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Mirar al sur (III)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Las imágenes de los migrantes africanos tratando de llegar a las costas europeas, hacinados en botes que con frecuencia se hunden en las aguas del Mediterráneo, el cuerpo inerte de un niño sirio en las playas griegas, los cuerpos calcinados de los mexicanos fallecidos en su intento por cruzar el desierto de Arizona, la niña de dos años sentada frente a un juez americano, el encuentro emocionado de una madre con su hija después de meses de haber sido separadas por las autoridades migratorias de Estados Unidos. Visto en su conjunto es la expresión de la lucha mundial por sobrevivir que libran los desesperados; en lo individual, cada historia, una tragedia humana.

La reacción de Trump confirma lo que el mundo sabe: su único interés es mantenerse en el poder, no importa si miente, ofende, denigra y crea enemigos falsos, ¿estos hondureños pobres son en verdad una amenaza, son “criminales”? No le importa exigirle a México que los detenga, llegó a amenazar con “cerrar totalmente la frontera y enviar al ejército”, ¿dónde quedaron sus alabanzas por haber logrado el acuerdo comercial?

El gobierno mexicano enfrenta esta crisis inédita con un discurso que busca balancear la aplicación de nuestras leyes migratorias y de asilo, con la contención física que derivó en enfrentamientos violentos, gases lacrimógenos, empujones, golpes, llanto y caos. Se logró el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para procesar las solicitudes de asilo y se improvisan albergues para custodiarlos en tanto se decide qué hacer. Las redes sociales han criticado el actuar del gobierno mexicano de manera feroz, “le hace el trabajo sucio a Trump”, “son nuestros hermanos”. 

En paralelo, han surgido voces racistas que exigen se les detenga y regrese de donde vinieron. Parafraseando a García Márquez: esto es la crónica de una crisis anunciada.

México ha sido incapaz de construir una política consistente hacia Centroamérica, con una visión de desarrollo sustentable, de respeto a los derechos humanos de las centenas de miles de migrantes de esa región que han cruzado por México desde hace décadas, sufriendo peores abusos de los que sufren nuestros paisanos al cruzar la frontera norte.

En Europa, la llegada de millones de migrantes a su territorio ha puesto a prueba la cohesión y algunos opinan que la supervivencia del proyecto comunitario casi le cuesta el puesto a la canciller alemana, empoderó a grupos xenófobos y autoritarios. ¿Qué pasaría si en las próximas semanas no son cinco mil centroamericanos los que lleguen a nuestra frontera, sino decenas de miles? ¿Será un episodio más para simular que hay un cambio, sin que nada de fondo cambie?

El presidente electo, López Obrador, ha dicho que su gobierno dará empleo a los nacionales de nuestros vecinos al sur, “trabajarán en la construcción del Tren Maya”; la idea requiere claridad sobre sus alcances, negociaciones con los países involucrados, establecer procesos, protocolos, para definir reglas claras que permitan abrir esa oportunidad de manera ordenada y segura.

La experiencia mundial en acuerdos migratorios trasnacionales arroja muchas lecciones y, a la vez, múltiples preguntas: ¿conviene establecer la bilateralidad entre los países participantes o el país receptor define de manera unilateral las condiciones que deberán cumplir los potenciales trabajadores extranjeros? ¿cómo se determina el número de personas a participar en el programa? ¿cómo supervisar que los empleadores cumplan con las condiciones salariales establecidas? ¿se permite el ingreso del trabajador y su familia? ¿la visa o permiso de trabajo asigna al trabajador a un patrón determinado con quien debe permanecer o puede tener movilidad para otras regiones o empleadores? ¿cómo inducir que sea un flujo temporal y no se convierta en definitivo? ¿quién paga el transporte y la vivienda para los trabajadores y, en su caso, sus familiares? ¿quién los contrata: los privados o el gobierno?

Las interrogantes arriba expuestas no son originales, ni propias, son una primera recopilación de múltiples estudios hechos por las más serias instituciones académicas y de investigación y de gobiernos con experiencia en regular los flujos de trabajadores migrantes temporales. Las diferentes estrategias que se han seguido tienen su propia complejidad, todas son de difícil ejecución y conllevan riesgos, pero la experiencia de muchos años confirma que es mejor arriesgar que asumir un rol de guardianes, de rechazo y contención; ante una realidad que en esencia es un reto de derechos humanos, mercados laborales, integración regional y solidaridad ante el sufrimiento humano.

Uno de los mejores reportes sobre la materia es el realizado por un grupo de personas de México y Estados Unidos interesados en plantear una manera novedosa de regular un esquema de movilidad laboral temporal entre ambos países. Muchos de sus conceptos son aplicables al caso de nuestro país con Centroamérica. La parte mexicana la coordinó el expresidente Ernesto Zedillo y por parte de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez, exsecretario de Comercio de ese país. (buscar en www. Center for Global Development, Una Frontera común, un futuro común).

Es una iniciativa audaz, bien orientada. Se requiere flexibilizar nuestra política migratoria para facilitar el ingreso de extranjeros a nuestro territorio. Hay que pensar en términos de la movilidad laboral que acompaña la globalización y el respeto a los derechos humanos. Centroamérica puede ser un ejemplo novedoso siempre y cuando se conciba e implemente de una manera realista y eficaz.

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