Christine Lagarde

Desde su creación en 1944, el FMI ha estado dirigido por europeos.

El Fondo Monetario Internacional comienza un ciclo de cambio y transformación. La abrupta salida de Dominique Strauss-Kahn de la dirección del FMI, ha suscitado que múltiples voces pidan modificar el proceso de selección del director-gerente del organismo financiero internacional.

Desde su creación en 1944, el Fondo ha estado dirigido por europeos. Lo anterior responde a un acuerdo de caballeros entre los fundadores mediante el cual se acordó que la dirección del Fondo recayera en Europa y la dirección del Banco Mundial fuera para un estadunidense. Han pasado más de 60 años desde que se suscribió este convenio, y muchos argumentan su obsolescencia.

La elección del director gerente del FMI corresponde al Consejo Ejecutivo, el cual está compuesto por 24 directores. Las sillas —como se les denomina en la institución— de este consejo son ocupadas por EU, Francia, Alemania, Japón, y Reino Unido, países que en conjunto poseen 37.3% de la institución.

Tan sólo EU y Japón ostentan 16.7% y 6.2% del capital del organismo. El resto de los países se agrupa en torno a las demás sillas, y sus integrantes se alternan como directores de la misma.  Actualmente México comparte silla con Costa Rica, España, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Venezuela; la presidencia de esta silla la tiene México.

Las economías emergentes —entre ellas México— reclaman mayor presencia y levantan la voz para dirigir al organismo. Les asiste algo de razón: se espera que para 2012 el 50% del PIB mundial será de los países emergentes. La mayoría de estas economías mostraron una notable resistencia a la crisis por una buena gestión interna.

La crisis iniciada en 2009 no fue una crisis de los países en desarrollo, sino de países industriales y de su sector financiero, se descubrieron deficiencias en el gobierno corporativo de los bancos y hubo un manejo equivocado del riesgo.

Se puede señalar que —en bloque— los países emergentes actuaron positivamente ante los embates de la crisis, sin embargo, son muy distintos entre sí y tienen intereses específicos que muchas veces difieren. Las economías emergentes no están unidas; prefieren salvaguardar una relación bilateral de importancia que arriesgarse a consensuar un candidato único.  Los emergentes saben que es difícil romper una tradición de tal magnitud y que los “accionistas mayoritarios” del FMI difícilmente modificarán el tradicional sistema de elección.

Adicionalmente, la Eurozona hará valer su prerrogativa ante los retos y desafíos que representa el problema de deuda soberana en la región, el cual constituye un factor de riesgo considerable para la Unión Europea y la economía mundial.

Sin duda que los países avanzados requieren de los emergentes para gestionar la crisis mundial, y en este proceso de elección deben intervenir todos los interesados del FMI, —grandes y pequeños— pero los cambios y las transformaciones requieren de diálogo y de tiempo.

La inminente llegada de Christine Lagarde a la dirección del Fondo, representa una enorme oportunidad de cambio en el organismo, ya que la ministra de Finanzas de Francia está plenamente convencida de que se deben  explorar mecanismos para mejorar el proceso de selección y de que se implementen reformas en el sector financiero internacional. 

Lagarde —carismática, proactiva, audaz políticamente, y quien demostró tener una gran capacidad de interlocución durante la presidencia francesa del G 20— tendrá el desafío de ser la líder de un FMI en transición que exige ser más abierto, y el enorme reto de gobernar las finanzas mundiales en una economía global que aún sigue frágil y vulnerable. Le grand défi de Christine Lagarde.

*Coordinador del Centro IDEARSE de la Universidad Anáhuac México Norte.

Twitter: @AGuerreroMonroy

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