Sheinbaum, año uno

Hay señales de una segunda etapa: ya no sólo continuidad, sino ajuste fino del engranaje

Gustavo Rivera

Gustavo Rivera

Cinco Elementos

Si 2024 fue la elección, 2025 fue la mudanza: llegar, abrir cajas con el sello de AMLO, terminar lo que venía a medio armar —obras, leyes, reformas— y, sin romper la vajilla, empezar a acomodar lo propio. Así se cerró el año: con el plan C convertido, en buena medida, en reglas; y con la presidenta Claudia Sheinbaum ensayando su segunda temporada, la de gobernar con muebles propios.

Al arrancar, Sheinbaum se puso metas de tres tipos. Políticas: gobernabilidad y margen para decidir. Electorales: no perder el respaldo que vuelve ejecutable cualquier plan. Programáticas: seguridad, economía, inversión y obras que se vean en el territorio.

Doce meses después, el termómetro principal sigue alto: Enkoll registró 74% de aprobación a inicios de diciembre. Ese número no gobierna por sí solo, pero compra algo escaso: tiempo y paciencia para cumplir.

La pieza más sensible es la seguridad, y ahí hay dato duro. El propio gobierno reportó que el promedio diario de homicidios dolosos bajó 37% entre septiembre de 2024 y noviembre de 2025: de 86.9 víctimas al día a 54.7. La apuesta oficial, repetida como mantra administrativo, se resume en una palabra que suena aburrida y por eso importa: coordinación. Coordinación del gabinete, de la Guardia Nacional, de la inteligencia y la investigación; coordinación para que la ley llegue antes que el miedo.

En ese marco, 2025 dejó también un gesto quirúrgico de cooperación con EU. Hubo dos traslados masivos hacia ese país de generadores de violencia, requeridas por autoridades estadounidenses: 29 en febrero y 26 en agosto, por decisión del Consejo de Seguridad Nacional. No arreglan el país, pero dicen algo del método: mostrar control, cerrar grietas, coordinar sin renunciar a la soberanía.

Y, sin embargo, el cierre del año ya no suena a “reforma” sino a “cumplimiento”. 2026 viene marcado por dos exámenes: el de la inversión —interna y externa— cuando el margen fiscal no es infinito, y el de la región, con la revisión del T-MEC prevista para julio de 2026. Ahí entra Plan México como brújula: infraestructura, ferrocarriles, proyectos hídricos, vivienda y energía. Sheinbaum ha anunciado, además, un esquema de inversión pública y mixta para empujar obras estratégicas para detonar crecimiento económico.

También se movió el tablero institucional. La renuncia de Alejandro Gertz Manero a la Fiscalía General de la República abrió un relevo delicado en el corazón penal del Estado. Y en 2026 tocará definir continuidad o relevo en la Auditoría Superior de la Federación, cuyo periodo actual concluye ese mismo año.

Son señales de una segunda etapa: ya no solo continuidad, sino ajuste fino del engranaje.

La diferencia, al final, es de temperamento —y los temperamentos gobiernan. AMLO convertía la política en épica cotidiana; Sheinbaum la empuja hacia el método: administración, orden, resultados medibles, una idea de gobierno más técnica sin dejar de ser popular. Por eso 2026 pinta distinto: menos Congreso, más obra; menos consigna, más ejecución.

* El año termina así: con una primera etapa cerrada —completar el legado obradorista y fijar reformas— y otra abriéndose, más claudista, donde el poder se mide más en honestidad y resultados. Y ya asoma, al fondo, el proceso electoral de 2027, que pondrá a prueba si esta mudanza terminó en casa o en bodega.

Feliz año.

 

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