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El periodismo, garantía inalienable de libertad de pensamiento y expresión

José Luis Jaimes Rosado

José Luis Jaimes Rosado

La facultad de obrar o no con plena responsabilidad se conceptualiza como libertad, en tanto que la manifestación o especificación para el entendimiento se define como expresión. La libertad de expresión es un constructo  humano que permite viabilidad a su esencia, existencia y presencia tanto cognitiva como afectiva.

El 10 de diciembre de 1948, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconociendo la plataforma de igualdad inalienable, el trinomio libertad,  justicia y paz, en el mundo.

El artículo primero reconoce que los seres humanos están dotados de razón y conciencia, visión ontológica en paralelo con el pensamiento de René Descartes (1596-1650) a través de la locución latina cogito ergo sum, “pienso, luego existo” o “pienso, por lo tanto soy” y que Adriana Yurén en su texto Conocimiento y Comunicación considera que el inicio del postulado es dubito, ergo cogito, cogito, ergo sum, “si dudo es que pienso, y si pienso es que existo”.

Entre la propuesta filosófica y el anclaje del documento de la ONU persiste el reconocimiento de que el humano es un ser que por su propia naturaleza está constituido para pensar. Aceptar y garantizar la facultad del razonamiento es estructurar la viabilidad de existencia a través de la libertad de su pensamiento.

Asimismo, el documento de la ONU en el artículo 19 establece que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión (…)”, línea de pensamiento que reconoce al ser humano como ente natural de convivencia directa con sus congéneres, contexto que se sustenta en la comunicación y que George Berkeley (1685-1753) expresó como Esse est percipi, “Ser es ser percibido”.

Adriana Yurén cita que “la comunicación de las ideas marcada por palabras no es el principal y único fin del lenguaje (…) hay otros fines como externar una pasión (…) o colocar a la mente en alguna disposición particular”.

La correlación anterior presenta al humano en grupo, en constante relación, en sociedad; y garantizar el reconocimiento de unos a otros hace factible la convivencia, proceso que inicia individualmente con el pensamiento, pero que se expresa colectivamente con el ejercicio de la comunicación a través de la manifestación de opiniones y expresión de las emociones.

Libertad de pensamiento y libertad de expresión, reflexionados desde pienso-existo y soy-percibido, son ejes de convivencia común verificables desde el juego infantil hasta los registros periodísticos de la política nacional.

En el primer caso, la realización de la persona sustentada en la decisión de pensar en un sentido u otro, se ve coartada con la broma infantil cuando, previo acuerdo, el grupo de amigos se retira en direcciones distintas de inmediato a la llegada del destinatario de la agresión. En política, es ignorar a una minoría, hacer valer el “mayoriteo”, los previos acuerdos cupulares o “acuerdo en lo oscurito”,  la no discusión, la no oportunidad de participar en un referéndum, aislar a algunos de los procesos sociales administrativos.

En el segundo caso, plenitud humana materializada al ser percibida la persona, con lugar y participación en sociedad, se trastoca cotidianamente en la infancia con la  broma de “la ley del hielo” donde nadie le habla  al niño objeto de la acción. Y en la política basta referir las frases-acciones “ni los veo ni los oigo” o “el innombrable”.

En ambas situaciones, no contar con espacios de expresión aniquila la existencia del otro, batalla que en la historia democrática de México se presentó desde la negación de recursos económicos hasta la limitación de espacios destinados en los medios de comunicación, pasando por la negación de sedes públicas para eventos; o ahora, con la unilateral agenda política.

La sociedad integrada por ciudadanos, individuos y personas es un ente vivo, dinámico y complejo; y el ejercicio del periodismo garantiza la libertad de pensamiento y la libertad de expresión al ser el registro inmediato de la acción en su contexto, del pensamiento individual o grupal, reflejo de la racionalidad social y las emociones singulares y plurales que ubican por inmediatez la existencia en tiempo, lugar y circunstancias.

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