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El latinoamericanismo

Luis F. Lozano Olivares

Luis F. Lozano Olivares

Avvocato del Diavolo

No es políticamente correcto decir que Latinoamérica ha sido un desastre histórico porque hay una noción de que Latinoamérica ha sido una víctima del colonialismo europeo y después del norteamericano.
Sin embargo, fuera de Chile, la historia de todos los países latinoamericanos está llena de caudillos, guerras civiles, golpes militares y pobreza.

Debemos ser conscientes que esa condición de víctima genera dudas, cuando en muchos casos son los propios pueblos los que votan por sus propios verdugos en una vocación regional suicida, quizá por el bajo nivel de educación de la zona o por nuestra terquedad de tratar de resolver los problemas sin trabajo, ahorro o esfuerzo.

Al respecto me quiero referir a tres casos de moda.

El primero es el triunfo de Alberto Fernández en Argentina. Como todos sabemos, Argentina es un país muy rico en recursos, pero ha tenido una vocación constante de recurrir al Peronismo como salvación y, el Peronismo, siempre la ha metido en más problemas.
Parece que los latinoamericanos no entendemos cómo funciona la economía, creemos que el dinero del gobierno es eterno y que el gobierno está obligado a pagar por todo.
Así, cuando vienen las crisis y hay que poner la casa en orden con medidas dolorosas, castigamos al partido que trata de arreglar las cosas y volvemos al partido o sistema que los generó. Aquí está México para un ejemplo más nítido.

El segundo es el multicomentado tema de Bolivia. He quedado sorprendido sobre la defensa hacia el señor Evo Morales, después de haberse perpetuado en el poder, cambiando las reglas del juego para beneficiarse, ya en el poder. El solo hecho de que un militar salga a hablar de la sugerencia del ejército a Evo Morales para dejar el cargo ha formulado un silogismo simplón:
si un militar exige la renuncia de un presidente por causa de una violación a la Constitución, un plebiscito y después de un fraude electoral, es un golpe de Estado. Normalmente, en los golpes de Estado de los ejércitos, éstos quedan en el poder, hasta ahora, eso no ha pasado en Bolivia.

La izquierda latinoamericana justifica el desmantelamiento institucional y constitucional de un país bajo la base de principios morales, que son por naturaleza, subjetivos. Pero que un grupo de militares exija la renuncia de una persona que intentó salir del orden constitucional es inaceptable para muchos.
Alguna vez comenté en este espacio que, hablando con un coronel americano, le pregunté si el ejército de ese país estaba obligado a seguir cualquier orden del presidente Trump y me respondió que su juramento es a la Constitución y no a quien detenta la Presidencia. Al final, en las democracias liberales, el orden constitucional está por encima de todo, incluso, del ejército.

Nuestro gobierno se pronuncia políticamente y ofrece asilo a Evo Morales, desatando un nuevo conflicto entre los dos Méxicos, en un momento difícil en que se elige al presidente de la CNDH, se discute recortar el término del presidente del INE y se deja de hablar de la crisis de seguridad. Dicha postura se aleja de aquélla de todas las democracias liberales del continente con las que México había creado un eje, acercándonos más a los países más dogmáticos de la región como Cuba, Nicaragua y Venezuela.

El problema mayor radica en nuestro vecino del norte. Entiendo la vocación latinoamericanista de libro de la SEP de los setenta de nuestro gobierno, a pesar de que varios países “hermanos” negaron el uso de su espacio aéreo al jet de la Fuerza Aérea que transportaba a Evo a México (la hermandad latinoamericana es otro mito). El problema es la respuesta que dio el gobierno americano. Nuestra relación más importante en el mundo festejó la salida del presidente Morales, felicitó al pueblo de Bolivia por liberarse y ser un ejemplo para Venezuela, mientras nosotros le dábamos asilo a la persona de quien se “liberaron” de acuerdo a EU. Esto es claramente un ejemplo más de que no hay estrategia con Estados Unidos y que nuestra relación más importante la llevamos de oído. Creo que sería muy peligroso perder la calidad de aliado de EU y por lo tanto, la confianza. Al final, somos un vecino problemático, pero confiable, hasta ahora.

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