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La fe mueve mentiras

Carlos Carranza

Carlos Carranza

Los actos de fe suelen ser muy peligrosos cuando son la base de decisiones de carácter político. La subjetividad y la idolatría dejan todo en el terreno de la especulación, en ese terreno en el que los actos de “justicia” sólo tienen por verdadera la palabra de quienes ostentan el poder. Ellos moldean el discurso en el que sus fisuras y las mentiras en las que se incurre no resultan importantes ante la mirada de quienes no sólo han comprado a la perfección esa retórica, sino que la repiten con la convicción y la fe enardecida de quienes creen ciegamente en su respectivo líder —o simplemente gozan de un beneficio personal mientras dura esa etapa—. La historia nos recuerda que este tipo de asociación no termina bien, pues se muestra una realidad con base en la ciega fe y en la idolatría. Mágica, pues.

Durante las últimas dos semanas hemos observado el poder que tiene López Obrador, su séquito, sus palafreneros y quienes constituyen su red de amorosos simpatizantes, de trasformar realidades según convenga al actual gobierno. El ejemplo más claro es el penoso discurso de López Obrador solicitando, de manera abierta, que el pueblo de Cuba sea reconocido como una nueva Numancia, Patrimonio de la Humanidad, por sobrevivir al “bloqueo” norteamericano. Lo curioso es que si existiera tal distinción, se le debe otorgar a esa sociedad que comienza a exigir una libertad cuyo sistema político dictatorial les ha negado desde hace décadas. Pero, en este país, lo que no soportaría un ápice de riguroso análisis —político, social o económico— se muestra como inobjetable gracias a la mirada que impone López Obrador. Se les olvidan las palabras de un escritor como Reinaldo Arenas —y de tantos artistas perseguidos— acerca del régimen cubano que no ha cambiado en nada.

Algo tiene el actual gobierno con respecto a la idea de la educación que, como sociedad, nos rebela nuestras propias carencias y miserias. Uno de los primeros cambios que se operaron en el Gabinete presidencial fue, precisamente, en la SEP: luego de la salida de Esteban Moctezuma Barragán de esa secretaría, se colocó a una persona que podría servir de mejor manera a la llamada Cuarta Transformación, alguien que sabe lo que es el manejo del gremio docente, del clientelismo y, posiblemente, de las argucias económicas que tanto ayudaron al partido oficial en su causa: Delfina Gómez. Caso interesante, pues ante las acusaciones y señalamientos que pesan sobre la titular de la SEP, López Obrador las desestima de inmediato porque “ya la ven como candidata” rumbo a las elecciones de 2023 en el Estado de México. Y, así, mágicamente todo adquiere otro cariz y dimensión: un complot contra tan insigne miembro del gabinete.

Es en esta línea en donde se presenta otro de los más grandes logros del actual gobierno: la ideologización de la ciencia. Si se recuerda el Plan de Reestructuración Estratégica del Conacyt para Adecuarse al Proyecto Alternativo de Nación, que presentó hace unos años María Elena Álvarez-Buylla, lo que ha sucedido durante estos días no es de extrañarse. Se necesita crear una hoguera para validar las decisiones que dejan a los proyectos científicos en manos de esa idolatría obradorista. Acusar a 31 científicas y científicos de delincuencia organizada es un despropósito. “No sé de qué me hablas”, dice la doctora Álvarez-Buylla cuando se le cuestiona acerca de este hecho. Y Gertz Manero, titular de la FGR, guarda un silencio que le complace mientras mueve los hilos de la nueva idea de “justicia”, pero que tampoco se olvide ese gran detalle: hace pocos meses, gracias a los movimientos de la actual administración, pudo obtener el grado de investigador nivel III del Sistema Nacional de Investigadores gracias a méritos que fueron cuestionados en años anteriores. La magia funciona. Algo apesta en el reino de Dinamarca, diría Hamlet. Y, hablando de esto, ¿no la actual titular de Conacyt se benefició de aquello que ahora transforma?

Somos un país en donde el conocimiento, científico y humanístico, se ha mantenido en un extraordinario nivel a pesar de la poca importancia que le han dado los gobiernos casi de manera histórica. Pero perseguir a la comunidad científica mientras Lozoya y el crimen organizado andan muy tranquilos por la vida es algo que no se puede dejar de señalar. Por cierto, ¿ya le dijeron a López Obrador quién es Aldo Aldrete? Quizá un espíritu chocarrero del más allá conservador.

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