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“México estará siempre en mi corazón”: Benedicto XVI y la realidad mexicana (Primera parte)

Columnista invitado Global

Columnista invitado Global

Por Dr. Alejandro Sada*

Ha concluido su peregrinación por la tierra una de las mentes más grandiosas de los últimos siglos. Luminoso profesor, escritor prolífico, sacerdote de Jesucristo, guardián de la fe, pastor universal de la Iglesia, Benedicto XVI ha sido un gigante y “humilde trabajador de la viña del Señor”1. Su vida ha sido un don de Dios para la Iglesia y el mundo, con los rasgos que acompañan a una obra maestra que alcanza la altura de lo sublime. Nadie lo ha descrito mejor que el cardenal de Colonia, Joachim Meisner, quien lo retrata como un hombre “inteligente como una docena de profesores y devoto como un niño que recibe la primera comunión”2. Nos toca ahora asumir el inmenso legado que este “colaborador de la verdad” ha dado al mundo3.

Como punto de partida para conocer un poco más su pensamiento, propongo escuchar de nuevo las palabras que nos dirigió concretamente a los mexicanos, tanto en sus encuentros con los obispos de nuestro país como en lo que nos dijo como nación en la visita que realizó a nuestra tierra en abril del 2012.

Benedicto XVI le habló a México con un conocimiento profundo de su realidad. En varias ocasiones dejó claro que estaba bien familiarizado con las riquezas y los dolores que bosquejan el rostro de nuestro pueblo. Cuando al inicio de su pontificado se reunió en Roma con los obispos mexicanos, les habló sobre la historia de México, nuestra riqueza geográfica, la realidad cultural del país, los indígenas, el narcotráfico, la discriminación contra la mujer y el carácter propio del mexicano. Con el embajador de México ante la Santa Sede habló sobre nuestra situación política, la desigualdad económica, los problemas migratorios, los procesos electorales, etcétera.

En la homilía del 12 de diciembre de 2011, Benedicto XVI anunció que haría un viaje a México antes de la siguiente pascua para que “se afiance la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente”4. La fe, la esperanza y la caridad, son las grandes pinceladas que definieron el magisterio del papa alemán: escribió dos encíclicas sobre el amor (Deus caritas est y Caritas in veritate), una sobre la esperanza (Spe salvi) y una con el papa Francisco sobre la fe (Lumen fidei). En la entrevista que concedió a los medios en el avión, dijo a los periodistas: “Comparto las alegrías y las esperanzas, pero comparto también el luto y las dificultades de este gran país. Voy para alentar y para aprender, para confortar en la fe, en la esperanza y en la caridad, para confortar en el compromiso por el bien y en el compromiso por la lucha contra el mal”5. Igualmente, en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Guanajuato volvió a insistir: “Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad”6. Podemos, por lo tanto, revivir las palabras que le dirigió a los mexicanos enfocándonos en estas tres cuestiones.

 

Fe recia

“Me siento muy feliz de estar aquí, y doy gracias a Dios por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo, de poder confirmar en la fe al pueblo de Dios de esta gran nación en su propia tierra”7. Con estas palabras saludó el papa a México. Es bien conocida la fuerza con la que Benedicto XVI defendió la necesidad de que la fe se encuentre íntimamente vinculada con la racionalidad humana. Nunca dejó de insistir en que el cristianismo desde su origen ha hecho una opción decidida a favor de la razón y de la verdad. En cierto sentido, podríamos decir que precisamente en eso consiste: en decirle sí a la razón (al Logos) en sus distintos niveles. No obstante, en el contexto de su visita a México, refiriéndose a todos los latinoamericanos en general, dijo algo peculiar, algo que en principio no esperaríamos escuchar del “papa de la razón”: “En América Latina (…) es muy importante que el cristianismo no sea nunca tanto una cuestión de la razón, sino del corazón”8. Para él, el fenómeno guadalupano revela una intuición religiosa que mantiene a Latinoamérica cerca de Dios de una forma singular: “La Virgen de Guadalupe es reconocida y amada por todos, porque entienden que es una madre para todos y está presente desde el principio en esta nueva América Latina”9. La religiosidad mexicana, llena de afecto y sentimiento de filiación, le parece un don que debe ser custodiado. De cualquier manera, eso no quiere decir que la fe deba sin más desentenderse de la razón. Por eso, explicaba también que “esta intuición del corazón debe estar vinculada con la racionalidad de la fe”. Se trata de “unir corazón y razón, de modo que cooperen, porque sólo así el hombre es completo”10. La fe del pueblo mexicano en la Guadalupana supone una enorme ventaja porque nos manifiesta al Dios cercano, no sólo al Dios que se esconde detrás de la racionalidad del cosmos. En ella descubrimos que ese Dios del universo es también el Dios de lo pequeño, el Dios cerca de mí. La Guadalupana nos facilita la realización de esa síntesis tan importante entre el Dios cósmico, grande y majestuoso, y el Dios pequeño, cercano, que da sentido a mi vida en su singularidad particular. Por eso, la devoción a la Virgen de Guadalupe no debe subsistir como un mero sentimentalismo estéril y transitorio ni como una vana credulidad. Al contrario: “la verdadera devoción a la virgen María nos acerca siempre a Jesús”, al Logos que se ha hecho hombre. Amar a la Guadalupana “es comprometerse a escuchar a su hijo”; venerarla en la fe verdadera “es vivir según las palabras del fruto bendito de su vientre”11.

