximir a los productos de higiene menstrual de impuestos, destacando lo indiscutible: que son artículos de primera necesidad, ya que el ciclo femenino no es optativo.

Al día de hoy, México añade un exorbitante 16% de IVA a los productos para gestionar la menstruación, una de las tasas más altas del mundo que solamente es superada por países como China (17%), Alemania (19%), Ucrania (20%), Eslovaquia (20%) y Argentina (21%). En 2016, la senadora Angélica de la Peña presentó un punto de acuerdo en el que proponía exentar a las mujeres de “impuestos menstruales”, exhortando al SAT a realizar un análisis sobre el pago del IVA en productos para gestionar la menstruación.3 Lamentablemente, esta iniciativa no pasó del punto de discusión.

Necesitamos más y mejores estadísticas con perspectiva de género4 que amplíen el panorama de los retos por delante. La necesidad de abordar el problema desde un ángulo socioeconómico es tan sólo la punta del iceberg hacia una serie de políticas públicas y campañas informativas que simultáneamente orienten y eliminen estereotipos alrededor de un proceso natural que se debe vivir con higiene, seguridad y, sobre todo, dignidad. Ya se logró paridad de género en las cámaras, ahora falta legislar (y presupuestar) como si de verdad fuera así.

                *Internacionalista egresada de la Universidad Iberoamericana

 

1. Véase en: washmatters.wateraid.org

2. Véase en: www.npr.org/2018/03/25/564580736/more-states-move-to-end-tampon-tax-that...

3. Véase en: www.senado.gob.mx/64/gaceta_del_senado/documento/61922

4. Ejemplos de iniciativas que impulsan la creación de estadísticas con perspectiva de género en México: gaia.inegi.org.mx/atlas_genero/docs/ListaDeIndicadoresAtlasDeGenero.pdf

 

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