Dulce y esa amarga Navidad
El escandalo que estalló con la muerte de Dulce fue fríamente planeado.

Addis Tuñón
El fama-sutra
Bienvenidos mis sensuales fama-lovers, como saben, aquí somos libres de humo, no nos reservamos el derecho de admisión y vemos a los famosos en todas las posiciones.
Al momento de elegir qué tema abordar con ustedes, de corazón intenté no hablar de Dulce la cantante. Pero como es lo que he traído en el pensamiento desde hace días, mejor no me resisto.
Era diciembre de 2024, yo había pasado una Navidad algo amarga. Sólo dos días antes de la celebración, mi mamá, que había viajado a visitarnos, tuvo un disgusto conmigo, por lo que hizo maletas, se fue de mi casa y, por ende, todo el plan familiar se vino abajo. Ella pasó las fiestas con mi hermano y yo decidí no cenar. Si hubiera sucedido lo planeado, seguramente estaría enfiestada y dormida cuando mi celular sonó a las 9 de la mañana de ese 25 de diciembre. Contesté a la primera, era una persona muy cercana a Dulce, quien me dio la mala noticia. “Acaba de morir Dulce”, me dijo.
En pijama subí corriendo al roof donde encendí la cámara para dar a conocer el fallecimiento de la tan querida Dulce. Fue una primicia que los demás compañeros replicarían horas después. Para entonces yo ya había entrevistado a Lolita de la Vega, amiga de Dulce, y al amigo que estuvo con ella sólo unas horas antes del deceso.
Lo que voy a platicarles ahora no lo había expuesto antes. Fuimos muy criticadas Lolita de la Vega y yo porque desde esa mañana abordamos en mi canal de YouTube las controversias que buscarían robar cámara a Dulce. Pero había que hacerlo. Esa mañana yo no recibí una llamada, recibí dos. La primera dándome la mala noticia, la segunda, poco antes de iniciar live en YouTube, era para anticiparme de todo el escándalo que estaba por soltarse. Sin duda, mientras Dulce luchaba por su vida, un grupo de dizque cercanos tramaba todo un plan para salir a los reflectores a costillas de quien confió en privado su versión de un conflicto, pero que públicamente nunca quiso exhibir.
Nunca fui su íntima, pero siempre gocé de su cariño correspondido. Conviví con Dulce fuera de foros o escenarios gracias a amigos comunes.
La última vez que desayunamos en el restaurante San Ángel Inn fue especialmente amorosa conmigo. Nunca olvidaré esa charla. Un mes y medio después ahí estaba yo dando a conocer el fallecimiento y, enseguida, la guerra que estaba por estallar en la que la hija de Dulce era la antagonista señalada.
A mí se me dijo: Dulce murió y le viene a su hija el juicio colectivo, prepárate porque saldrán audios terribles que van a desenmascarar a su hija. Yo en ese momento no tenía relación con Romina. Era ya mucho el impacto de la muerte de Dulce como para además digerir la historia de terror en la que se dijo que Romina era la crueldad encarnada contra su propia madre.
Habían pasado sólo horas y ya personajes como Ofelia Cano, Francisco Cantú y hasta Jorge Flores, el vidente, estaban ya en boca de todos. Aunque fue el cáncer lo que se llevó a Dulce, la señalada como culpable de todo era Romina Mircoli, su única hija.
Si ustedes siguieron esa trama de embustes e intrigas de la vida real, seguro recuerdan que aún no se cremaban los restos de Dulce y ya Cano y Cantú habían distribuido audios en los que se exponía una relación madre-hija a todas luces insostenible. Que si Dulce fue novia de Cantú, que si Romina golpeaba a su propia madre, que si Ofelia le dio audios a Jorge, que si Jorge se los pasó a De primera mano, y fue ahí que la muerte de una estrella dio foco al nacimiento de varios desqueacerados. Cantú daba entrevistas a diestra y siniestra, primero, negando noviazgo con Dulce, luego mostrando hasta videos y audios al igual que la otrora actriz, quien gracias a una desgracia volvía a ser el centro de las cámaras. Yo seguía en la nota, Lolita y yo tuvimos la primera entrevista de Romina, pero fueron semanas después que por fin la conocí en persona. Para entonces, lo peor sobre ella estaba dicho. Y yo me fui con pies de plomo, un tema muy personal me tenía distanciada de mi mami y me era imposible no relacionar mi pena particular con ese tema tan público. ¿Hasta dónde se puede calificar como entendible una discusión madre-hija cuando ya se habla de violencia? Las hijas y las madres discutimos, pero los audios rebasaban el límite. Si me iba con la finta, obviamente condenaría a Romina. Ése era el fin de esa campaña.