La fe en Jesucristo nos revela que cada uno es precioso a los ojos de Dios, una criatura maravillosa que sólo puede ser entendida como un don invaluable para los demás. Por eso, le decía el papa a los niños: “Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo”12. Les recordaba que Dios los conoce personalmente y los ama, y quiere que sean felices. La convicción de no ser un mero producto del azar, sino la idea íntima y personal de un Dios cercano que me acoge y me ama, es la causa profunda de la alegría cristiana. La reflexión sobre esta alegría profunda que se deriva de la fe en Jesucristo fue uno de los grandes temas de su pontificado: “Yo soy amado –decía en otra ocasión a los jóvenes–, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con claridad y certeza que es bueno que yo sea”13. En el contexto mexicano, esta llamada a la alegría tenía para el papa un matiz específico, porque, como dijo en otra ocasión a nuestros obispos, “el pueblo mexicano […] se caracteriza por su alegría y un profundo sentido de la fiesta”14. Esta es una bellísima cualidad. Sin embargo, para no permanecer en la volatilidad de una alegría superflua reducida a momentos pasajeros, debe ser orientada hacia una fe robusta y madura, que goce permanentemente en la alegría del amor de Dios manifestado en Jesucristo.

 

1. Con estas palabras se presentó Benedicto XVI

el día de su elección: “Queridos hermanos y hermanas: después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador

de la viña del Señor”.

2.  Roberto Regoli, El pontificado de Benedicto XVI.

Más allá de la crisis de la Iglesia

(Madrid: Ediciones Encuentro, 2018), 33.

3. Cooperatores veritatis es el lema

de su escudo arzobispal y cardenalicio.

4. Benedicto XVI, homilía en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, 12 de diciembre del 2011.

5. Benedicto XVI, entrevista concedida a los periodistas en el vuelo hacia México, 23 de marzo de 2012.

6.  Benedicto XVI, discurso en la ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto Internacional

de Guanajuato, 23 de marzo de 2012.

7. Ibidem.

8. Ibidem.

9. Ibidem.

10. Ibidem.

 

11. Benedicto XVI, Ángelus en el Parque Expo Bicentenario de León, 25 de marzo de 2012.

 

12. Benedicto XVI, saludo a los niños en la Plaza de la Paz de Guanajuato, 24 de marzo de 2012.

 

13. Benedicto XVI, mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud, 2012. Sobre la alegría de la fe en el magisterio de Benedicto XVI puede verse: Javier García-Valiño Abós, “‘Gaudete semper in Domino (Fil 4:4)’. La alegría de la fe a la luz del magisterio de Benedicto XVI”. Scripta Fulgentina 22, no. 43–44 (2012): pp. 131–138.

 

14. Benedicto XVI, discurso al cuarto grupo de obispos

de México en visita ad limina apostolorum,

29 de septiembre de 2005.

 

* Profesor investigador de la Universidad Panamericana

Especialista en el pensamiento

de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI

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