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El hombre contra las instituciones

Luis F. Lozano Olivares

Luis F. Lozano Olivares

Avvocato del Diavolo

Pues aquí estamos, tres semanas después de las elecciones presidenciales estadunidenses y, de manera inédita, el perdedor no ha concedido la victoria al señor Biden. Cuando ganó por el mismo margen a Hillary todo fue justo, pero cuando sospechó que podría perder alimentó la idea de un fraude masivo en un sistema electoral no centralizado, que es manejado por cada estado y que, por lo tanto, requeriría de un número inusitado de conspiradores para lograr el dichoso fraude.

Como ha sucedido por aquí, la primera estrategia ha sido legal. Se han presentado docenas de demandas para frenar los conteos de voto donde iba ganando, y pedir recuentos completos donde iba perdiendo. La incongruencia como evidencia de la conveniencia de manera pública, grotesca y sin vergüenza alguna.

El señor Obama ha estado de entrevistas por la publicación de su nuevo libro. En ellas se ha referido con clase y respeto a Trump, sin dejar de ser directo. Pero con razón acusa dos cosas relevantes. La primera es el tibio posicionamiento de la élite republicana frente a la acusación del fraude inexistente. Esto es muy dañino, porque la conveniencia y el miedo reverencial al líder pone en riesgo el valor supremo de la política norteamericana, la propia democracia. La segunda es que ha despertado los valores encontrados de una sociedad dividida por cicatrices que hoy están abiertas.

No podemos olvidar que todo el centro rojo de Estado Unidos es el mismo que está armado hasta los dientes. No sería gratis que el general Mark Milley hiciera unas declaraciones el viernes 13 de noviembre recordando que las fuerzas armadas de Estados Unidos juran fidelidad a la Constitución de Estados Unidos y no a persona o partido alguno; terminó diciendo que defenderán la Constitución con su vida. Quizá pasó desapercibido en México, pero no fue un mensaje ligero ni gratuito.

La combinación de división, actores políticos irresponsables y el culto al hombre están dañando a la democracia más emblemática del mundo. Una tercera parte de los americanos y setenta y siete por ciento de los votantes de Trump piensan que hubo fraude; el daño está hecho. No se basa en hechos ni en derecho, sino en fe.

La base de las democracias es la confianza en las instituciones, pero si un jugador la desestima provoca una crisis de credibilidad, que no de legitimidad, palabra derivada de lex.

Joe Biden tomará protesta el 20 de enero de 2021, no lo dude, estimado lector. Pero la tarea de cerrar las cicatrices abiertas de manera irresponsable para obtener un interés personal será dificilísima. La situación ha llegado al extremo de que la administración actual no ha liberado fondos para el manejo de la oficina del presidente electo. La civilidad tradicional tendrá que ser sustituida por órdenes judiciales en su momento. La verdad es que es triste.

Como lo he expresado antes, en mi opinión, las libertades de las democracias liberales han creado sus propias debilidades. Así como los fundamentalistas musulmanes aprovechan las libertades de Europa para atacar los valores que les dieron mejor vida, las libertades y la falta de barreras de entrada en la política permite que lleguen al poder no los más preparados, sino los que pueden ganar.

La segunda cuestión que veo con urgencia es que el progreso es lento; sí, además de esa lentitud, no sabemos comunicarlo, dejamos espacio a la mentira y el pesimismo del simplista. Todo está mal y, desde luego, las cosas siempre podrían estar mejor, pero que haya habido progreso es innegable, pero ineficazmente comunicado.

Las instituciones están hechas de y por personas, con la intención de que no dependan de persona alguna. Si no garantizamos que dichas instituciones sean formadas por las personas más preparadas, con vocación de servicio y con intereses colectivos legítimos, siempre habrá la posibilidad de que llegue quien no debe.

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