Sí, es necesario cambiar de tema
- La preocupación del petróleo en Japón pasó a segundo plano.
- Es probable que ese país se recobre de su desgracia muy rápido.
Desperté el viernes y me enteré del terremoto en Japón y el tsunami que le siguió y sin saber más que lo que en las cadenas internacionales de TV informaban, imaginé lo que podía ser la tragedia humana, pensé en nuestra fragilidad ante los embates de la naturaleza y me dije: “Esto era lo que nos faltaba en esta semana”, y asumí desde ese momento mi rol de analista y persona que opera en los mercados. A lo largo del viernes recibí varios mensajes de ustedes, amigos lectores, con comentarios y puntos de vista sobre los temas que trato en Consejería.
Alguien me dijo que para el lunes tendría que cambiar de tema, dado que los asuntos que ofrecí continuar revisando hoy —la deuda global, por ejemplo— se ven rebasados por los acontecimientos de Japón en lo inmediato. Y sí creo que es un asunto sobre el que hay que ocuparse. Pero también me ocupo de una pequeña desgracia personal: mientras atendía a mis clases de análisis político en el CIDE el sábado por la mañana, alguien entró a mi casa (que no es insegura; so far) y se robó mi caja fuerte, con cosas personales valiosas de sí y algunas propiedades materiales con algún valor económico.
Sólo se llevaron la caja fuerte. No laptop, no teles, no utensilios domésticos, no juguetes ni adornos y otras “cositas”; ni el tequila que tenía a la vista ni lapicero de marca ni dispositivo de reproducción MP3 y un amplificador para ese aparato, etcétera. Sólo la caja fuerte… y mi cobija, que usaron para cargar el objeto del robo y cubrirlo. Ya cumplí con mi obligación ciudadana de dar parte a las autoridades; ya vinieron el MP y los peritos a mi casa. Espero que progrese la tramitología. Pero en cualquier caso a los que me robaron les deseo algo que un antiguo agente de Bolsa decía en tono como de broma: Al que obra mal… se le pudre “el ése”. Que les aproveche.
Gracias por su paciencia. Les recomiendo se cuiden. Ya he hablado de otro tema. Ahora me ocupo de lo que en esta columna suelo. El impacto económico del terremoto japonés y sus secuelas quizá sea menor al que nos ha causado el evento, en su fase de pérdidas humanas. En primer lugar porque se poseen más conocimiento y capital (más allá de lo económico) para enfrentar este tipo de fenómeno que antes. Japón es zona sísmica y ha tenido situaciones similares (como el terremoto de la región de Kobe, en 1995), si bien el de ahora ocurrió en la región de Tohoku, económicamente con mayor importancia (8% del PIB, vs. 4% que tenía Kobe). Cierto es, sin embargo, que si hasta el jueves pasado el riesgo más apremiante para la economía japonesa podía ser el petróleo, este ha pasado a un segundo plano, por el momento, sobre todo en la esfera de las finanzas públicas de Japón, que no son una maravilla.
En este aspecto es probable que, dada la situación, asuntos como los del presupuesto encuentren más rápido acuerdo entre el gobierno y la oposición para decidir su contenido, lo que podría devolver dinamismo al sector de la construcción tan deprimido por razones de objetivo político en los últimos tiempos, bajo la idea de: mejor invertir en la gente que en “concreto”, material que ahora será muy demandado, aunque es claro que el terremoto y la destrucción que ha traído consigo generarán alguna tensión en los mercado financieros ante la necesidad que esta condición supondrá en términos de demanda de fondos, aunque en lo global, quizá no sea demasiado.
En principio se presentará una reducción en el consumo agregado, pues es probable que la población de la región afectada —y Japón en general— tienda a ser más prudente en cuanto a la distribución de su gasto entre ahorro y consumo, de cara al futuro próximo y que la economía resienta en el corto plazo interrupción en algunas cadenas productivas, que creo serán restauradas más pronto de lo esperado, por el aprendizaje que en Japón ha habido respecto a lo que hay que hacer ante fenómenos de esta naturaleza, como escribí en párrafos atrás. En resumen, y más allá de la tragedia humana, tengo la impresión de que los impactos económicos de la situación que atrapó nuestra atención desde el viernes pasado no serán tan grandes como los anímicos. Suerte… y cuídense.
