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Claudia ‘López Portillo’

Federico Döring

Federico Döring

 Al más puro estilo del expresidente José López Portillo, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, pa­rece hacer eco de la frase “no pago para que me peguen”, al descalificar el último informe de la empresa DNV sobre la tra­gedia ocurrida en la Línea 12 del Metro; peritaje que, además, ¡ella misma pagó!, con el dinero de todos.

Cuando los primeros informes de la empresa apuntaban a los pernos Nelson, responsabilidad de administraciones pasa­das, Sheinbaum lo pregonaba a los cuatro vientos, evadiendo así una responsabilidad que a todas luces ella también debería asumir.

Pero hoy que se identifica una responsabilidad en el capítulo de mantenimiento de ella y de Florencia Serranía, exdirectora del Metro, la jefa de Gobierno regatea la transparencia, oculta la información, al viejo estilo de la corrupción e impunidad con la que operaban ciertos personajes de la oscura historia autoritaria del país de los años 70, optó por desconocerla e insultar a los noruegos de estar en contra de la 4T.

Uno supondría que en la democracia, la transparencia es un derecho que damos por sentado, sin embargo, en la adminis­tración de Morena, esto no ocurre y, por ello, tuve que solicitar formalmente y por escrito la petición de transparentar lo rela­cionado a una tragedia que no debe repetirse bajo ninguna cir­cunstancia, porque es claro que la señora Claudia López Portillo ha pretendido, detrás de una pobre actuación de indignación, insultar la inteligencia de todos con el intento de esconder el do­cumento que la incrimina en un cajón con la llave de su supues­ta superioridad moral, que ya ni entre ellos mismos le compran.

¿Dónde están las promesas de campaña de la transparencia hasta el infinito? El informe fue pagado con impuestos y le per­tenece a los capitalinos, no a ella. No se da cuenta que en este intento de proteger sus aspiraciones presidenciales se transfor­ma en José López Portillo; ya podemos ir esperando que en al­guna conferencia suelte algunas lágrimas de cocodrilo al tiempo que parafrasee al expresidente, como alguna vez lo hizo en uno de sus informes ante el Congreso, diciendo que “defenderá la verdad de la tragedia de la L12 como un perro”.

 Lo que no reconoce la jefa de Gobierno es que esa aspiración, que la lleva a evitar la transparencia, nos ha salido ya demasiado cara a los habitantes de la Ciudad de México: hay muertos, hubo heridos, hay corrupción, una danza de millones de pesos tirados a la basura, como para agregarle la gran impunidad política. Ella misma dijo que el peritaje independiente traería la verdad de la tragedia en Tláhuac. Los resultados del dictamen y las causas del desplome no son propiedad del gobierno, menos de Sheinbaum, les pertenecen a las víctimas y a todos los capitalinos.

No puede pasar por encima del derecho de la ciudadanía para conocer los detalles del estudio, que no sólo servirían para acla­rar la situación y fincar responsabilidades, sino que podrían evitar otro incidente que cobre la vida de alguna persona. La informa­ción no puede ser un botín político, un instrumento electoral, no puede ser ocultada y no debe, en ningún caso, ser maquillada para beneficio de alguien que antepone sus intereses personales al bienestar de la ciudad que gobierna.

Ya va quedando claro de qué está hecha esa hilacha de ban­dera de honestidad con la que llegaron al gobierno ni compromi­so con la transparencia ni rendición de cuentas. Ahí va quedando como argumento fulminante a quienes les irá muy mal en 2024, ahí se van apilando las sentencias rabiosas y los complejos llenos de sed de venganza de este gobierno que es quien en realidad se ha burlado de la tragedia y la ha convertido en su circo mediático de millones de pesos desperdiciados.

No le gusta que la prensa crítica la señale, le enfurece que la oposición le exhiba. La jefa de Gobierno no está interesada en lo más mínimo en esclarecer un caso que estremeció a la opinión pública; es un gobierno que carece de empatía con la realidad y, tal como el de López Portillo, se nutre de las mentiras más absurdas.

Las tres entregas del peritaje reconocen la responsabilidad compartida de las últimas tres administraciones de la CDMX, pero, como siempre, la 4T repudia el estudio técnico porque no es lo que hubiera deseado la jefa de Gobierno, un arma para atacar a sus competidores por la candidatura presidencial de su partido ni la última palada para enterrar una tragedia que la perseguirá por siempre.

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