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¿Qué sigue? (I)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El reciente episodio del ejercicio del poder de Estados Unidos con México deja evidenciado que subsiste la asimetría histórica entre los dos países. No digo nada nuevo, basta una rápida revisión de nuestra historia independiente para constatar que el vecino del norte ha sido determinante en muchos campos para explicar el México de hoy.

Como bien describe Lorenzo Meyer en una columna reciente (No es la primera, no será la última. Reforma, 16 de junio, 2019), desde el inicio del siglo XIX, el México reciente independizado sufrió la pérdida de una inmensa parte de su territorio y estuvo a punto de tener que ceder aún más: lo que hoy son los estados de Chihuahua, Baja California y Sonora. Muy pronto el desarrollo económico de Estados Unidos (irónicamente explicado en buena medida por la llegada de una ola de migrantes) abrió una enorme brecha en los ingresos de las sociedades a cada lado de la frágil frontera común.

En su recurrido estilo de gobernar, tocó ahora al presidente Trump amenazar a México con imponer aranceles a nuestras exportaciones si no se alcanzaba, en un periodo de tres meses, disminuir de manera drástica la llegada a su frontera de migrantes centroamericanos. Una clara amenaza violatoria de  los tratados, acuerdos, reglas y prácticas del comercio mundial.

No se tomó la molestia de llamar al presidente López Obrador para intercambiar ideas, iniciativas conjuntas, establecer acuerdos. Bastó un tuit para provocar la devaluación del peso y una reacción de pánico en el ambiente empresarial y político mexicano. Nos tocó experimentar lo que ha sido una constante con casi todos los líderes del mundo que tratan con él: arrogancia, imposición, insultos y mentiras. Como me dijo un experimentado republicano: “Trump no tiene un solo amigo ni en su vida personal, ninguno. Ni sus colaboradores más cercanos, muchos de ellos ahora en la cárcel, merecieron su apoyo”.

Los resultados de las pláticas entre funcionarios de los dos países han sido ampliamente comentados en los medios de comunicación, redes sociales y corrillos políticos. Unos consideran que México salió bien librado al posponer Trump los aranceles; otros dicen que se concedió mucho a cambio de una mera amenaza virtual. En unas semanas sabremos si lo acordado funciona para aplacar las diatribas trumpianas. También sabremos si México, y tal vez los países de origen de las “caravanas”, tendrán que aceptar recibir y dar asilo a los futuros peticionarios de Guatemala y/o de los otros países involucrados. Di mi opinión en mi pasada entrega: Encrucijada Migratoria. El desenlace, el 9 de junio, 2019. Ahora toca pensar en lo que sigue. Van algunas ideas para atender el corto plazo:

1. Es probable que Trump insista en su idea de hacer de México un  “tercer país seguro”, es decir asumir la obligación arriba descrita ante potencialmente decenas de miles de centroamericanos. Hay que pensar, ¿qué impacto económico y social podrá tener esa política en el corto y mediano plazo?, ¿lo mismo pasará con nacionales de otros países?, ¿en verdad será un disuasivo para no intentar llegar a la frontera norte? Sugerencia: no aceptar tal carga a menos que se acote su temporalidad, a cambio de concesiones de la contraparte.

2. México aceptó desplegar en la frontera sur a la Guardia Fronteriza como medida disuasiva y de control, decisión que implica serios riesgos para los derechos humanos de los migrantes y un reto para los traficantes de personas. La experiencia en la frontera norte ha dejado claro que en el momento que se relajan este tipo de despliegues, los flujos de personas se renuevan de inmediato, ¿por cuánto tiempo nos obligaremos a mantener los 6000 soldados y policías en labores migratorias?, ¿cómo reaccionarán los delincuentes que engañan a los migrantes, buscarán la vía marítima? Posibles medidas paliativas: incorporar a la ACNUR y la Organización Internacional de las Migraciones para administrar este proceso bajo la cobertura de protocolos internacionales. Una propuesta obvia: que Estados Unidos pague los costos de este difícil operativo a través de dichos organismos para evitar exigencias irracionales, además de contar con testigos neutrales que acrediten el esfuerzo mexicano. Por supuesto ,acotar el despliegue a un tiempo determinado.

Dice Meyer: “...la tensión actual entre México y Estados Unidos es parte de una historia vieja que, por ahora, no contamos con los elementos para modificarla. La alternativa es ir disminuyendo nuestra dependencia del norte, evitar el choque directo e ir dosificando la negociación con la resistencia”.

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