Quienes salieron a “defenderla”, ya que no vivía, atentaron contra la última voluntad de su amiga —discreción y clase—. Dulce jamás de los jamases expuso nada de lo que se mostraba en los audios ni admitió romance con Cantú ni habló mal de Romina. Sin embargo, sus amigos eran su pañuelo de lágrimas y en ese desahogo fue la misma Dulce quien confió sus dolores a las personas incorrectas.
Si Dulce y Romina se llevaban tan mal, fue tres años antes de que Dulce muriera, los mismos tres años que Dulce tenía ya alejada de Cantú y de su “amiga” Ofelia. Los últimos meses de vida, tanto Romi como su esposo fueron el apoyo y guardias en el hospital. Cuando Dulce murió, fue Romina y nadie más quien se subió a la camilla para dormir abrazada a ella. Imagínense qué impresión dormitar agotada de semanas en el hospital y de pronto sentir que tu madre se queda inerte en tus brazos, abrir los ojos y verla sin vida a tu lado. Ese momento no se lo deseo a nadie. Romina lo contó con la cara desencajada y aullando de dolor. Eso lo vi, nadie me lo cuenta. Me dijo también que sus conflictos eran fuertes y a veces los causaban tonterías, pero que, al final de las cosas, siempre se buscaban, lo hablaban y el amor lo trascendía todo.
Yo siempre lo dije: ante esas versiones nos vamos a quedar en el terreno del rumor. Dulce no está para aclarar nada. Su hija debería estar para vivir su duelo, no enfrentar el escarnio basado en audios de hace más de tres años.
Ya pasó un año, Romina sigue librando las batallas mediáticas y legales. Aún no ha movido nada de la casa de su madre. Está todo tal como ella lo dejó. Salvo una colección de angelitos que quiso regalarle a Lolita y a mí. Me siento agradecida.
A un año de lo acontecido, Romi se acreditó como heredera única de Dulce; los cantús y las canos ya están metidos en otros embustes, la mentada paleta de sombras para ojos de Dulce no parece ver la luz luego de que Mitzy, quien iba a ser socio capitalista, mejor pusiera pies en polvorosa ante el riesgo de una demanda.
Dulce era tan famosa, tan querida, tan importante, que aún muerta ha dado harto de comer a detractores e inventados por ya un año. Dulce era tan imponente que la controversia de su muerte me cimbró y me hizo dejar la soberbia junto a los pañales que mi madre me cambió.
Hoy les escribo desde la recámara que era mía de niña, en Chihuahua. Mi mami ve la tele a muy alto volumen en la planta baja. Hice la cena de Navidad y cocinaré también para Año Nuevo. Este año no di chance al enojo. Es fácil bajar la guardia del “tengo la razón” si priorizamos el
amor. En estos tiempos donde se lee tanto eso de “se puede podar el árbol familiar” yo estoy resuelta a lo contrario, voy a apapachar a mi madre por encima de sus criterios o mis convicciones. Prefiero ceder a perder tiempo junto a ella. Ésta es mi lección aprendida en cabeza ajena.
Respecto a que si Romina fue mala hija o no, yo sólo sé que Dulce y su hija tuvieron tiempo para hablar, para perdonarse y, sobre todo, para pasar lo que quedaba de tiempo abrazadas, hasta el final.
Hoy, a poquito de que inicie el Año Nuevo, les deseo que los muros se desplomen, las distancias se acorten y el tiempo transcurra lento si nos miramos en los ojos de nuestros seres amados.
Un beso con todo mi cariño. A quienes no tienen ya a su mamá, un abrazo grande.