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Marco macroeconómico para 2020

Javier Aparicio

Javier Aparicio

El 8 de septiembre pasado, el secretario de Hacienda entregó al Congreso el así llamado “paquete económico” para el año 2020, el cual incluye criterios generales de política económica, una iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF). La Ley de Ingresos involucra a ambas Cámaras, mientras que el presupuesto es facultad exclusiva de la Cámara de Diputados. Este proceso presupuestal debe concluir a más tardar el 15 de noviembre entrante.

Dadas las mayorías con que cuenta la coalición gobernante, la bancada de Morena podría aprobar el paquete presupuestal de su preferencia con cambios mínimos. Sin embargo, como se vio en la reciente discusión sobre la integración de la Mesa Directiva del Congreso, excluir a la oposición de manera burda puede ser costoso. Por otro lado, si el Presidente está interesado en alguna reforma constitucional o en contar con cierto margen de negociación con gobernadores o congresos locales, mal haría su bancada en aprobar un presupuesto excluyente. Dado que la negociación política del paquete de ingresos y egresos tomará algún tiempo, en esta entrega quiero detenerme en algunos aspectos clave del marco macroeconómico anunciado.

Algunos de los indicadores clave para estimar los ingresos fiscales del próximo año, reflejadas en el marco macroeconómico de los criterios generales de política económica, son: la tasa de crecimiento anual del PIB, estimada para 2020 entre 1.5 y 2.5 puntos porcentuales; la tasa de inflación anual, estimada en 3%; el precio promedio del petróleo, estimado en 49 dólares por barril; el promedio del tipo de cambio, estimado en 19.9 pesos por dólar, y una tasa de interés promedio de 7.4 por ciento en los CETES a 28 días, entre otros.

Vale la pena señalar que las estimaciones del marco macroeconómico suelen revisarse (por desgracia, a la baja) a lo largo de cada año. Llama la atención, por ejemplo, que el crecimiento económico esperado para 2019, según los criterios generales anunciados el año pasado, también era de entre 1.5 y 2.5 por ciento. Hoy sabemos que el PIB difícilmente crecerá más del uno por ciento: en su segundo informe trimestral de 2019, el Banco de México estimó un crecimiento de entre 0.2 y 0.7 por ciento para este año. Dado que tanto la economía estadunidense como el entorno internacional señalan una clara desaceleración, resulta entre paradójico y optimista que el marco macroeconómico mexicano para 2020 ofrezca la misma estimación de crecimiento que se proyectaba para este 2019.

Algo similar sucede con la renta petrolera. Los criterios generales del año pasado pronosticaban para 2019 una producción de 1.84 millones de barriles diarios a un precio promedio de 55 dólares por barril. A pesar de que los criterios recién anunciados estiman que esa meta no se cumplirá este año (se estiman 1.72mbd), sí pronostican que la producción para 2020 será de 1.95 mbd a un precio promedio de 49 dólares.

Hay dos factores que podrían ayudar a que, en efecto, la meta de crecimiento para 2020 se materializara: en primer lugar, la aprobación del nuevo Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá —de no aprobarse en el corto plazo, la discusión del T-MEC podría volverse parte del debate de precampaña y campaña presidencial en los Estados Unidos. Por otro lado, que la incertidumbre doméstica sobre inversión pública y la política fiscal en general se disipara. Las recientes negociaciones de los gasoductos, los agradecimientos explícitos del Presidente durante el discurso de su primer Informe, y el reiterado mensaje de Hacienda de que en 2020 no habrá los “subejercicios” observados este año, podrían leerse en esa tesitura.

De entrada, más allá de su optimismo, el paquete presupuestal parece tener pocas sorpresas. Esto podría sugerir que, en efecto, el gobierno quiere minimizar la incertidumbre en torno a los ingresos y gastos del año próximo tras un arranque más bien errático. Sin embargo, también podría sugerir que la discusión de los temas más álgidos se dejará en manos del Congreso. Por último, no debe olvidarse que la Secretaría de Hacienda cuenta con gran discrecionalidad para ejercer recursos de modo muy distinto al Presupuesto de Egresos aprobado por el Congreso.

 

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