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La crisis, más allá del covid

Max Cortázar

Max Cortázar

La vida en América Latina se conjuga en una preocupante crisis que pone en entredicho la estabilidad social en la región. Lo que en un principio debió de haber sido un año de recuperación, con el hallazgo de las vacunas y la identificación de los protocolos sanitarios para contener las cadenas de contagio del nuevo coronavirus; el 2021 refleja, en la entrada a su quinto mes, un escenario muy distinto, donde la sequía de las finanzas públicas, la debilidad institucional y la polarización al interior de las sociedades orilla a los distintos países a la ruta del conflicto interno en vez de a reconstruir prosperidad.

Los saldos del covid-19 han sido contundentes. En poco más de un año, la enfermedad ha cobrado la vida de, cuando menos, 927 mil personas, así como afectado la salud de más de 29 millones de latinoamericanos, de acuerdo con el conteo de la agencia Reuters. Esta región contabiliza el 30% de los lamentables fallecimientos globales, el 10% de los nuevos contagios que en fechas recientes se dan en el mundo y cuyo epicentro ahora está en la espiral de muerte observada en Brasil, la cual superó hace unos días las cuatrocientas mil. País que no sólo sufre como muchas otras naciones de la falta de capacidades en su sistema de salud, sino que su gobierno ha hecho oídos sordos a las mejores prácticas internacionales para salvar un mayor número de ciudadanos.

El desafío de la pandemia cobra su dimensión real, al considerar que sus impactos trascienden al campo de la salud. El covid-19 traerá como consecuencia que más de 214 millones de latinoamericanos vivan en situación de pobreza, según los estudios difundidos por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Condición que podría constituir un caldo de cultivo que abone al deterioro del apoyo popular a los sistemas democráticos, favoreciendo el regreso de acciones autoritarias desde el poder público, bajo el espejismo de que sólo con mano dura será posible mitigar la incertidumbre de las sociedades.

Y es que las democracias tendrán menos recursos a su alcance para ganar legitimidad. Por un lado, recordemos que este sistema de gobierno es ampliamente criticado, porque los latinoamericanos consideran que sólo ha servido para beneficiar a una minoría. De acuerdo con el Latinobarómetro, apenas 2 de cada 10 se muestran satisfechos con la democracia. El indicador más bajo en dos décadas. Por el otro, el desplome natural de la actividad económica ha dejado las finanzas públicas en una situación crítica, sin que existan los consensos necesarios al interior de los países sobre las rutas viables para fortalecerlas.

Quizá el botón de muestra más ilustrativo es Colombia. El presidente Iván Duque planteó una reforma fiscal, la llamada Ley de Solidaridad Sostenible, orientada a aliviar el pago de la deuda pública y mantener la prestación de servicios públicos, a partir de la recaudación de más de 6,000 millones de dólares. Sin embargo, la falta de amplios acuerdos políticos y sociales sobre los mecanismos de recaudación desencadenaron protestas masivas, las cuales registraron choques con la autoridad que, desafortunadamente, llevaron a la pérdida de vidas humanas. La presión social forzó al mandatario a retirar la iniciativa, pero el Estado colombiano tendrá que encontrar la manera de hacer frente a la fragilidad de sus arcas si lo que desea es evitar en el corto plazo un costo económico de mayores proporciones.

Ante el clima de inestabilidad social, los gobiernos están encontrando incentivos a la reacción autoritaria. No sólo en Colombia, con el despliegue del ejército y la represión policial para controlar esas manifestaciones, sino en otros países con medidas que ponen al límite de la constitución su legalidad. Como por ejemplo, en El Salvador, donde la mayoría legislativa del presidente Nayib Bukele destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general, por haber detenido los efectos de una serie de decretos presidenciales vinculados con la emergencia sanitaria.

Ambos casos muestran la tentación gubernamental de imponer decisiones, en vez de tejer acuerdos democráticos para la salida de los retos de la pandemia. Sin embargo, las condiciones para una crisis mayor en la región están dadas, si se considera que naciones como Honduras, Venezuela, Guatemala y Nicaragua vivirán un mayor impacto del covid-19 por las mínimas tasas de vacunación que presentan, las cuales aletargarán el regreso de la actividad económica y presionarán al alza el fenómeno migratorio. Así, la crisis no ha tocado fondo, sólo un esfuerzo sostenido de entendimiento y cooperación multilateral podrá recobrar el brío democrático de América Latina.

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