Una historia muy perra
La crisis de los 40 ya me está pegando. Hace tres semanas impulsivamente tomé la decisión de comprarme un perro. No te rías, es mucho más barato que comprar un convertible. ¿Qué querías que hiciera? Cuando lo vi no me pude resistir. Y eso es lo mismo que me dijo mi ...
La crisis de los 40 ya me está pegando. Hace tres semanas impulsivamente tomé la decisión de comprarme un perro. (No te rías, es mucho más barato que comprar un convertible.)
¿Qué querías que hiciera? Cuando lo vi no me pude resistir. Y eso es lo mismo que me dijo mi mejor amigo cuando me enteré que le había sido infiel a su esposa.
—Impulsivamente tomé la decisión de tener una amante. ¿Qué querías que hiciera? Cuando la vi, no me pude resistir. Nos miramos, nos besamos, nos acariciamos e inmediatamente empezamos a tener sexo.
Y a mí me pasó exactamente lo mismo, pero con un perro. Nos miramos, nos besamos, lo empecé a acariciar y él inmediatamente empezó a tener sexo con mi pierna.
Después de que el perro y mi pierna terminaron de tener sexo, tomé la misma decisión que la esposa de mi mejor amigo: ¡Castrarlo!
Hey, no me leas así, yo no tengo la culpa de que todavía no esté de moda la vasectomía entre los animales y de que tampoco se hayan inventado los condones caninos para que las perras no queden embarazadas.
Mi perro se llama Mateo, es un Lhasa Apso (perro tibetano), tiene pedigrí y me dijeron que tenía su chip incluido.
Yo no sé si sea muy fino o si de verdad tiene pedigrí, pero lo que sí me queda muy claro es que su chip es idéntico al chip con el que están naciendo todos los “niños de hoy”, porque me la paso diciéndole lo mismo que le decía a mi hija cuando era una cachorra:
—¡No! ¡Deja eso! Ven acá, ven acá, ven acá… ¡No! ¡No te metas eso a la boca, eso no se come! ¿Qué, no conoces la diferencia entre tus juguetes y mis cosas? ¡Siéntate! ¡No te eches a correr cuando estoy hablando contigo! ¡Hazme caso cuando estoy hablando contigo! Lo siento, pero no vamos al parque hasta que te termines todo lo que está en tu plato. ¿En serio crees que me vas a convencer con esos ojitos?
No sé si Mateo sea un perro tibetano, pero lo que sí me queda muy claro es que está cruzado con la raza más común que existe de mesero… siempre que le hablo, se hace el desentendido. (Hubiera querido poner pend… pero yo no soy mal hablado y además ésta es una columna seria)
Recuerdo que “el primo de un amigo” tenía un perro muy raro que era una cruza de un Rottweiler y un San Bernardo… lo bueno fue que el día que su perro le arrancó la mano, inmediatamente fue a pedir ayuda.
Nunca me imaginé que a los 43 años me iba a levantar todos los días a las siete de la mañana para pasear a un perro, recoger su excremento, prepararle el desayuno, tirar sus pañales sucios y volver a poner pañales limpios en el suelo.
¿Qué tal? Mientras mi mejor amigo (el infiel) se despierta todos los días al lado de su amante sintiéndose una mierda, yo me despierto todos los días a recogerla.
Lo que voy a escribir a continuación debe quedar entre tú y yo, ¿de acuerdo?
Cuando el entrenador de mi perro (Marco Antonio) y su veterinaria (Gaby) me hablaron de los beneficios que existen cuando castras a un perro, yo no puse atención… la razón por la que lo voy a castrar es que en mi casa, ningún macho puede tener más huevos que yo. ¡Punto!
