Salman Rushdie y los propagadores del mal
Sobrevivió Salman Rushdie a un ataque directo. Quizás fue voluntad divina. Quizás fue mera suerte. Como sea, la literatura ha superado cualquier cantidad de manifestaciones de intolerancia. Ya se sabe: no es lo mismo la tolerancia que tolerar algo o a alguien. Se van los ...
Sobrevivió Salman Rushdie a un ataque directo. Quizás fue voluntad divina. Quizás fue mera suerte. Como sea, la literatura ha superado cualquier cantidad de manifestaciones de intolerancia. Ya se sabe: no es lo mismo la tolerancia que tolerar algo o a alguien. Se van los cuerpos. Quedan las letras.
También, por desgracia, quedan los que nos dicen qué leer y, sobre todo, qué no leer. En 1946, el jesuita Joaquín Cardoso publicó Cuatrocientos novelistas bajo el prisma del dogma y la moral católicos, listado comentado de todo aquello que, precisamente, hay que gozar leyendo. A continuación, una arbitraria selección (editada por quien esto escribe) del referido opúsculo, no obstante el padre Cardoso: “Juzgué de mi deber, como sacerdote católico, dar a mis queridos lectores, los católicos mexicanos, una norma segura para que se aparten de ciertas lecturas dañosas a su fe y a su pureza de alma”.
Alas, Leopoldo.- Escribe con el seudónimo de Clarín. Crítico presuntuoso de mala ley; parcial con los de malas ideas y muy injusto con los buenos escritores; anticlerical y libre pensador. Murió reconciliado con Dios, pero sus obras siguen haciendo daño.
Baudelaire, Carlos.- Poeta y cuentista francés. Enfermo mental a resultas del alcohol. Su libro Las flores del mal es verdaderamente pernicioso. Sus cuentos son alucinaciones de borrachos.
Boccaccio, Giovanni.- Célebre escritor italiano. Sus cuentos corren por el mundo causando un mal inmenso. Él mismo pedía que no se permitiera a las mujeres de su casa los leyeran, pues le tendrían por un viejo asqueroso.
Darío, Rubén.- Nicaragüense. Poeta y novelista muy afamado. Su obra Azul, cuentos y poesías, según Gómez Carrillo, tiene “ciertas blasfemias y carcajadas satánicas”.
Del Valle Arizpe, Artemio.- Mexicano. Cronista titulado de la Ciudad de México. Es absolutamente reprobable y no puede leerse por gente decente su novela picaresca El canillitas, que es grosera e inmoral.
Eça De Queiroz.- Novelista portugués muy leído, desgraciadamente, porque su manera de escribir es cacográfica. El crimen del padre Amaro, sin otro objeto ni intento que denigrar calumniosamente al clero.
Flaubert, Gustavo.- Es una lástima que este autor, que escribe maravillosamente, haya olvidado por completo la moral cristiana.
Nervo, Amado.- Mexicano, nacido en Tepic. De carácter nervioso y neurasténico, no supo jamás controlarse y perdió sus principios religiosos para encontrarlos en la misericordia de Dios, más tarde.
Poe, Edgar Allan.- Americano del Norte. Poeta y cuentista con una imaginación excitada por la bebida, a la que se dio por entero. Es peligroso, pero no abiertamente malo.
Scott, Walter.- Célebre novelista escocés. Como buen protestante se complace en escoger para sus personajes tipos de religiosos y sacerdotes degenerados, sin advertir como es justicia que, aunque hayan existido, por desgracia, no eran sino en esa funesta época del relajamiento, que dio motivo y origen al protestantismo. Nunca dice que esos monjes relajados y viciosos fueron principalmente los corifeos y fundadores del protestantismo.
Swift, Jonathan.- Renombradísimo escritor irlandés, misántropo que pasó un año sin hablar una palabra, muriendo al fin loco. Es impío que ataca lo mismo al Papa que a Lutero y Calvino, esto es, odia la misma religión.
Del Valle-Inclán, Ramón.- Español. De malas ideas y sumamente deshonesto, propagador del mal.
Wells, Heriberto Jorge.- Novelista inglés. Es de una imaginación desorbitada, tiene ideas protestantes y anticatólicas, y a veces inmoralidades extraordinarias. Propende al socialismo.
Zweig, Esteban.- Judío incrédulo y antirreligioso. Es uno de los más grandes envenenadores de almas de nuestro tiempo, precisamente por el esplendor literario que ayuda a las malas inclinaciones de los que, como Zweig, no tienen ni pizca de temor de Dios, no digo ya de amor.
