El INE, a 10 años de su creación
En 2014, el IFE se transformó en el INE.
Jaime Rivera Velázquez
La transición democrática de México fue resultado de una larga y afortunada secuencia de cambios sociales e institucionales que ayudaron a afianzar elecciones cada vez más confiables y competidas, mismas que propiciaron la alternancia en el poder y la elección de órganos de representación plurales e incluyentes.
En 1990 se creó el IFE como organismo profesional y permanente, que poco después adquirió autonomía plena y se acreditó como garante de elecciones auténticas. En 2014, el IFE se transformó en el INE. Se le confirieron más atribuciones, principalmente para encabezar un sistema nacional de elecciones del que forman parte los organismos electorales locales, y también más facultades e instrumentos para cuidar la equidad de la contienda.
Este mes, el INE cumplió 10 años de vida. ¿Cómo podemos evaluar su desempeño en esta primera década? En primer lugar, por la calidad de las elecciones federales conducidas por él: 2015, 2018, 2021 y las que están ahora en curso; también por la calidad de las elecciones locales, en las que el INE participa con la dotación del padrón electoral, la integración e instalación de las mesas directivas de casilla, la fiscalización de ingresos y gastos de los partidos políticos, la asignación de tiempos de radio y televisión, así como otras funciones de apoyo y acompañamiento. La calidad de esas elecciones puede medirse con muchos parámetros técnicos que todos reconocen como elevados, pero hay dos hechos políticos que acreditan su carácter democrático: la tasa de alternancia en el poder y la virtual desaparición de los conflictos poselectorales.
Así como durante su primera década el IFE tuvo un papel determinante para lograr la primera alternancia en el poder Ejecutivo en 2000 y los primeros gobiernos divididos o sin mayoría en alguna de las cámaras del Legislativo, durante sus primeros diez años, el INE ha organizado las elecciones que dieron pie a la tercera alternancia en el Ejecutivo federal. Y de más de 30 elecciones de gubernatura realizadas en este periodo, en dos de cada tres ha habido cambio de partido gobernante. Y todo ello, sin verdaderos conflictos poselectorales.
Además, el INE fortalece los derechos político-electorales de las y los ciudadanos: regula elecciones con paridad de género en todas las candidaturas, vigila la nueva normatividad sobre violencia política en razón de género, implementa acciones afirmativas en favor de grupos vulnerables, promueve el voto desde el extranjero, el voto anticipado y el voto de las personas en prisión preventiva.
En cuanto a la integración y renovación de su Consejo General, cabe destacar que el INE ha logrado ya la renovación escalonada de sus 11 integrantes originalmente designados en 2014 bajo un mismo marco normativo. Al no concentrar la designación de todo el Consejo General en una sola Legislatura, la renovación escalonada fortalece la independencia del Instituto y aprovecha la experiencia profesional de sus consejeros. Sin embargo, aunque la más reciente renovación de la presidencia y tres consejerías se llevó a cabo sin sobresaltos, en el primer año de ejercicio ha sido difícil la cohesión del órgano máximo de dirección del INE y no se ha logrado la debida integración de sus órganos ejecutivos centrales. Por fortuna, el Servicio Profesional Electoral sigue proveyendo un funcionamiento eficiente e imparcial que augura, una vez más, unas elecciones bien organizadas y auténticas.
Por otra parte, debe reconocerse que el entorno nacional de polarización política y los ataques del bloque en el poder a los organismos autónomos han planteado enormes retos al sistema electoral mexicano. El INE apenas sobrevivió en años recientes a una fuerte embestida. A las descalificaciones de parte del Presidente de la República se suman recortes presupuestales, una reforma constitucional fallida y unas reformas de ley que atentaban contra la autonomía del instituto y vulneraban su capacidad de organizar elecciones confiables. Gracias a impresionantes movilizaciones ciudadanas en defensa de la democracia y a decisiones oportunas de la Suprema Corte para declarar inconstitucionales esas leyes, el sistema electoral producto de la transición democrática pudo salvarse.
A diez años de vida, el INE ha cumplido con creces con la misión encomendada. Al encontrarnos en pleno periodo de campañas del cuarto proceso electoral federal organizado por el INE, quizá sería algo apresurado echar las campanas al vuelo. Habrá que esperar a que este proceso concluya en tiempo y forma en unos meses más. Pero la fortaleza institucional del INE, el compromiso democrático de su personal y una amplia participación ciudadana serán las garantías de unas elecciones auténticas y transparentes.
