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La falta de agua en la epidemia se puede volver catastrófica

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

 

La escasez de agua no es una novedad, es un problema que está presente desde hace muchos años en nuestro país. Actualmente, se estima, son más de 10 millones de hogares mexicanos los que no tienen suministro diario de agua, lo que equivaldría a más de 40 millones de personas sin el vital líquido, según las estadísticas.

Sin embargo, en el marco de esta contingencia sanitaria por COVID-19, el desabasto de agua potable se vuelve un problema todavía más grave, pues entre las medidas más importantes de prevención contra el virus, además de quedarse en casa, está el lavarse las manos frecuentemente y el mantener labores de limpieza más estrictas en los hogares.

Para quienes tienen el privilegio de no saber lo que es quedarse sin agua potable, eso puede resultar sencillo, pero para quienes son parte de esos más de 10 millones de hogares que padecen su desabasto, el seguir las indicaciones de cuidado representa un problema más en la lista, pues, además de todas las complicaciones generadas por la pandemia, tienen que enfrentar la falta de agua.

En lo que respecta a la Ciudad de México, alcaldías como Iztapalapa, Cuauhtémoc y Tlalpan son bien conocidas por concentrar el mayor problema de desabasto, sin embrago, a raíz de la contingencia sanitaria por COVID-19, otras alcaldías, como Venustiano Carranza, Gustavo A. Madero y Azcapotzalco, comenzaron a reportar problemas de escasez y a ellas se han ido sumando otras.

Habitantes de colonias populares de algunas de esas alcaldías durante muchos años han escuchado a las autoridades prometer que el agua ya no va a faltar; se han cansado de escuchar promesas en el mismo sentido por parte de líderes sociales, políticos y populares que, en cuanto obtienen lo que quieren, desaparecen y no vuelven más.

La realidad es que cada vez hay menos agua y no se ve cerca una solución. Donde antes llegaba con regularidad, ahora es escasa y donde antes escaseaba, ahora ya no cae una sola gota.

Pero la pregunta base sigue siendo, ¿por qué unos hogares tienen agua y otros no? Por un lado, se han dado muchas explicaciones técnicas: que si una parte de la ciudad es abastecida por el Sistema Cutzamala; que si en otra es por medio de pozos; que la cantidad que se pierde en las fugas de la red es impresionante; que la gente no la cuida, etcétera.

Sin embrago, por el otro, por el de los ciudadanos de a pie que viven en carne propia la falta de agua, se dice que el vital líquido se ha convertido en un gran lucro para quienes lo reparten, así como un medio para generar clientela política, lo cual, simplemente, no tiene nombre.

El acceso al agua potable es un derecho humano y las autoridades están obligadas a garantizar que se tenga de manera suficiente. Una cosa es que verdaderamente existan fallas técnicas o falta de recursos para llevar el agua a todos los hogares y otra muy distinta que, habiendo agua, ésta se distribuya a conveniencia de unos cuantos. Eso es algo que no se debe tolerar, mucho menos en este contexto de emergencia.

 

La epidemia ya ha causado muchas dificultades en cuestión de salud y vendrán muchas más en lo económico, por lo que permitir que se generen más problemas —ahora por la falta de agua— sería algo catastrófico para la ciudad.

 

 

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