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“Algo no hemos hecho bien”

Max Cortázar

Max Cortázar

La frase es del presidente de Argentina y comprueba que no hay discurso que alcance para garantizar la continuidad de un proyecto político si éste gobierna sin ofrecer beneficios tangibles a la calidad de vida de los electores o, cuando menos, el ejercicio de una administración congruente con los preceptos más básicos de la narrativa oficial. Así lo refrendó el resultado electoral de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) celebradas este fin de semana en Argentina, las cuales tienen como objetivo definir los partidos que podrán presentarse en la próxima elección intermedia del 14 de noviembre —al haber superado el umbral de 1.5% de la votación válida—; pero, más importante aún, el integrar los listados finales de candidatos en contienda y medir el respaldo popular inicial con el que cuenta cada uno de ellos.

El resultado electoral es una clara manifestación de la animadversión mayoritaria a la gestión pública del presidente Alberto Fernández y de su aliada, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Esto es patente porque el oficialismo en lo general, y el kirchnerismo en lo particular, quedó no sólo desplazado del primer lugar en la intención de voto del 75% de los distritos en juego; sino de la provincia de Buenos Aires, que concentra cuatro de cada diez votos a nivel nacional y es considerada el bastión por excelencia del peronismo.

Debido a esto último, la estrategia exitosa instrumentada por el alcalde de la capital argentina, Horacio Rodríguez, lo pone en la lista corta de los aspirantes opositores con mayores reflectores a suceder a Alberto Fernández; sin olvidar que los precandidatos afines al exmandatario Mauricio Macri reafirmaron su alta competitividad electoral en circunscripciones localizadas en Mendoza, Córdova y la propia Buenos Aires.

La coyuntura política de esta nación sudamericana muestra, de nueva cuenta, el complejo entorno que enfrentan los mandatarios alrededor del mundo para sostener niveles robustos de aprobación frente al impacto negativo que la pandemia ha tenido en lo económico y lo social. Al igual que muchos otros países, en 2020, Argentina vio contraída su economía en un diez por ciento, con lo cual sumó tres años al hilo en recesión. Su gobierno, además, tiene escasos márgenes de maniobra si se considera, entre otros factores, la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que asciende a 45 mil millones de dólares, y una inflación de 51% que alcanzó en el último año. Asimismo, una economía en crisis recurrente ha dejado a 42% de los argentinos sin los recursos necesarios para pagar siquiera una canasta básica, así como a varios cientos de miles de estudiantes sin posibilidad de continuar sus estudios en línea, debido a la precariedad de sus condiciones de vida y a la carencia de internet o dispositivos adecuados. Todo esto según estudios independientes difundidos por los medios de comunicación.

Pero las condiciones globales no son las únicas variables que han jugado en contra de la coalición en el gobierno. Destacan las incongruencias que el presidente Fernández ha exhibido entre su discurso y los hechos. Un gobierno emanado de la izquierda y supuestamente comprometido con la erradicación de privilegios fue sorprendido aplicando vacunas contra covid-19 a los cercanos al régimen de manera preferencial, dado que las personas beneficiadas no eran parte de los grupos sujetos a recibirla en ese momento; así como en plena fiesta de cumpleaños de la primera dama en la residencia oficial, mientras puertas afuera exigía aislamiento social a una sociedad duramente golpeada en sus ingresos y sin posibilidad de reunirse con sus seres queridos.

Si a la falta de sensibilidad sobre la gravedad del contexto impuesto por la pandemia se agregan las constantes pugnas entre el presidente y la vicepresidenta por controlar la operación del gabinete y los criterios de política económica, resulta completamente entendible que hoy no sólo el gobierno se encuentre frente al riesgo de perder el Legislativo y, con ello, de perder la viabilidad de sacar adelante su agenda legislativa; sino también de que veamos caer una vez más la hegemonía del peronismo en la política argentina. Hace ocho años, condiciones similares anticiparon el triunfo presidencial que Mauricio Macri tendría dos años después. Hoy, todo apunta a que no habrá reelección de Alberto Fernández en 2023.

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