La OEA y la observación electoral
La OEA, a través de la supervisión electoral, apuntala los valores democráticos, los derechos políticos y las libertades civiles en las Américas
Por Alejandro Guerrero Monroy
En este año que inicia, se cumplen 24 años que se suscribió la Carta Democrática Interamericana, la cual fue aprobada en Lima, Perú, el 11 de septiembre de 2001. La decisión de redactarla venía de meses atrás cuando, en la III Cumbre de las Américas de abril de ese año, en Quebec, Canadá, los miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) acordaron redactar un documento que posibilitara defender –con mayor brío y dinamismo– la democracia representativa en el hemisferio. El texto, que contempla elementos esenciales de la democracia, como lo son la celebración de elecciones libres, justas y periódicas como expresión de la soberanía popular, otorga a la organización y países que la conforman mecanismos para actuar si hubiese una ruptura constitucional.
En esta ruta, la Carta especifica que los Estados miembros de la OEA –como responsables de organizar y ejecutar elecciones periódicas– pueden gestionar o requerir a la Organización asesoramiento para el fortalecimiento de sus instituciones y procesos electorales, lo que también comprende el envío de Misiones para este propósito. Es así que la observación electoral se ha convertido en piedra angular de los procesos electorales en el continente.
El arduo trabajo que desarrollan especialistas y observadores, en ocasiones bajo entornos complejos, con riesgos inherentes para su seguridad por la polarización y violencia política o para su salud, como lo fue durante la pandemia, permite ponderar avances en el ámbito electoral, pero también detectar áreas de perfeccionamiento, que van desde los aspectos técnicos y organizativos de una elección hasta la identificación de aspectos más generales que accedan a contribuir a una democracia más sólida e inclusiva. Lo anterior se confiere mediante recomendaciones concretas, sustentadas en el análisis serio y profesional de las/os integrantes y jefatura de las Misiones. En este afán, resulta esencial la labor del Departamento para la Cooperación y Observación (DECO), que bajo el liderazgo de la Secretaría para el Fortalecimiento de la Democracia (SFD) de la OEA, desarrolla y mantiene un servicio permanente de observación y cooperación técnica para los países miembros. De 1962 la OEA ha llevado a cabo casi tres centenares de Misiones en el continente; tan sólo de 2015 a la fecha se tienen registradas más de 80.
La observación electoral ha evolucionado en gran medida durante la última década. En tiempos recientes, el DECO ha desarrollado valiosos compendios para que miles de observadores puedan realizar mejor su exploración electoral. Entre éstos destacan la Guía para organizar elecciones en tiempos de pandemia, que propone medidas para elecciones seguras en momentos de especial dificultad histórica como lo fue la pandemia de covid. Y es que la democracia no puede estar en cuarentena. Otra importante aportación es la segunda edición del Manual para las Misiones de Observación Electoral, que incluye principios para desplegar una Misión, explica el marco jurídico que la fundamenta y desarrolla la metodología correspondiente. Estas publicaciones y otros criterios clave como la incorporación de la perspectiva de género y la participación de pueblos indígenas, entre otros, se encuentran disponibles en: https://www.oas.org/en/spa/deco/publicaciones.asp.
En una época en la que la democracia se encuentra bajo asedio a nivel global, la incansable actividad que realiza la OEA a través de la supervisión electoral es viento fresco que apuntala los valores democráticos, los derechos políticos y las libertades civiles en las Américas. La observación no sólo garantiza la integridad de las elecciones, sino que consolida la confianza ciudadana en los resultados. Como bien señala el secretario Luis Almagro “las Misiones de Observación Electoral de la OEA son un patrimonio regional por su impacto, rigurosidad e independencia”.
