Una historia más perra que la otra
Es de mi agrado compartir contigo que: ¡a mi perro ya lo castraron! sucedió el martes. Así es que con un sólo testículo, nuevamente soy yo el que tiene más huevos en mi casa… pero todavía no sé si sea yo el que tenga más testosterona. Mateo, mi perro, ya está ...
Es de mi agrado compartir contigo que: ¡a mi perro ya lo castraron! (sucedió el martes). Así es que con un sólo testículo, nuevamente soy yo el que tiene más huevos en mi casa… pero todavía no sé si sea yo el que tenga más testosterona.
Mateo, mi perro, ya está castrado y a pesar de eso, todavía sigue teniendo sexo con mi pierna y con todos los peluches de mi hija.
¡Ese es mi hijo! Salió a su padre. De tal palo… me quedé dormido. Y es que a mi edad ya no es lo mismo (nada es lo mismo).
Qué bueno que mi perro no es el encargado de cuidar hembras en un harén porque seguro lo volverían a castrar.
Los animales son grandes maestros y hasta el momento hay tres cosas importantísimas que le he aprendido a mi perro:
1.— Si fuera perro y tuviera 43 años, ya me habría muerto tres veces.
2.— Las croquetas no saben a lo que te imaginas… y mucho menos sopeadas con leche.
3.— Ya sé dar vueltas antes de acostarme en mi cama… y cinco horas después de haberme dormido ya estoy despierto para sacar a Mateo al primero de sus cuatro paseos diarios, y es que son cuatro paseos diarios o me deja “recuerdos” por toda la casa.
Mi mamá me habla por teléfono todos los días para burlarse de mí:
—¿Ves hijito? Te dije que te compraras un gato. ¡Los gatos son mucho más limpios!
Hay una gran diferencia entre un gato y un perro, y si no la sabes, la comparto contigo:
Cuando el perro te ve servirle sus croquetas dice:
—Guau, este tipo me da de comer tres veces al día. Me compra huesos de carnaza, juega conmigo, me saca a pasear. No tengo ninguna duda: ¡él es Dios!
Y cuando el gato te ve servirle sus croquetas dice:
—Miau, este tipo me da de comer tres veces al día. Me compra bolas de estambre, juega conmigo, cambia la arena de mi caja. No tengo ninguna duda: ¡yo soy Dios!
Entre Mateo y mi hija Ximena me estoy volviendo loco.
Esta semana, por culpa de mi hija tuve un encuentro muy cercano con la muerte. Es más, creo que me quedan muy pocos meses de vida porque mi corazón ya no es el mismo.
Te explico:
El miércoles fui por Ximena a la escuela, la noté muy rara y le pregunté:
—¿Estás bien?
—Ay papi, más o menos, es que antier después de mi clase de ballet me la pasé cogiendo toda la tarde… No sabes cómo me dolió papi. Del dolor y de lo cansada me quedé dormida y al día siguiente mi mamá me dio una píldora para que no me preocupara.
Menos mal que a los 43 años ya estás en plena madurez y puedes manejar cualquier situación con absoluta calma.
—¡Qué no te he enseñado nada! ¡Cómo es posible que traiciones mi confianza y mi amor! ¡Nunca lo esperé de ti! Quiero que sepas que después de esto ya nada será igual. ¡Qué vergüenza!
Si alguien más se entera de lo que hiciste le voy a decir que tú no eres mi hija… Le voy a decir que eres adoptada y que desde luego no me voy a hacer responsable de tus barbaridades.
¡Yo que te estoy pagando la mejor escuela para que tengas una educación y así es como me pagas!
Óyeme muy bien Ximena: A tu edad no puedes confundir la palabra cogiendo por la palabra cojeando.
Visita mi página:
