La voz de Kofi Annan

La diplomacia global ha perdido a uno de sus grandes hombres. Hace algunos días, dejó de existir Kofi Annan, quien dirigió la Organización de las Naciones Unidas por casi diez años. Nacido en Kumasi (Ghana) hace 80 años, fue secretario General de la ONU entre 1997 y 2006, y justo a la mitad de su mandato fue galardonado con el Nobel de la Paz por su trabajo para lograr un mundo más pacífico

Con gran talento y determinación, Annan comenzó a laborar en la ONU desde 1962, donde escaló posiciones en toda la estructura, lo que le permitió conocer a cabalidad las entrañas de una institución compleja.

Su arribo a la Secretaría General no fue sencillo, sucedió en el cargo a Butros Butros-Ghali, vetado por Estados Unidos para un segundo mandato. Su amplia visión lo llevó a consolidar y reencauzar a la organización —que atravesaba por una crisis— como columna vertebral en el orden mundial creado tras la Segunda Guerra Mundial. Su primera iniciativa llevó por título Renovación de las Naciones Unidas, la cual adaptó a la ONU a la nueva realidad global. Con el optimismo y carisma que lo caracterizaban, rompió con la rigidez del puesto y logró acercar la organización a la gente.

Ocupar la silla de la Secretaría General de la ONU no resulta nada fácil. Las expectativas son muy altas y el margen de maniobra es estrecho y con frecuencia accidentado. El cargo reclama amplias dotes políticas y destreza para negociar. Annan contaba con ambas y frente a reticencias, logró impulsar importantes iniciativas, como la doctrina Responsabilidad de proteger cual obligación de los Estados y las organizaciones internacionales de intervenir cuando un Estado —por falta de capacidad o de voluntad— deja de proteger a sus propios ciudadanos. Esto permitió atender conflictos graves como en Serbia por la limpieza étnica en Kosovo.

La intervención militar en Irak lo enfrentó con potencias como Estados Unidos y Reino Unido, dos países con poder de veto en el Consejo de Seguridad. Al interior del órgano se suscitó un choque interno entre potencias que derivó en una parálisis institucional, rompiendo con la unidad forjada a raíz del 11-S. Annan no pudo evitar la guerra y en sus memorias comparte este fracaso: “Fue el momento más oscuro”, señala.

Se encerraba por horas en su despacho de Nueva York escuchando el Concierto para piano no. 1 de Brahms (su obra favorita) para examinar las causas de los conflictos y los pasos a seguir para una paz duradera en regiones como Europa y África, donde había genocidios.

No sólo el conflicto ocupaba sus reflexiones, sino también planteamientos para detonar un desarrollo sostenible mediante la convergencia entre gobierno, sociedad y empresa. Estaba convencido de que la capacidad de los gobiernos para encarar los desafíos económicos, ambientales y comunitarios es cada vez más acotada.

En 1999, lanzó el reto a líderes mundiales —durante el Foro de Davos— a comprometerse en un pacto para “dar al mercado un rostro humano”. De esa provocación surgió la mayor alianza público-privada para el desarrollo sostenible: el Pacto Mundial. Hoy en día representa la mayor iniciativa voluntaria de Responsabilidad Social Empresarial con más de 13,000 entidades firmantes de 170 países.

En el año 2000, la ONU dispuso sobre la mesa que los grandes —y graves— problemas globales no tendrían solución si no era a través de un marco global de cooperación. Para Annan era necesario revitalizar la multilateralidad para erradicar la pobreza extrema en el mundo y lograr una enseñanza primaria universal entre otros desafíos.

Como resultado, alrededor de 189 países acordaron cumplir 8 grandes objetivos. Habría indicadores precisos que medirían su progreso y se convino como fecha límite que para cumplirlos fuese 2015. Nacían así los Objetivos del Milenio (ODM) como la principal agenda para el desarrollo. Esta hazaña fue el catalizador de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030 que incluye los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por 193 países en 2015.

Por sus aportaciones, Kofi Annan llegó a ser uno de los más valiosos secretarios generales de Naciones Unidas. Pasó la estafeta a Ban Ki-Moon, pero nunca dejó de contribuir a una mejor sociedad global a través de su fundación. Decía Javier Solana que su persona irradiaba dignidad. Elegante y fino en su trato, su mirada y su voz transmitían una genuina preocupación por una convivencia colectiva en armonía y con futuro. Fue una voz contundente de un ciudadano global que hizo eco en el planeta.

Asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi)

Twitter: @AGuerreroMonroy

Temas: