Recuperar las cadenas productivas nacionales
México tiene la responsabilidad de asumir un rol principal en la economía mundial.
Por: Fadlala Akabani
De acuerdo con la teoría económica, por aperturismo se entiende el proceso en el que un país, mediante su política económica, se vuelve receptivo hacia la inversión extranjera y el comercio internacional; a través de la eliminación de barreras arancelarias, como la flexibilización de requerimientos técnicos y jurídicos con el objetivo de incrementar el volumen de participación de la economía en cuestión en las cadenas productivas y comerciales a nivel global.
Como en cualquier ámbito de la experiencia humana es el exceso el que propicia toda perversión del planteamiento que dio origen a cualquier actividad. En el ejercicio absurdo de este principio teórico como directriz de la política económica, el neoliberalismo prianista es uno de los peores (o mejores, según se mire) ejemplos a nivel global, pues del aperturismo neocolonial que ejercieron como política económica de 1988-2018 devino en un extractivismo lacerante para las y los trabajadores mexicanos, para el medio ambiente y para la economía nacional.
Antiguamente, las potencias militares necesitaban desplazar y ejercer su fuerza en aquellos territorios de los que pretendían explotar sus recursos naturales; sin embargo, la política contemporánea en México, le permitió al régimen neoliberal la extracción de materias primas, piedras preciosas y recursos estratégicos, sin aportaciones significativas en contraparte, ni siquiera los impuestos correspondientes en penosos ámbitos como el de la minería, que bajo el amparo del libre comercio, permite a uno de los miembros de un acuerdo económico (Canadá) sobre beneficiarse del acuerdo, extrayendo minerales como la plata y a cambio entregando poco más que contaminación de la tierra y del agua y condiciones laborales en condición de riesgo, estancamiento económico y profesional.
A nivel regional, el aperturismo entreguista al que sucumbieron PRI y PAN también en lo local propició la contracción de la capacidad industrial en espacios como el textil y de confección, el calzado, la mueblería para casa y oficina, la ferretería y la producción de materiales de construcción. Naturalmente, este efecto del aperturismo —planeado o no— creó condiciones para el decrecimiento de la productividad nacional, que afectó cadenas de proveeduría como la del cuero-marroquinería. Esto no sólo es causa de la pérdida de conocimiento en oficios especializados que dejan de desarrollarse, también se traduce en menor acceso a la movilidad social a través del emprendimiento que agrega valor al producto a través de la transformación de las materias primas en diseños propios y soluciones de calidad asequibles.
Durante el inicio y avance del TLCAN el gobierno de México no implementó programas de política pública útiles y/o eficientes que pudieran tecnificar y hacer competitivos sectores tradicionales como la industria textil, juguetes, calzado, entre otros. Si bien algunos sobreviven por el talento, la capacidad económica y la innovación de unos cuantos, pero la mayoría desafortunadamente se fue a la quiebra. Por eso es muy importante que la política pública se diseñe pensando en las empresas nacionales para que puedan competir de igual a igual en la región y, en consecuencia, a nivel global.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha comenzado por tomar el asunto en sus manos, un primer paso para comenzar a andar el arduo camino de la manufactura y el diseño mexicano, empoderar a la empresa nacional, impulsando sus capacidades para alcanzar una competitividad destacada a nivel global, porque México tiene la responsabilidad de aportar mucho al mundo y asumir un rol principal en la economía mundial. Somos una nación independiente, abundante y poderosa que puede mostrar a la humanidad que el mejor camino es la colaboración respetuosa para construir la paz y la prosperidad entre los pueblos y gobiernos del mundo.
